Dominio público

Cajas B para hijas A, pero cajas por todas partes

Ana Pardo de Vera

Mira que es difícil tratar de sorprender al respetable con las sinvergonzonerías y presuntos delitos, pasados y presentes -y suponemos que futuros- del emérito Juan Carlos de Borbón, pero este jueves último de abril, España reventó (de indignación, de pasmo, de risa,... hubo para todo) con la prepublicación en El Confidencial del libro King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I (Libros del K.O.), de los periodistas José María Olmo y David Fernández. 

Estuvo divertido, sobre todo, el tour de preguntas que, a las puertas del hemiciclo del Congreso, los periodistas hacían a diputados y diputadas de todo pelaje sobre una de las revelaciones que hace el libro: la confirmación de la existencia de otra presunta hija secreta del exjefe de Estado perteneciente, como su madre, a la aristocracia y llamada Alejandra. En King Corp es la primera vez que se publica el nombre de la bastarda, aunque omitiendo el apellido por razones de protección de la mujer, aseguran los autores, si bien este jueves no pudieron evitar el previsible subidón de adrenalina mediática que provocó la noticia.

Alejandra no sería la primera presunta bastarda del emérito, mucho menos de un Borbón; están el difunto Albert Solà, catalán; la belga Ingrid Sartiau, y la también catalana María Alexandra. A ninguna de estas tres personas se les dio la posibilidad de acceder a la confirmación judicial, o no, de su parentesco directo con Juan Carlos I, como era previsible: si el rey emérito ha resultado inviolable, inimputable y todo estado de excepción para que sus chanchullos financieros no lo sentaran en el banquillo, ¿cómo iba a permitir el Tribunal Supremo que se le hiciesen pruebas de paternidad? Qué disparate ...

Alejandra, el cuarto nombre de la polémica, es, sin embargo, una aristócrata, una miembro de la nobleza, al revés de los y las otras, bastardos categoría B, sin caja de ningún tipo; nunca ha pedido nada Alejandra, dicen en su entorno, pero sí ha recibido del emérito. Es precisamente, según el libro de Olmo y Fernández, el trajín de las transferencias de dinero del Borbón a ¿su hija? el que confirmaría también esta paternidad, que ha reventado en la prensa y en la opinión pública justo cuando Juan Carlos acaba de abandonar España para refugiarse de nuevo en Abu Dabi, junto a su nieto Froilán y su fortuna secreta, custodiada celosamente por los jeques de Emiratos Árabes.


Lo de Alejandra tiene su gracia y, por supuesto, conociendo el historial del padre de Felipe VI, actual jefe de Estado y ¿hermano? de la aristócrata bastarda, mucho morbo para una opinión pública, de la cual, buena parte todavía es capaz de reverenciar a un sujeto que se lo ha llevado crudo sin consecuencias, nos ha engañado durante 40 años, pero "hizo mucho por la democracia en España". Es el mantra monárquico y juancarlista, aunque haya sido desmontado ya demasiadas veces, como mínimo, en muchos puntos que se tienen por dogmas sobre el papel del sucesor de Franco durante la Transición y el golpe de Estado del 23-F.

Mi opinión, no obstante, es la de que no hay perdón público, sino desconocimiento, ausencia lógica de memoria e información en mucha gente, una contaminación muy trabajada durante décadas; que para eso se aplicó bien todo el aparato institucional del Estado español blindando al rey Borbón y utilizando todas sus herramientas para protegerlo y que pudiera hacer lo que le saliera de la corona, pasándose por el forro del trono la ejemplaridad y la transparencia que le son obligadas a una monarquía que es, en esencia, antidemocrática. Aquí, en Dinamarca o en Reino Unido.

Me divierte, digo, lo de Alejandra desde el destello inicial y breve de la perspectiva frívola (rey se lía con mujer casada de la nobleza y tiene una hija secreta, cuyo nombre, aunque se runruneaba constantemente, nunca había sido publicado y entiendo que confirmado, pero que, pese a ello, provoca varios desgarros de vestiduras y falsos desmayos en la impúdica Corte). Pero me indigna y me frustra mucho más que no hayamos avanzado nada contra la impunidad del emérito; contra el descaro y la obscenidad millonaria de su vida paralela, ayer y hoy; regada siempre de dinero y lujo para él y los suyos/as, bastardos (solo tipo A) o no; viviendo siempre por encima de nuestras posibilidades, riéndose de nosotras con falsas quejas por un exilio simulado que le sirve para esconder su fortuna, sus cajas B y la ausencia de escrúpulos suya y de sus cómplices. Me indigna y me repugna, y no hay que ir a Abu Dabi a buscar a esos y esas cómplices, porque siguen aquí al lado.


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