Dominio público

Encrucijada para la dirección socialista

Antonio Antón

Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

Antonio Antón
Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

Derrotar la política de austeridad, acabar con la hegemonía institucional de las derechas e impulsar una dinámica de cambio social y político del conjunto de las izquierdas y fuerzas progresistas son desafíos inmediatos para imprimir un giro más equitativo a la política socioeconómica y una democratización de las instituciones políticas. La forma de abordarlo constituye una encrucijada política, en particular, para la dirección socialista.

Los dos próximos años, con la prolongación de las graves consecuencias sociales de la crisis y la deseable persistencia de una corriente social crítica, ofrecen una calendario electoral (elecciones europeas en la primavera del año 2014, elecciones municipales y autonómicas en la primavera del 2015 y, si no se adelantan, elecciones generales en el otoño de 2015) donde se van a plasmar las posibilidades y el alcance de un cambio político e institucional favorable a las izquierdas. Se trata de un escoger un camino que facilite un cambio de orientación hacia una gestión más justa y democrática que asegure una salida progresista a la actual crisis sistémica. Las dos opciones básicas son: el continuismo, aun con leves modificaciones, de la austeridad y el bloqueo institucional con hegemonía liberal-conservadora, reforzada por la posible victoria electoral de Merkel; o el refuerzo de la deslegitimación de la política de ajustes y recortes sociales y sus gestores políticos, consolidando un campo sociopolítico progresista que dé soporte a un giro político e institucional.

El desafío corresponde a todos los sectores progresistas, sociales, sindicales y políticos. En particular, por su peso institucional y representativo, afecta especialmente a la dirección del PSOE, que está debatiendo su estrategia a definir en su próxima conferencia programática en noviembre. Su orientación va a influir no solo en su capacidad para incrementar o no la confianza ciudadana en su proyecto y remontar la desafección popular; también va a condicionar la viabilidad de una alternativa de cambio institucional y gubernamental y el carácter de la misma.

Básicamente, y dejando al margen el importante debate sobre el encaje territorial, se presentan dos estrategias posibles. Confiar en la alternancia, o apostar por una alternativa de progreso. Ambas con la confianza en el desgaste electoral del PP. La segunda, apuntada antes, supone una reorientación profunda de las políticas y liderazgos socialistas. La primera, que es actualmente la dominante, busca recomponer y ampliar sus apoyos electorales con leves cambios programáticos y organizativos; es decir, conseguir ser eje del cambio gubernamental mirando prioritariamente al electorado y a las fuerzas políticas ‘centristas’ (derechas nacionalistas e, incluso, UPyD, aunque ambas cosas son difíciles de compatibilizar). Ese énfasis en mirar al centro político, típico de la política de Tercera Vía, no ha sido capaz de establecer una vía diferenciada de la derecha y ha demostrado sus límites electorales. No se trata de desconsiderar, al contrario, la necesidad de conformar mayorías sociales y electorales, de centro-izquierda y de izquierda, que son imprescindibles para un cambio gubernamental.

 Dificultades para la renovación programática y de liderazgo de la dirección socialista

La cuestión es que esa posición va acompañada del discurso de la responsabilidad (institucional y no ante sus compromisos sociales) o el consenso y el sentido de Estado (con las élites económicas y financieras, no con el contrato social con la mayoría ciudadana). Es una estrategia que intenta legitimar el insuficiente distanciamiento de la política económica liberal hegemónica en la UE, esconder el peso de sus vínculos con el poder económico y financiero, renunciar a una gestión progresista y mantener el desdén por la vinculación con los sectores críticos y de izquierda. Infravalora, particularmente en el ámbito estatal, la unidad de las izquierdas, esperando su fragmentación y debilitamiento y, en todo caso, su subordinación para un apoyo instrumental a su estrategia. Y son los aspectos a cambiar aunque, evidentemente, generen incertidumbres en sus relaciones con los poderosos y las élites institucionales europeas.

Entre gente progresista es más cómoda la oposición a la derecha; la erosión de su legitimidad es fundamental, y ya se ha iniciado. Pero existen algunas dificultades y límites a ese proyecto socialista de alternancia institucional. A tenor de las encuestas de opinión, la mayoría de la sociedad todavía no perdona al aparato del PSOE por su anterior gestión gubernamental de la crisis y no se fía tampoco de él. Persiste una desconfianza masiva en sus líderes y hay falta de credibilidad sobre su hipotética renovación y su alcance. No hay expectativas de una reorientación y regeneración profunda de su papel de representación, mediación y gestión.

No se trata simplemente de recordar el pasado, sino de destacar la falta de credibilidad de la actual dirección socialista para encabezar una oposición a la austeridad y promover una profunda renovación de su política, sus discursos y sus liderazgos. Se le presentan unos dilemas cuyo desenlace no está claro, pero que, de momento, no garantiza sus objetivos explícitos de recuperar e incrementar la confianza popular en su gestión.

Por tanto, es pertinente tratar las dificultades para la renovación programática y de liderazgo del aparato del PSOE, los dilemas que se abren para su recuperación representativa y electoral y la importancia de un giro de su perfil, más social y democrático. Aparece una paradoja: combinar, por un lado, la construcción unitaria de un bloque social y electoral capaz de derrotar a las derechas y su política de austeridad, y por otro lado, ejercer un sano y equilibrado debate sobre las dificultades y deficiencias existentes, particularmente en la dirección del partido socialista, para intentar superarlas y fortalecer las posibilidades de cambio.

Así, es relevante la orientación del partido socialista (ocasión habrá para seguir con los distintos agentes sociales y políticos) en la medida que, por una parte, ha tenido fuertes responsabilidades institucionales y ha abierto un calendario de debate y renovación interna y, por otra parte, mantiene una amplia representatividad entre la ciudadanía, a tener en cuenta para el cambio político e institucional.

En definitiva, se trata de participar en la discusión colectiva sobre qué vías son apropiadas para reorientar la acción política y acabar con la hegemonía institucional de las derechas.

Más Noticias