Dominio público

Lo del niño Jesús

Ana Pardo de Vera

Para conocer la tormenta que vive la (ultra)derecha, partidos y partidarios/as, basta con ir a las fuentes de la (ultra)derecha, donde se hablaba incluso de una ruptura en el Gobierno de coalición (PP y Vox) de Castilla y León y la convocatoria de elecciones autonómicas adelantadas al 28 de mayo, junto al resto de autonómicas y municipales. Recordemos que Castilla y León no tendrá esas elecciones porque su presidente, Alfonso Fernández Mañueco (PP), que gobernaba con Ciudadanos en la pasada legislatura, convocó elecciones por sorpresa el pasado año, en febrero, y aunque ahora el PP nacional ha descartado ese adelanto, el mensaje de que "Podría ser" fue difundido junto a un "Cuidado" dirigido a Vox, de cuyo vicepresidente en la Junta, Juan García-Gallardo, amenazan con prescindir. Error.

No obstante, no hace falta leer entre líneas los medios de comunicación para saber cómo está el patio en una comunidad (PP) que siempre pasa por tranquila, pero que desde el desgaje de la ultraderecha (Vox) de sus filas, no gana para disgustos. Ahórrense esa lectura y vayan directamente a Federico Jiménez Losantos, en general, y a la entrevista que le hizo estos días a Rocío Monasterio, candidata de Vox a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en particular. No tiene desperdicio: para empezar, Losantos se revela como un aguerrido defensor del aborto y, al mismo tiempo, un votante de Vox que de "silenciado", nada, dice (Alberto Núñez Feijóo da fe), como quiere dar a entender Monasterio que están los votantes de la ultraderecha.

La entrevista es fascinante y alcanza su culmen, en mi opinión, cuando discutiendo sobre la propuesta (¿o no?) de García-Gallardo para tratar de impedir el derecho al aborto, Monasterio le dice a Losantos: "Estamos hablando de que las mujeres llevamos un niño", y el locutor responde: "Sí, el niño Jesús", rematado con un "¿Eh?" incrédulo de la ultraderechista. Todo el lío de la (ultra)derecha está ahí, en esas frases.

El derecho al aborto, pese a que el recurso del PP contra la ley de Zapatero lleva diez años sin ser resuelto por el Tribunal Constitucional, es un asunto zanjado socialmente, con matices en cuanto a edades, plazos o supuestos, pero con un respaldo abrumador de la sociedad española, que entiende que a una no le obligan a abortar y otra tiene que poder hacerlo si le da la gana. El discurso ultracatólico de Vox es muy minoritario, pero ruidoso y no exento de peligro: no porque no haya gente contraria al aborto, que seguramente hay más que partidarios/as de prohibirlo, sino porque esos contrarios creen al mismo tiempo en la libertad de decisión de las mujeres: se puede ser antiabortista y estar con el derecho al aborto. Ahí fue entrando con los años el discurso de una parte del PP, un discurso en el que, por cierto, Isabel Díaz Ayuso viene y va como pollo sin cabeza, según sopla el viento electoral y con un absoluto desconocimiento del terreno que pisa; o pisotea, en este caso.


Mariano Rajoy vio perfectamente ese consenso social sobre el derecho al aborto cuando encargó al que era su ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, una ley medieval y, cuando este la remató y la defendió con uñas y dientes ultracatólicos, el entonces presidente del Gobierno se los cargó; a la ley y al ministro, que tampoco le gustaba nada con sus dobleces -de ser el pepero progre pasó a ser el más ultraderechista- y, sobre todo, por cómo miraba su cargo en La Moncloa, con los mismos ojos que Esperanza Aguirre.

Feijóo también lo ha visto: el tema del aborto no interesa nada en absoluto al PP en plena contienda electoral. No es que al líder del partido le importen los derechos de las mujeres más o menos, es que esa batalla -como la del matrimonio homosexual- está ganada por los y las defensoras de la igualdad. Las de verdad, digo, porque el PP se ha opuesto siempre y ha recurrido ante los tribunales, además, todos los avances sociales en este derecho.

Hay que callar a Vox, esa es la consigna, pero si por algo se ha caracterizado la ultraderecha siempre, es precisamente por tratar de diferenciarse de la "derechita cobarde", PP y lo que queda de Ciudadanos, a quienes al mismo tiempo apoyan y con los que cogobiernan donde pueden. El año electoral y la batalla del aborto solo es una muestra de lo que viene, porque Vox tiene que diferenciarse del PP, por y para eso se fueron del partido. Y parece que tienen una base electoral sólida, demasiado, siempre demasiado, por lo que Feijóo pincha en hueso si trata de amedrentarlos: los necesita y eso es irrefutable; tampoco va a perder el sueño pactando con ellos cuando el poder lo requiera. Y echarlos sería peor.


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