Vera Koronaki
Miembro del Partido verde griego
Florent Marcellesi
Miembro de Equo
Grecia es un laboratorio a gran escala de la ideología de la austeridad. En los dos últimos años, ha experimentado uno de los periodos más traumáticos de su larga historia a mano de la troika y de su memorándum. Este plan de ajuste de la Comisión europea, del Banco central europeo y del Fondo Monetario internacional ha causado una situación profundamente dolorosa con una tasa de desempleo de más de 20%, encontrándose la mitad de la juventud en paro. Las "personas afortunadas", las que tienen un trabajo, han sufrido varios recortes en sus salarios y trabajan en unas condiciones cada vez peores. Varios tijeretazos en las pensiones, combinados con los recortes en el sistema de salud pública, ha llevado a muchas personas mayores a la miseria, a pasar hambre o, como último gesto de dignidad o de desesperación, al suicidio. Por otro lado, los pequeños comercios y empresas siguen cerrando, en un ciclo económico totalmente depresivo, sin el más mínimo atisbo de recuperación. Por si fuera poco, a nivel ecológico se acentúa la presión para que los inversores extranjeros puedan conquistar sin demasiadas trabas legales los últimos rincones naturales y bienes comunes.
En estos momentos, Grecia no es cualquier país: es donde se decide si dar carpetazo o generalizar en toda Europa el modelo de "privatización de los beneficios y socialización de las pérdidas". Si se generaliza, uno de los próximos en la diana es España, otro de estos PIIGS ("cerdos" en inglés), según el acrónimo que los mercados utilizan—con este especial y nauseabundo sentido del humor financiero— para designar a Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Dicho de otro modo, Grecia, la cuna histórica de nuestro continente, es de nuevo el epicentro del futuro de Europa: sacarla del callejón sin salida es sinónimo de dignidad y esperanza para el conjunto de Europa y su sueño de paz, estabilidad y prosperidad.
Ante todo, Grecia necesita urgentemente una renegociación del memorándum dentro del marco europeo. Esta cuestión de la renegociación —tabú para los poderes económicos y políticos dominantes— no tendría que estar vinculada en ningún momento a la pertenencia de Grecia al euro, y aún menos servir como instrumento de chantaje ante opciones de cambio. Al igual que Estados-Unidos no expulsa del dólar a un estado federado cuando quiebra —como fue el caso de California—, Europa tampoco lo tendría que hacer con uno de sus Estados miembro. Una Europa de la ciudadanía y de los pueblos —los Estados Unidos de Europa, como solía decir Víctor Hugo— implica ante todo una política de solidaridad en tiempos difíciles. Si todos y todas somos europeos, hoy todos y todas somos griegos.
Con esta idea en mente y sin añorar en absoluto los tiempos pre-memorándum, es necesario poner en marcha en Grecia una auditoría independiente para analizar en detalle de dónde viene la deuda acumulada y determinar el monto de la deuda ilegítima. En base a los resultados de esta auditoría y recordando el antecedente de la falsificación de cuentas de Goldman Sachs para que entrara Grecia en el euro, los responsables de la crisis tendrán que responder ante la justicia (apuntemos que, en España, Goldman Sachs es la encargada de revisar las cuentas de Bankia...). Por otro lado, además de una ampliación de plazo hasta 2016 para alcanzar los objetivos fiscales marcados, se requiere una moratoria de tres meses sobre las medidas de austeridad impuestas por el memorándum. En el mismo lapso de tiempo, será necesario presentar un plan alternativo, con metas presupuestarias realistas, para la consolidación de las finanzas públicas, la reconversión verde de la economía real y la creación de empleo, así como para el cambio institucional y estructural hacia una administración pública eficiente, transparente y democrática (es decir, que supere el modelo corrupto instalado por cuarenta años de bipartidismo) y un estado del bienestar decente que cubra en prioridad las necesidades básicas de su ciudadanía y no las deudas de sus acreedores.
Para recobrar capacidad de maniobra presupuestaria, es de sentido común congelar todos los proyectos armamentísticos. Grecia es el quinto comprador de armas del mundo y adquiere más de la mitad de su arsenal a Francia y Alemania, ¡los mismos que le han pedido recortes sociales y ajustes estructurales! A cambio, la Unión Europea se tiene que hacer cargo de la seguridad de las fronteras griegas y dar un paso decisivo hacia la resolución del conflicto en Chipre. De esta manera, es posible fijarse como objetivo para dentro de tres años que los gastos de defensa griegos no excedan la media de los países de la OTAN, incluyendo a Turquía. Si esta política se hubiera implementado entre 1974 y 2010, Grecia habría ahorrado más de 100 mil millones de euros. Además, la lucha contra el fraude fiscal es determinante: se necesita la participación activa de la Unión Europea para conseguir datos exhaustivos de los depósitos griegos en bancos de otros países (como Suiza), controlar propiedades ocultas al fisco y evasiones ilegales de fondos, y obtener datos completos del dinero negro gestionado por compañías europeas en Grecia. Por último, de forma general y aún más en tiempos de crisis, no se entienden los privilegios de la Iglesia ortodoxa. El Estado griego debería dejar de pagar los salarios a sus sacerdotes y debería tasar, como para cualquier otra iglesia, sus numerosas propiedades y terrenos.
Al mismo tiempo, para conseguir salir definitivamente de la crisis, es fundamental un compromiso decidido hacia otro modelo socio-económico. Si bien la austeridad impuesta no es una respuesta adecuada a la situación actual, tampoco lo es la vuelta a las políticas anteriores de ladrillo y de crecimiento económico ilimitado. No bastará con la redistribución de la riqueza dentro del modelo existente de crecimiento: es necesario otro sistema que provea justicia social dentro de los límites ecológicos del planeta. Para llevar a cabo esta política es posible utilizar los 15 mil millones de euros no utilizados de diferentes programas europeos de inversión en Grecia. Estos fondos deben ir hacia la transición ecológica de la economía (el New Deal Verde) combinando cohesión social y protección del medio ambiente. Significa un cambio estructural de la economía para alcanzar una independencia gradual del petróleo y del carbón, revitalizar las zonas rurales y fomentar la agroecología, apoyar la economía local, cooperativa y solidaria (como el fenómeno de las monedas locales en toda Grecia), crear empleo en el sector de las energías renovables, la movilidad sostenible o la rehabilitación de viviendas.
Ante la ideología de la austeridad, las alternativas ecológicas, sociales y solidarias existen en Grecia. De hecho, siempre han existido y seguirán existiendo, en cualquier lugar de Europa.
Comentarios
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