Dominio público

Y volvimos a caer en la trampa de la (ultra)derecha

Ana Pardo de Vera

Llevo 25 años -lo he dicho ya- ejerciendo este oficio, el "mejor del mundo", según Gabriel García Márquez; con esto coincido a veces y otras veces, no: desde luego, en este momento, preferiría que mi hijo no fuera periodista. Estos días de campaña electoral son esas veces en las que no coincido con Gabo: sigo durante toda la jornada la política y a los partidos -no siempre hay las coincidencias que se suponen a ambos términos-, escribo sobre ellos ... Todo es bastante previsible, incluso los lapsus de Alberto Núñez Feijóo, sobre todo, para gallegos y gallegas.

El último patinazo del líder de la oposición lo vivió en primera persona el pasado lunes un vecino de Torrelavega (Cantabria) que iba en silla de ruedas y pidió al presidente del PP mayor atención a las personas con discapacidad. Feijóo le prometió que si él gobernaba, se reservaría un 7% del empleo público a estos/as ciudadanas. El pasmo fue generalizado cuando la información llegó a las redacciones: la novedosa propuesta del expresidente de la Xunta está en vigor desde 2007, con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa.

Éste sería el nivel y ésta sería la noticia (alto funcionario y expresidente autonómico, candidato a jefe del Gobierno de España, se despista muy a menudo con las leyes, los libros, los lugares o la historia de las religiones) si no fuera porque la (ultra)derecha ha conseguido que el resto de partidos, primero, y los medios de comunicación, después, le compremos el marco de su campaña: la economía no va tan mal; las previsiones van incluso, mejor de lo esperado; España no se hunde ni se rompe por Catalunya; se crea empleo, también con las subidas del salario mínimo; se alcanzan acuerdos con la CEOE, ... Entonces, ETA.

Bastó una portada de ABC diciendo que EH Bildu presentaba a las municipales a 44 exetarras para que todo lo demás (vivienda, sanidad, Justicia, emergencia climática y hasta Eurovisión) se fuera al carallo por el sumidero de la indiferencia. En estrictos términos democráticos, no habría noticia: los candidatos/as de Bildu han cumplidos sus condenas y sus derechos políticos permanecen intactos, porque eso es la democracia. En términos éticos, serían los y las potenciales votantes de la izquierda abertzale (segunda fuerza política en Euskadi) los que tendrían que decidir si votaban o no a quienes pertenecieron a una banda terrorista que desapareció hace doce años y al partido que los reinserta (art. 25.2 de la Constitución Española)


De verdad creía yo que este debate estaba superado y que mejor votos que balas, mejor escaños que armas, mejor el futuro construido "también con Bildu" (Borja Sémper, portavoz del PP), ... En fin, todo eso que decían los líderes políticos de PP y PSOE a los abertzales para pedir la disolución de ETA, ¿recuerdan? Algo expuso en el Senado el presidente del Gobierno este martes a Feijóo y a Javier Maroto ("No me tiemblan las piernas por llegar a acuerdos con Bildu", dijo el exalcalde de Vitoria y hoy portavoz del PP en la Cámara Alta), cuando el líder del PP reprochó a Pedro Sánchez ser "más generoso con los verdugos que con las víctimas". Nada menos.

Bildu anunció este martes que sus candidatos condenados por delitos de sangre, siete de los 44 exintegrantes de ETA, renunciarían a sus concejalías en caso de ser elegidos en las elecciones del 28 de mayo. A los abertzales les interesa seguir siendo decisivos en las políticas del Gobierno de una siguiente legislatura progresista, que se decidirá en noviembre; tampoco desean que PP y Vox gobiernen España y desembarquen con el ordeno y mando por la trasera en Euskadi, donde su representación es minoritaria.

EH Bildu corrigió sus listas pero va a ser difícil que, a estas alturas de campaña y con una (ultra)derecha liderada por un Feijóo desorientado y que pierde puntos por segundos, PP y Vox suelten la presa. Ya lo dijo Isabel Díaz Ayuso en Twitter, y la presidenta de la Comunidad de Madrid sí tiene proyecto: "¿Qué palabra tiene un asesino?". No creerse a Bildu, amenazar con su ilegalización junto a Vox, señalar a los abertzales como etarras y a Sánchez como cómplice ... El fantasma de ETA seguirá en campaña de la mano de la (ultra)derecha y los medios de comunicación que le compren el argumento, por mucho que las hemerotecas dejen en pelotas a PP y Vox, que entonces era PP y lo presidía Manuel Fraga, franquista de pro. Continuarán erre que erre con su matraca inexistente por mucho que digamos a la (ultra)derecha y a sus corifeos que el 11 de marzo de 2004, por ejemplo, tras la masacre de Atocha en Madrid, Arnaldo Otegi dijo la verdad y el Gobierno de José María Aznar en pleno nos mintió: no había sido ETA; y perdieron las elecciones.


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