Escribo el artículo desde un hotel consciente de mi privilegio: más del 35% de las personas que desean viajar en España no pueden por motivos económicos. O aquellas familias que hasta ahora podían, con mucho esfuerzo, alquilar los dos meses de verano un apartamento en la playa y ahora es imposible porque allí, donde habitan los recuerdos y los helados de la infancia, hay un airbnb que triplica el precio por días. También desde mis contradicciones intentamos reutilizar toallas, no dejar la habitación muy desordenada y no nos quejamos por pagar una tasa de 7 euros la noche. Habrá cuñados de los 2000 o haters del 2020 que digan que al igual que los progres no podemos tener iPhone, tampoco podemos viajar. Tengamos el debate. Pero, la realidad es que, a todos, o al menos a mucha gente, nos gusta viajar, aprovechar los pocos días de descanso para desconectar, descubrir nuevos paisajes y aprender de nuevas culturas.
El debate no es sobre comportamientos individuales más o menos acertados. La izquierda debe aprender a no pontificar sobre todo si ello recae de nuevo sobre las clases populares que hasta hace bien poco no pudimos viajar. Mis padres todavía se fueron de viaje de novios a Canarias y, excepto su trabajo en la Francia de la vendimia, no salieron de España hasta cumplidos los 50. Pero, aunque la patronal lo intente ocultar o nos intenten engañar con la prosperidad con titulares escandalosos como que 'la Comunitat Valenciana rozará el lleno absoluto en un puente clave para endulzar la temporada turística' o nos bombardeen con el éxito de batir récords (de calor incluido), el debate está en las calles.
Somos una sociedad consciente que no vivimos del turismo, sino que el turismo vive de nosotros. Una industria intensiva en recursos humanos y naturales que nos empobrece, desdibuja culturalmente y contamina. En febrero propusimos un Pacto de Estado por un Turismo Justo, Sostenible e Inclusivo en el Congreso, pero el bipartidismo lo tumbó acusándonos de turismofobia y confundiendo la opinión del sector con la de la patronal o su lobby. Hasta la fecha -en septiembre volveremos a intentarlo- han evitado cualquier debate con la excusa de que es un sector económico clave y lo podemos dañar con las malas noticias. Bien, creo que todos nos hemos hartado de ver videos y noticias en redes sociales y medios sobre las externalidades negativas del turismo de masas en nuestros barrios y pueblos. No hay excusas, señorías del PP y PSOE. Y, sobre todo, porque ya 3 de cada 5 turistas miran si hay olas de calor, sequía u otros episodios climáticos antes de escoger destino turístico.
La única forma de proteger el sector económico de que surja de verdad turismofobia, es aprovechar el BOE y abandonar el salvaje oeste que todo lo devora. Si tienen dudas miren la tasa de exclusión social y empobrecimiento de las comarcas más turísticas como la Marina. Casi un 18% más que la media estatal. O los salarios de la hostelería (sin contar sus horas extra) son los más bajos de todos los sectores. O como se han disparado los alquileres en las ciudades más turísticas hasta ser imposibles. O la saturación de las urgencias médicas.
La izquierda no debe ser regañona, y cualquier medida que implementemos debe ser justa para la mayoría social, pero no debemos olvidar que para que haya libertad debemos proteger antes los derechos. Sin casa, sin salarios dignos, sin buenos servicios públicos, sin planeta... Vaya, sin cotidianidad y calidad de vida poco sentido tiene todo lo demás. Aunque viajar pueda ser maravilloso. Para ello, en septiembre debemos terminar, de forma real, con las golden visa y regular de forma muy restrictiva los apartamentos turísticos, el alquiler de temporada y bajar el precio de los bajos comerciales para garantizar que la gente podamos vivir en los barrios. También, debemos continuar con la subida de salarios, reducir la jornada laboral y cerrar los centros comerciales los domingos.
Sin duda, defender nuestros barrios y tiempo para disfrutar de ellos será nuestra mayor revolución. Barrios singulares, con sabores propios, lenguas y cultura propia, con patrimonio protegido y buenos museos. Ahora, desgraciadamente, viajar ha perdido encanto porque es difícil, entre tanta franquicia, saber donde estamos. Y, finalmente, es fundamental proteger nuestra salud y el planeta. Para ello, en septiembre, hay que implementar el acuerdo de sustituir vuelos cortos, restringir la llegada masiva de cruceristas y prohibir la masificación en joyas de la biosfera como la illa de Tabarca. Tenemos mucho trabajo, urge luchar contra el empobrecimiento, la desigualdad, la soledad no deseada, la homogeneización cultural, el cambio climático y la contaminación... Pero para ello debemos coger energía y desconectar un par de semanas. ¡Nos vemos en septiembre!
Comentarios
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