Dominio público

Progromos en el Reino Unido 

Ruth Ferrero-Turrión 

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

Protestantes antifascistas en el Reino Unido.- EFE/EPA/NEIL HALL
Protestantes antifascistas en el Reino Unido.- EFE/EPA/NEIL HALL

Los disturbios, que se han desatado como consecuencia de los asesinatos de tres niñas en Southport la semana pasada, se extienden a lo largo y ancho del territorio británico. Liverpool, Bristol, Hull y Manchester son algunas de las ciudades donde se han podido ver los principales progromos contra personas racializadas no blancas. Los enfrentamientos con la policía aún continúan y se extienden por todo el territorio del Reino Unido. Estos violentos disturbios son los peores desde los que acontecieron en 2011, lo que plantean un enorme desafío para el gobierno de laborista de Keir Starmer apenas unas semanas más tarde de llegar al poder. 

Esta situación es el resultado directo de la combinación explosiva de odio, el racismo, xenofobia y desinformación mostrando de manera meridiana como triunfa el discurso de las extremas derechas en las democracias liberales. Unas extremas derechas que aprovechan las emociones de la gente para alcanzar sus objetivos a través de la movilización de la ira, el miedo, la indignación, la ansiedad o incluso la  sorpresa operan de manera eficaz sobre sociedades, en este caso la británica, donde primero ha tenido lugar la destrucción del tejido social a través de la implantación de políticas neoliberales, y después los líderes políticos que las han implantado han señalado con el dedo al otro como enemigo y amenaza y responsable de todos los males. Donde se ha azuzado la lucha del penúltimo contra el último. De esto iba el Brexit. La sociedad británica, pero no solo, es receptiva a cualquier bulo que apunte a los que siempre les han dicho que eran la causa de todos sus males. 

Este contexto, junto con el uso que se está haciendo de redes sociales que permiten nuevas formas de participación fuera de las estructuras organizativas tradicionales y que son utilizadas para esparcir campañas de desinformación sin control, donde los radicales aprovechan para esparcir sus discursos de odio, división y enfrentamiento, el resultado es el que tenemos enfrente. La cuestión del uso de las redes sociales no es un hecho menor especialmente cuando se fusiona con organización de movilizaciones sobre la base de creación de bulos y desinformación por parte de grupos de extrema derecha reaccionaria que ahondan en dinámicas de polarización ya presentes en las sociedades. Las redes sociales tienen la virtualidad de crear lo que se denominan "ecosistemas de información alternativa" que favorecen y promueven la creación de comunidades que permiten responder rápidamente ante cualquier suceso de manera muy rápida, además de ser el instrumento ideal que permite alimentar ideologías conspirativas y negacionistas de todo tipo.  

Los acontecimientos de estos días constatan tres dinámicas que se apuntan también en otras latitudes. La primera la amenaza que supone la expansión de las ideologías de la extrema derecha en las sociedades democráticas. No sólo debemos de fijarnos en los grupúsculos más radicales, también es relevante prestar atención a como la agenda política que ellos defienden es incorporada a los partidos mainstream. El caso de las políticas migratorias es meridiano, puesto que los encargados de poner en marcha y acentuar el modelo securitizador, externalizador que presenta a los flujos migratorios como una amenaza a los modos de vida de nuestras sociedades han sido precisamente los partidos políticos centrales del sistema. En el caso del Reino Unido, la permeabilidad de los discursos racistas y xenófobos acompañados por discursos de odio nunca hubiera tenido tanto alcance sin el debate que se produjo en la sociedad británica durante el Brexit. En segundo lugar, estos mensajes nunca podrían llegar a convencer a la opinión pública de sus virtudes sin la colaboración de voces acreditadas, desde académicos hasta periodistas con cierto alcance mediático que excusan, equiparan o justifican la violencia en este tipo de movilizaciones violentas. Y, por último, el tercer pilar, ya mencionado, el papel que están jugando las redes sociales como difusoras de desinformación ante la perplejidad de los gestores y gobernantes. En el caso del Reino Unido llama especialmente la atención que Elon Musk despidiera a equipos de trabajo que intentaban limitar el discurso del odio en la red social X, o que permita la cuenta de Tommy Robinson, uno de los principales líderes del matonismo político al que estamos asistiendo en Reino Unido. 


Estas dinámicas no están presentes de manera exclusiva en Gran Bretaña sino que se corresponden con dinámicas de alcance global que las refuerzan y alimentan. Se encuentran casos en otros lugares, así, por ejemplo, encontramos antecedentes similares en los disturbios de Chemnitz de 2018 en Alemania o en el mismo asalto al Capitolio en EEUU, por mencionar sólo dos de ellos. El modus operandi es siempre similar, las comunidades creadas se activan y se movilizan rápidamente poniendo en jaque a las autoridades correspondientes. La desinformación hace el resto. 

En España encontramos ya alguna estrategia similar como por ejemplo en el denominado "noviembre nacional" donde la movilización fue muy rápida y siempre a través de canales informales y no jerárquicos. En todo caso, parece imprescindible que para atajar cualquier tipo de movilización violenta como las que hemos visto estos días es importante, en primer lugar, realizar un buen diagnóstico e identificar las potenciales amenazas. El caso de la infiltración de Desokupa entre las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado es un síntoma de algo más serio. No lo perdamos de vista.

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