Dominio público

Junqueras, los gritos y los silencios

Ana Pardo de Vera

Según el exhaustivo sondeo de opinión 2022 del Institut de Ciències Polítiques i Socials de Catalunya, página 56, Oriol Junqueras es el político catalán mejor valorado con un aprobado raspado (4,84), seguido del secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull (4,54), y con Carles Puigdemont en octavo lugar (3,75) y justo por detrás de Miquel Iceta (4,10). Junqueras y Turull estuvieron en la cárcel por sus ideas independentistas.

Junqueras, concretamente, estuvo más de tres años y medio en prisión por el procés y este jueves fue abucheado y tachado de "botifler" (traidor) por un grupo de independentistas que se manifestaban por la soberanía de Catalunya y contra la cumbre hispano-francesa celebrada en Barcelona con la presencia del jefe de Estado francés, Emmanuel Macron, y el jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez. Hubo 6.500 manifestantes según cifras institucionales y 30.000 según los organizadores del asunto, que buscaban hacer ruido y dejar constancia al Ejecutivo español de que el procés no está muerto.

Estoy de acuerdo en que el procés no ha acabado, aunque se ha transformado, o mejor dicho, ha evolucionado: una parte del independentismo -el que gobierna- apuesta por la vía negociada con el Gobierno español -y cosas se han conseguido, además, con importantes quebraderos de cabeza para Sánchez por culpa de la reforma exprés del Código Penal, por ejemplo- y otra parte sigue anclada en 2017, confiando en reactivar esa misma vía unilateral que fracasó, efectivamente, por una respuesta brutal e injusta del Estado, pero también por errores propios del independentismo, que no justifican la paliza institucional que vino de Madrid, pero sí lleva a reflexiones que solo una parte del soberanismo parece haber hecho.

Precisamente por esa paliza del Estado al independentismo, se entiende menos que el hombre que fue condenado a las mayores penas de cárcel e inhabilitación (13 años) sea tachado de traidor y deba retirarse de la manifestación pro-independentista del jueves entre silbidos. ¿Ha renunciado Junqueras a trabajar por la independencia de Catalunya? ¿Por el referéndum, acaso? ¿Ha renegado del procés o de alguno/a de sus protagonistas? ¿Ha dejado de censurar la represión judicial y/o política que sucedió al 1-O? ¿ERC no ha conseguido nada del Gobierno español para los condenados e imputados independentistas, también para los que no son de Esquerra? ¿Cuál es el problema? ¿Admitir la falta de una mayoría independentista suficiente, de momento, para emprender otra vía que no sea la del diálogo y una consulta vinculante pactada?


Durante una entrevista concedida a Salvados en febrero de 2020, Oriol Junqueras contaba desde la cárcel cómo era vivir en esa cárcel, si es que a esa anulación de la libertad se le puede llamar "vivir": encontronazos, "mucha testosterona", gente que ha cometido "crímenes terribles", "violadores", "asesinos", aunque también personas "amables, educadas y honradas". Todo compartiendo un espacio tasado, una rutina estricta y antipática, un tiempo que no pasa, un aislamiento de tu familia, amigos,...

Es posible que mucha gente no sea capaz de abarcar lo que supone estar en prisión tres años y medio, que esa misma gente no pueda empatizar con la privación de libertad de un dirigente político por el hecho de serlo y, mucho menos, con su intención de abordar el procés desde otra perspectiva. No obstante, son los menos y, según el mismo sondeo con el que empezaba este artículo, son también menos que los y las catalanas que priorizan hoy, antes que la independencia, más autogobierno y mejor financiación para Catalunya (pp. 75 en adelante) Pregúntense por qué los que gritan y quienes callan sobre los que gritan.

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