Dominio público

Se va el Papa, vuelve el hombre

Raquel Tejón

Profesora de Derecho Eclesiástico del Estado y Libertades Públicas de la Universidad Carlos III de Madrid

Raquel Tejón
Profesora de Derecho Eclesiástico del Estado y Libertades Públicas de la Universidad Carlos III de Madrid

El Papa teólogo ha desempolvado uno de los cánones nunca usados por sus antecesores en los últimos cuatro siglos y ha decidido renunciar. El Código de Derecho Canónico de 1983 contempla esta posibilidad, estableciendo dos únicos requisitos para la validez de la renuncia: que sea libre y que se manifieste formalmente. Nada más, pues en consonancia con su papel de "Pontifex Maximus", el Código afirma que no es necesario que esta renuncia sea aceptada por nadie. Por eso, sin esperar su beneplácito, porque no lo necesita, ha aprovechado la reunión de los cardenales en un consistorio ordinario, para comunicarles, en latín, su decisión. El talante absolutamente conservador que ha caracterizado todo su pontificado se ha dejado ver incluso en el modo de anunciar su despedida.

La noticia ha sorprendido a todos y afectado a algunos, pese a que el Pontífice  había dado pistas hace un par de años, con motivo de la publicación de uno de sus libros. El nombre elegido para su papado por un estudioso de la Historia de la Iglesia podría ser también indicativo, pues parece que es el tercer Benedicto que declina seguir al frente de la Iglesia católica.

La razón alegada, la falta de fuerzas suficientes para ejercer adecuadamente su labor, debida a la edad. Con ello se pone de manifiesto que la decisión ha sido adoptada de manera "libre" y "consciente", al menos en plenitud de facultades psíquicas e intelectuales. Otras razones obvias para todos, las intrigas y luchas de poder con las que parecen desayunar cada día los habitantes del Vaticano, no han sido mencionadas aunque ya fueron destapadas por su ex–secretario en esos "últimos meses" que, en palabras de Benedicto XVI, han disminuido su "vigor" hasta el punto de considerarse incapaz para ejercer el ministerio que le fue encomendado.

Tanto el Pontífice como el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, han hecho referencia a la conciencia del Papa para pedir respeto a su decisión personal. Y es que todos, incluidos los papas, somos titulares de ese derecho, la libertad de conciencia, que a muchos nos permite manifestar, desde el respeto, nuestra total falta de coincidencia con la doctrina católica.

Una vez que la renuncia se haga efectiva, comenzará un periodo que el Derecho canónico denomina "sede vacante", en el que Tarsicio Bertone deberá preparar el cónclave que se celebrará en la Capilla Sextina, con toda probabilidad el próximo mes de marzo, en el que será elegido el nuevo Obispo de Roma. El procedimiento para la elección es el mismo que en el caso de fallecimiento del Papa y la decisión debe ser adoptada por los electores del colegio cardenalicio, que en la actualidad son 118 (67 de estos cardenales han sido nombrados por Benedicto XVI y 51 fueron nombrados por Juan Pablo II).

Hasta entonces asistiremos a las incesantes apuestas sobre el nombre, el continente de origen o la nacionalidad del nuevo Pontífice, y las discusiones sobre si triunfará la curia italiana o tendremos un papa reformista.

Pero sea cual sea el nombre al que preceda la fumata blanca a la que asistiremos en breve, todo parece indicar que la Iglesia católica continuará caracterizándose por su enorme capacidad para vivir de espaldas a la sociedad. En otras palabras, salvo milagro, aunque en este foro todo cabe, la Iglesia, lejos de preocuparse por buscar una solución a los continuos retos y desafíos que le plantean sus creyentes, probablemente mantendrá su posición inamovible en cuestiones tan relevantes como la homosexualidad, la familia, el papel de la mujer dentro y fuera de la Iglesia, el aborto, la eutanasia o la investigación con células madre. Tampoco hay indicios que apunten a que variará su manera de actuar (o mejor, de no actuar) ante los casos de pederastia en los que se ven involucrados algunos miembros del clero y que no pueden ser zanjados pidiendo disculpas a los afectados.

En todo caso, queda claro que el 28 de febrero a las 20.00 horas se va el Papa Benedicto XVI, llevándose con él al buey y la mula, y vuelve Joseph Ratizger, el teólogo e intelectual. A buen seguro que, siempre que su salud se lo permita, Ratzinger seguirá ejerciendo de defensor de la ortodoxia católica desde su retiro en un monasterio de clausura cercano al Vaticano y nos seguirá haciendo partícipes, a través de sus escritos, de sus posiciones conservadoras a la hora de interpretar la doctrina, esas  mismas posiciones que le llevaron a condenar la Teología de la Liberación hace muchos años.

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