La precariedad y la desigualdad son una estrategia, una forma de entender y marcar las relaciones laborales. Reconocer derechos, garantías, impulsar un mercado más justo, estable y con mejores sueldos también es una estrategia, y los datos tras la última reforma laboral dan muchas razones para el optimismo. Han cambiado fundamentos que muchos definían como característicos de la estructura productiva española.
Seguimos batiendo récords de afiliades a la Seguridad Social, sigue bajando el desempleo, crece la contratación indefinida a un ritmo que no habíamos visto jamás, estamos laboralizando y reconociendo derechos a colectivos hasta ahora olvidados como las trabajadoras del hogar, devolviendo el poder a la negociación colectiva y subiendo el salario mínimo y recortando brechas. Son muchos avances que constituyen una senda hacia un mercado de trabajo más democrático, menos desigual y más justo, y ha llegado el momento de abordar otros aspectos estancados para la gran mayoría desde hace demasiado.
Nos hemos ganado dar un salto, y hay que darlo en algo tan valioso como es el tiempo. Tiempo para vivir, querer, dormir, estudiar, ir a comprar, ver a hijos o amigas o para no hacer nada. Reducir la jornada laboral sin perder salario, porque repartir el tiempo es repartir la riqueza que generamos y una gran oportunidad para transformar un sistema que nos enferma y se agota.
El viejo esquema de 8 horas para dormir, 8h para trabajar y 8h para el ocio ni se cumple ni nos vale, menos en una época de continuos avances tecnológicos.
Ya sabemos que la tecnología o la mejora de la productividad por sí solas no tienen porqué suponer una mejora en la calidad de vida (tampoco una condena). Son herramientas que debemos gobernar hacia metas concretas, y gobernar es hacer política. Fortalecer el Estado del Bienestar, reducir las desigualdades, reorganizar la vida y la sociedad para ser más libres y gozar de mayor bienestar es nuestra meta.
Europa puede avanzar hacia sociedades autoritarias con unas élites aún más ricas y una mayoría más empobrecida, rompiendo los frágiles equilibrios y dejando atrás las ya ascuas del contrato social. Las medidas neoliberales o iliberales como ahogar y privatizar los servicios públicos van en esta dirección. También el líder de la patronal CEOE Antonio Garamendi proponiendo que las empresas dejen de pagar las cotizaciones sociales.
No es una profecía inevitable, es la estrategia insolidaria y reaccionaria de quienes no están cumpliendo su parte del contrato. Quieren que paguemos las facturas de su última gran fiesta, una fiesta contra la humanidad y el planeta del 1% riéndose y aplastando al 99%.
Estamos viviendo una negociación sobre qué modelo social se impone, y va mucho más allá de una reunión. Esta negociación es de país y nos incluye a todas.
La revolución conservadora y neoliberal de los años 80 nos ha llevado a un estancamiento de los salarios desde entonces. No suben suficiente y no llegamos.
En España desde 1983 la productividad real por hora ha crecido un 54%. Mientras, los salarios no han subido ni de lejos al mismo ritmo y la jornada máxima no ha bajado de forma universal desde entonces.
Sucesivos estudios demuestran una relación positiva entre reducir la jornada sin perder salario y el aumento de productividad, en la industria por ejemplo la productividad por hora disminuye cuando las jornadas laborales son más largas. Hay estudios que muestran cómo baja la productividad a medida que se van acumulando horas en los trabajadores y trabajadoras de los call-centers.
Los trabajadores no hemos dejado de ser más y más productivos desde los años 80, y los últimos años hay un estancamiento, sí, pero debido a un modelo caduco de precariedad y bajo valor añadido. Llevamos 40 años generando más y más riqueza con nuestro esfuerzo y no nos llega casi nada.
Francia redujo su jornada laboral un 10% en el año 2000. Año 2000, sí. Pasaron de las 39h a las 35h. Francia siguió con su tendencia de crecimiento, y su productividad está más de 22 puntos por encima de la española. No hace falta trabajar tantas horas, lo irónico es que mejoramos nuestro rendimiento cuando estamos descansadas, y la empresa se ve beneficiada. ¿Quién se podía imaginar que cuando dormimos y tenemos tiempo libre curramos mejor, más a gusto y además somos más creativas?
No solo no están repartiendo apenas nada de la riqueza que generamos, es que el cuento de que "los derechos eran privilegios que la empresa no se podía permitir porque si no salíamos demasiado caros, no tendrían beneficios y las empresas tendrían que cerrar" es falso. De Thatcher a Garamendi, o mentían o se equivocaban, porque la mejora de la calidad en el empleo apunta a mayores incrementos de la productividad, lo plantea hasta la CEOE. Vivir mejor, trabajar menos y tener más derechos no sólo es plenamente compatible con seguir mejorando la productividad, es que es condición necesaria. Trabajando menos horas generamos más riqueza.
Pero no solo son números, reducir la jornada sin perder salario es una medida que reduce la desigualdad, mejora la salud, es feminista y ecologista. Mejora la salud física y mental, ayuda a una distribución más equitativa de las tareas de cuidados, fomenta patrones de movilidad más sostenibles y reduce desplazamientos. Es calidad de vida.
También ayuda a que podamos ejercer derechos o actividades que requieren tiempo, como disfrutar de la cultura, el deporte, el consumo responsable, las compras de proximidad o la participación política y ciudadana.
Lo decía el clásico, es importante volver a pensar en el potencial del tiempo libre y en una automatización bien dirigida. Keynes defendía en 1930 que hoy tendríamos una jornada laboral de 15 horas. En 2024, debemos avanzar hacia las 32h de jornada laboral y no puede ser un derecho exclusivo de quienes tienen más fuerza para negociar. Trabajar menos de 40 horas debe ser ley y realidad para las más precarias o para la pequeña y mediana empresa. Para todos los profesionales, los que trabajan en las cajas de un supermercado, transportistas, y profesiones que requieren otras cualificaciones. Todos y todas nos hemos ganado reducir la jornada sin perder salario, nos lo deben y es un debate ganador.
Era imposible subir el salario mínimo, era imposible recuperar derechos, era imposible reducir la temporalidad, y todo ello hoy es una realidad. Sí hay alternativa, siempre la hubo.
Comentarios
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