Las procesiones bajo el temporal impregnan de extrañeza estas vacaciones de Semana Santa, del inicio de la primavera. Marcha marzo, arranca el segundo trimestre del 2024, el cual será verdaderamente intenso en lo político, un trimestre electoral primaveral. Tres elecciones en tres meses: vascas en abril; catalanas en mayo; europeas en junio. Las locomotoras de los partidos políticos, a punto; engrasan los ferramentos para una etapa no muy larga, pero sí dura.
En junio tendremos un mapa político esclarecido, un dibujo de cómo queda el reparto de poder tras un 2023 también complejo: las elecciones municipales, autonómicas y generales enseñaron lo contradictorio de un momento político que se caracteriza por la ausencia de claras mayorías en el Estado español. Algo que también se observa en Europa y en un mundo convulso, donde la guerra y el genocidio vuelve a ser protagonista. Un mundo cuyo ya vulnerable statu quo dependerá mucho del resultado de las elecciones norteamericanas del próximo noviembre: Joe Biden o Donald Trump.
Las tres citas electorales del trimestre que entra servirán para conocer en qué estado afrontan el próximo ciclo político los diferentes partidos. En las elecciones al Parlamento Vasco del 21 de abril se esclarecerá la disputa más reñida entre el PNV y EH Bildu que se recuerda. Jetzales y abertzales llegan a la campaña en un empate técnico demoscópico, ambas formaciones aspiran a ser la primera en la contienda, aunque el gobierno autonómico dependerá, con bastantes probabilidades, del PSE. Socialistas y jetzales mantienen una entente estable de varias legislaturas.
En clave estatal, Euskadi tiene también mucha importancia. El PSOE quiere mantenerse en el Gobierno vasco y que el PP no le recorte demasiada distancia. Eso sería una victoria para Ferraz en la permanente disputa contra Génova. El PP pretende, por el contrario, recortar distancias con el PSOE en un feudo muy complicado para los conservadores españolistas. Además, pellizcar en el electorado de Vox para, de este modo, exhibir su hegemonía en el campo de la derecha. Sumar y Podemos, por separado, tienen una prueba relevante en Euskadi: quedarse fuera del Parlamento de Gasteiz ahondaría en una crisis de una izquierda alternativa que hizo el ridículo en Galicia en las elecciones de febrero.
El 12 de mayo Catalunya está llamada a las urnas. El PSC aspira a volver a ser la fuerza más votada y a que las alianzas postelectorales permitan a Salvador Illa ser el próximo president de la Generalitat. Eso sería una gran victoria para Pedro Sánchez, que vería revalidada su estrategia política "por la convivencia" catalana. El PP, con Alejandro Fernández a la cabeza, tiene poco que ganar en un territorio que le suele ser hostil. Aglutinar los votos de la derecha españolista en su constante pelea con los ultras de Vox sería una buena noticia para Alberto Núñez Feijóo, que ha visto cómo Fernández será candidato contra su voluntad.
Comuns, como marca propia de la izquierda alternativa en Catalunya, tiene mucho en juego en estas elecciones: frenar la opa que PSC y ERC hacen a su electorado y convertirse en un actor clave para la gobernabilidad catalana. En definitiva, seguir jugando con buenas cartas en la partida del próximo ciclo político catalán, la clave del cual estará en si el 12 de mayo el independentismo suma o no mayoría absoluta en el Parlament.
Por último, el 9 de junio, toda España está llamada a votar en unas elecciones europeas que son clave por la importancia de la política internacional en un momento histórico tan convulso. La UE tiene en la guerra de Rusia y Ucrania su principal reto. De momento, se ha visto incapaz de ser un actor para la paz y los relatos le convierten, cada vez más, en un agente para la guerra.
En clave interna, será la verdadera batalla PP-PSOE de la primavera, al ser una circunscripción única en todo el Estado que mostrará el verdadero reparto de cartas para el próximo ciclo, la correlación de fuerzas con la que se encara el segundo tramo de una incierta legislatura española. Vox va a un escenario complicado: no pasa por su mejor momento, pero sus aliados ultras internacionales pueden, por el contrario, aumentar su presencia e influencia en el Parlamento Europeo de Bruselas y Estrasburgo.
Sumar y Podemos concurren por separado a unos comicios que son de suma importancia para ambos proyectos. Los de Yolanda Díaz medirán el nivel de apoyo real en pleno proceso de reconfiguración del espacio de las izquierdas; en cierta medida, se aclarará la viabilidad de la hipótesis Sumar. Por su parte, Podemos, con la candidatura liderada por Irene Montero, se juega ni más ni menos que su supervivencia como partido político tras los malos resultados de los últimos comicios en los que ha ido participando.
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