"Para invocar a un demonio, necesitas saber qué nombre tiene". Neuromante (1984), William Gibson
La reunión del 18 de abril de Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, con medio centenar de fiscales de adscripción conservadora, algunos con cargos en el Tribunal Supremo, de la que informó este martes El País, nos pilla a la mayoría con los deberes hechos: la (ultra)derecha sigue instalada cómodamente en el poder judicial con la complicidad indisimulada del Partido Popular y el objetivo no democrático de acabar con cualquier avance progresista en materias como la igualdad, la diversidad o la justicia social.
La obligación de neutralidad política de jueces y fiscales en activo no consiste en no tener ideología o en dejar de votar a un partido u otro, solo faltaba; consiste en mantenerse escrupulosamente al margen de la acción partidista y ejercer las funciones conforme a la ley, no a unos determinados principios y objetivos partidistas. Exactamente lo contrario es lo que se refleja en la conversación de los fiscales que invitan a Feijóo a comer en el hotel Claridge de Madrid, donde sobre todo, Antonio Narváez, magistrado del Tribunal Constitucional hasta hace unos meses, o Consuelo Madrigal, exfiscal general del Estado, dejaron claro que a ellos, lo de la democracia, "ya tal".
Este poder judicial (ultra)conservador y mayoritario, que tiene bloqueada la renovación de su Consejo General, el CGPJ, con la complicidad del PP, no solo desprecia la esencia misma de la democracia, los resultados electorales, sino que pretende hacerse con todas las funciones propias de nuestro Estado de derecho: las legislativas, las ejecutivas y las judiciales y aplicarlas conforme a su ideología de (ultra)derecha. Pueden leer la publicación sobre este encuentro y preocuparse mucho o pueden ignorarlo y pensar que "No es para tanto", en cuyo caso, deberían dar un repaso a sus principios democráticos y a la ética que se exige a quienes deberían representarlos en las instituciones: hemos tocado fondo en la ciénaga del poder judicial. Es cierto que necesitábamos pocas pruebas más para confirmarlo, si tenemos en cuenta todo lo sabido y publicado desde que el bipartidismo PP y PSOE pereció, pero hay hechos que todavía no dejan de sorprendernos, sobre todo, porque pese al malestar general, sigue confirmándose la impunidad con la que actúan los y las antidemócratas y su convicción de que la democracia solo existe si la gobiernan ellos. Paradojas.
Huelga decir que, si yo fuera una comensal de Alberto Núñez Feijóo, nunca me creería sus compromisos, pues el expresidente de la Xunta se debe exclusivamente a quienes le garantizan el poder y esto puede suponer chotearse de Vox en Galicia o rendirse a su programa electoral y mimetizarse con Santiago Abascal en Madrid. Es decir, si Feijóo llega a La Moncloa, puede cumplir las promesas que hizo a los fiscales conservadores o no, ya se irá viendo, aunque el líder del principal partido de la oposición no tiene inconveniente en prometer lo que sea, incluso, saltándose las normas más elementales de la ética política, para que los fiscales convocados le hagan la campaña electoral. Suena obsceno, pero las hemerotecas están llenas de los vaivenes del gallego, sintonizados con los intereses exclusivos de poder institucional, interno y ambos.
La comida de marras, que ocupó la actualidad política del 2 de Mayo junto a la grosería cheli y calculada de Isabel Díaz Ayuso contra Félix Bolaños, el Gobierno español legítimo y sus electores, me ha pillado con el podcast El país de los demonios recién terminado, fresco en mi memoria y reflexiones. El trabajo impecable de Álvaro de Cózar y Eva Lamarca cuenta la historia del fiscal Ignacio Stampa en la operación Tándem contra el comisario José Manuel Villarejo, en particular, y las cloacas del Estado, en general. Pueden -y deben- escucharla en la plataforma Spotify para entender -también- el alcance de la corrupción autoritaria que anida en las entrañas de la (ultra)derecha española, pero no solo.
Los demonios del podcast con el relato asfixiante de Stampa no tienen únicamente que ver con el rechazo a los avances sociales, derechos y libertades públicas, o cualquier cosa que huela a progreso de los comensales que elogiaron a Feijóo el 18 de abril en un comedor del Claridge. El infierno de El país de los demonios es de una dimensión mucho mayor y consiste en un entregado activismo antidemocrático que pulula en la oscuridad de las instituciones judiciales gobernadas férrea y partidistamente por PP y PSOE durante cuatro décadas: nada que pueda alterar ese equilibrio -no fácil, en todo caso, por la histórica y aplastante mayoría judicial (ultra)conservadora que siempre trata de imponerse ante la cobardía y afán de poder de la otra parte- debe interferir en la institución, mucho menos, la profesionalidad, la ética o la decencia, sin más.
No es mi intención destriparles un podcast que merece cada segundo escuchado con atención, solo tratar de que quede muy claro, con este ejemplo descomunal que nos traen De Cózar, Lamarca y el propio Stampa como protagonista y víctima de un poder judicial descompuesto, del que también es responsable el PSOE, que la reunión secreta de Feijóo y los fiscales conservadores -no figuraba en la agenda oficial ni ha sido desmentida-, solo es un síntoma más de la enfermedad de mayor gravedad que padece ahora nuestra democracia: la (bi)partidización férrea de un sistema judicial que, por un lado, ha permitido a la corrupción y a las ideologías antidemocráticas moverse tranquilamente por sus cañerías y, por otro, está llevando al intento de aniquilamiento de los movimientos democráticos que piden avances, sean partidos, asociaciones, ONGs, prensa o particulares. Llamar problemática a la ley trans y pedir su destrucción, llamar "filoetarras" a partidos legales y legitimados con votos, mantener conversaciones sobre una ETA desaparecida, poner en cuestión los procesos electorales, ... La conversación de los fiscales Narváez, Madrigal y otros con Feijóo no tiene desperdicio, pero lo que hay debajo es mucho más profundo y maloliente. Alguien debería abrir ventanas ahí cuanto antes.
Comentarios
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