La invasión del Líbano ha comenzado. Como en Gaza, primero fueron los bombardeos, luego el ablandamiento del terreno siguiendo la doctrina Dahiya inaugurada en 2006 en uno de los barrios que en esta ocasión también han sido de los más castigados. Tras la explosión en remoto de buscas primero y walkie-talkies después, luego vendría la mayor campaña aérea de Israel en años. La fuerza israelí atacó más de 1300 objetivos en el Líbano, pero especialmente en el sur. Luego vendría el asesinato de Nasrallah y el descabezamiento de la cúpula de Hezbolá tras una orden dada desde la sede de Naciones Unidas, con el lanzamiento de bombas antibunke que hundieron edificios enteros reduciéndolos a escombros. Mil muertos en pocos días. La vida vale poco estos días en Beirut. Todos son potenciales terroristas dicen muchos.
"La siguiente fase de la guerra contra Hezbolá comenzará pronto" anunció este lunes el ministro de defensa hebreo, Yoav Gallant. El objetivo declarado, asegurar el regreso de la población israelí al sur del Líbano; del que no hablan, la destrucción. "Utilizaremos todos los medios que sean necesario: por tierra, mar y aire" aseguró.
Y dicho y hecho. Los israelíes ya tienen sobre el terreno a la 98 división de tropas aerotransportadas con mucha experiencia en combate. También han activado a los reservistas del Comando Norte. El objetivo, la erradicación de Hezbolá. Al igual que antes en Gaza con Hamas, ahora volverán a entrar a sangre y fuego. La cuestión es cómo pretenden acabar con una organización con un fuerte arraigo en la sociedad libanesa y que, de facto, constituye un Estado paralelo.
Los expertos militares hablan de cuatro escenarios. El primero, un ataque rápido y en masa, atacar los misiles y centros de mando de Hezbolá sería hacer aquello para lo que Hezbolá ha entrenado y que ya ha probado en combate en Siria. El segundo, apostar por la disidencia y el conflicto civil en el Líbano. Aprovechar el malestar con Hezbolá de parte de la población mantendría a la organización ocupada, pero esto es a largo plazo, no sirve a los propósitos últimos de Netanyahu que quiere una victoria y la quiere ya.
El tercero sería la creación de una zona de amortiguación para alejar a Hezbolá de la frontera con Israel. Complicado. Para poder tener este buffer Israel necesitaría ocupar el terreno, un terreno montañoso y propicio para las emboscadas. Ahí se pergeñó la derrota de Israel del año 2006. No volverán a cometer el mismo error.
El cuarto derivaría del anterior. Tener controlada una zona de amortiguación significaría además estar expuestos a los cohetes de Hezbolá, lo que les obligaría a ampliarla y, eventualmente, a controlar todo el territorio libanés. Israel podría quedar empantanado, de tal manera que el Líbano se convirtiera en su Vietnam o Afganistán.
Y mientras estos son los escenarios que se dibujan en el horizonte, la comunidad internacional observa. Los EEUU están informados de estas acciones casi al minuto y callan. O peor, dicen que buscan la paz y mandan armas para ayudar a Israel a continuar con su propósito de aniquilar a todos los que dice "amenazan" su seguridad.
El mundo árabe dividido contiene la respiración. Irán aguanta para evitar una confrontación que le llevaría a buen seguro al desastre. Los países del Golfo disfrutan viendo como su mortal enemigo se desfonda.
Para Israel parar la matanza no es una opción porque sin la guerra está perdido. Sin guerra el relato de la seguridad de Israel no tiene sentido. Le interesa que el mundo cuente la historia de los buenos contra los malos y por eso continúa su mortal escalada. Sin la narrativa de la victimización del pueblo de Israel acosado por sus enemigos, no puede ganar. Por eso, seamos francos, Israel busca desesperadamente una escalada que incluya a Irán y con ello a los EEUU, ahí sí que gana Tel Aviv. Sin guerra, pierde su relato, se activaría el derecho internacional, la Corte Penal Internacional podría funcionar y ahí no ganarían ni Netanyahu ni sus secuaces.
El conflicto escala regionalmente y nadie lo evita. Europa calla, será su karma. Todos miran a EEUU, pero Washington tampoco hará nada. Las vidas en Oriente Medio son prescindibles. Cuando queramos reaccionar será ya muy tarde, como lo es para los más de 40.000 muertos de Gaza.
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