Las piruetas del líder del Partido Popular para no decepcionar a sus muy exigentes socios de la ultraderecha, al mismo tiempo que intenta congraciarse con un supuesto electorado de centro-derecha y presentarse como el presidenciable moderado que (decían) llegó de la Xunta de Galicia, le llevan a dar una de cal y otra de arena, aunque cunde la impresión de que desconoce en qué recipiente vuelca cada cosa.
La semana pasada, Alberto Núñez Feijóo se congratulaba por haber llegado a un acuerdo con el PSOE para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) después de tenernos cinco años largos, muy largos, con el derecho ciudadano a una Justicia independiente hecho unos zorros; y ahí seguimos, porque si las cosas de palacio van despacio, en las dependencias del Poder Judicial se eternizan gracias a las garras de una derecha que, salvo breves espejismos, no dejó de mangonearlo desde que, a finales de los 70, tantos jueces nos honraron acostándose franquistas y levantándose demócratas. Otra cuestión de fe, como tantas en la Transición.
Durante una entrevista en Onda Cero este martes, al presidente del PP le preguntaron por la conformidad de las comunidades y ayuntamientos gobernados por el PP y Vox de aceptar el reparto de los menores migrantes que llegan solos a nuestras costas, que lo son de la Europa también, aunque a veces se nos olvide, sobre todo a la suprainstitucionalidad de la UE. No hace falta tener hijos, sobrinas o niños cerca para ser consciente de que, de entre las personas vulnerables en cualquier escenario, máxime en desplazamientos desesperados a vida o muerte, los y las menores se llevan la peor parte. Por eso, la dureza de los discursos xenófobos y racistas, que tanto éxito van teniendo en las llamadas democracias occidentales, resulta tan insoportable; pese a su previsibilidad, pese a la misma evolución que los que nos llevaron a las crueles guerras en Europa durante el siglo XX. No, no hemos aprendido nada.
Feijóo se ha convertido en una marioneta del lado más oscuro de la ultraderecha que le sostiene el poder municipal y autonómico y este martes se ha despachado con uno de los bulos sobre inmigración más rastrero del universo Alvise: "Las comunidades autónomas del PP están recibiendo todos los menas [menores no acompañados] que le manda el Gobierno y, como usted sabe, en las calles españolas están deambulando inmigrantes que el Gobierno mete en aviones y que después por la noche o a la hora que llegue el avión, los deja en determinados barrios, ciudades o lugares del territorio español". Esto no es nuevo en el PP: apropiarse de las mentiras más denigrantes de la extrema derecha xenófoba y racista es propio de Ayuso también, solo que, según ella, a los migrantes los manda el Ejecutivo en autobús y los abandona en paradas de distintas ciudades.
Menores, niños y niñas solos "deambulando" como zombies por las calles de España; sensación de amenaza, plaga, invasión, colonización, sustitución, hordas de delincuentes ... No son seres humanos, ni para Vox ni para Ayuso ni para Feijóo y ahí empieza todo: nos quitan el dinero, los viajes, el trabajo, la sanidad y la educación, okupan las casas, trafican y consumen droga, violan a nuestras mujeres, roban a los españoles, empapan de violencia todo lo que tocan ... Y así un bulo tras otro. El acrónimo MENA empezó a usarse como un tecnicismo para abreviar el concepto "Menores Extranjeros No Acompañados"; hoy es el término usado machaconamente por el fascismo para deshumanizar a los inmigrantes menores que viajan (un decir) solos/as, engañados o buscando una vida mejor. Feijóo ha tomado la palabra a esos xenófobos trituradores de derechos y la pronuncia sin rubor y con desprecio en programas líderes de audiencia, al mejor estilo de Abascal, mientras trata de convencer a no sé quién de una solidaridad en la que no cree. Al tiempo, crecen los delitos de odio, un 20% más en 2023 que en el año anterior; cuatro de cada diez, delitos de racismo y xenofobia. Pero toma bulo, que tienen que crecer más.
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