La política catalana es como una enorme coreografía en la que un gran coro de danzantes crea figuras sobre el escenario. Cada cuerpo es una figura en sí mismo, pero todas juntas crean otra mucho más compleja en constante movimiento. La difícil coreografía catalana ha transitado en distintas direcciones durante los últimos años: el procés lo desordenó todo; la reacción al procés se aglutinó en un partido, Ciutadans, que está al borde de la desaparición; buena parte de ese gran caladero de votos se aglutina, sobre todo, en el PSC y no en el PP como en el resto del Estado; lo que desodenó el procés tiende a ordenarse en dos polos: PSC y Junts. Ergo, vamos a una Catalunya más conservadora.
Catalunya, sal a bailar, que lo haces fenomenal. Numerosos serán los análisis que domingo y lunes rellenarán tertulias y portadas, las críticas escénicas tomarán protagonismo una vez caiga el telón y termine el espectáculo. La gobernabilidad de Catalunya, a la vista de las encuestas, será un paso de baile complicado a partir de la semana que viene. Hay mucho en juego, nada más y nada menos que quién dirigirá y hacia dónde se encaminan las políticas públicas de la Generalitat, que afectan directamente a más de ocho millones de habitantes. Además, cada danzante sacará sus propias conclusiones de su función del domingo. Veamos.
La ERC de Oriol Junqueras y Pere Aragonès llega al estreno sin haber cerrado un buen periodo de ensayos. Los resultados no tienen pinta de que vayan a ser buenos en el carrer Calàbria. El partido republicano tocó su techo hasta hoy en las últimas elecciones, cuando consiguió 33 diputados en el Parlament. Su peor resultado desde que se instauró la democracia tras la dictadura franquista ha sido de cinco representantes, en 1984.
Durante distintos comicios, también generales y municipales, ha logrado ser la opción hegemónica catalana e independentista en los últimos años. Ahora regresa su peor pesadilla, el Junts de Carles Puigdemont parece entrar con fuerza desde Francia bailando una sardana. Y el PSC también le roba votos por el flanco izquierdo. La sensatez demostrada por ERC al llevar la política al marco de la negociación con el Estado podría fracasar en las urnas. Las consecuencias internas para el partido republicano son difíciles de prever.
El otro gran polo independentista, el de Junts, resucita: el gen convergente. El bailaor se acerca a proscenio robándole el foco a ERC. Junts tiene actualmente 32 diputados en el Parc de la Ciutadella, pero como proyecto sucesor de la Convergència de tota la vida ha tocado las cotas más altas. Su techo lo logró Jordi Pujol en 1984, nada más y nada menos que 72 escaños. La mayoría absoluta se encuentra en 68.
La coalición de la Convergència de Artur Mas y la ERC de Junqueras de 2015, junto a personas independientes se llamaba Junts Pel Sí y consiguió 62 escaños. Al sumar los escaños de la CUP, la mayoría independentista siguió hasta el 1-O. Junts, que pasaba por un mal momento, volvió a zapatear cuando se hizo imprescindible para sumar mayoría en el Congreso de los Diputados tras los resultados de las generales de julio de 2023.
Salvador Illa tiene todas las papeletas para ser el rey de los portés. Si Puigdemont no le agua la fiesta en el último momento, se llevará el principal premio de la noche del 12. Una victoria del PSC, pero sobre todo si Illa llegara a presidir la Generalitat tras las negociaciones posteriores, sería una gran noticia también para Pedro Sánchez, que podría argumentar que su estrategia de distensión con el independentismo ha valido la pena y bailar un swing.
El PSC fue ya hace tres años la opción más votada en aquellos comicios autonómicos, aunque empató a 33 diputados con ERC. Fueron, precisamente, aquellas elecciones en clave plesbiscitaria (independentismo sí, independentismo no) de 2015 las peores para el PSC, en aquel momento encabezado por Miquel Iceta, que obtuvo solo 13 escaños en el Parlament, y eso que el exministro de Cultura sí que baila fenomenal. La mejor nota socialista fue en 1999, con 52 diputados; aún así, la candidatura de Pasqual Maragall quedó segunda, cuatro por debajo de la de Pujol.
El espacio de la izquierda alternativa confederal ha fluctuado mucho en Catalunya. Al igual que el PSC, suele obtener unos resultados mucho mejores en elecciones generales que en autonómicas. En julio de 2023, por ejemplo, Comuns fue la segunda fuerza tras el PSC, algo que no parece que vaya a lograr este domingo la candidatura de Jéssica Albiach. Este espacio político obtuvo sus mejores resultados en el Parlament en 1980, cuando el PSUC obtuvo 25 actas. El peor, en 1999, ICV logró tres. Esta última legislatura, el grupo de Comuns ha contado con ocho bailarinas entre bambalinas. Frenar las malos actuaciones de Sumar en las últimas exhibiciones, Galicia y Euskadi, es primordial también para Yolanda Díaz, que no se anima con el tangoy.
Decíamos que uno de los fenómenos políticos más relevantes de la Catalunya reciente es Ciutadans. Quien tuvo la capacidad de aglutinar en su seno el descontento con el independentismo durante la época más dura del procés y ganar las elecciones en diciembre de 2017 con 36 diputados encabezados por Inés Arrimadas podría conceder su último baile a Catalunya este domingo con Carlos Carrizosa al frente. Un último baile, y una despedida de los escenarios.
El PP, por su parte, se estalló contra el suelo en 2021 y logró tan solo tres representantes en la cámara catalana, la peor marca del conservadurismo españolista. Con tres no se puede bailar un chotis. Cierto es que comparte espacio político con Ciutadans, que obtuvo 6, y con Vox, que irrumpía en la Ciutadella con 11 escaños. Este domingo, tanto Alberto Núñez Feijóo como Alejandro Fernández esperan recuperar espacio y, sobre todo, adelantar al Vox de Santiago Abascal e Ignacio Garriga. No lograrlo sería un fracaso para el proyecto de Feijóo en clave estatal justo antes de enfrentarse a las europeas.
También hay unos xenófobos de habla catalana que quieren entrar en el Parlament por primera vez. Ojalá no escuchen la música.
Catalunya, sal a bailar.
Comentarios
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