Dominio público

El dilema del PP: ¿Obama o McCain?

Joan Garí

JOAN GARÍ
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El espejo político americano, visto desde Europa, es necesariamente deforme. A veces vira hacia lo cóncavo y, en ocasiones, se instala en lo convexo. Y esto es así porque, como todo el mundo sabe, el bipartidismo existente en aquel país no se corresponde con la clásica dicotomía –tan presente en Europa- entre la izquierda y la derecha. No se puede considerar en puridad al Partido Demócrata como un partido socialdemócrata, de acuerdo con las pautas del viejo continente, pero sería igualmente engañoso etiquetar al Partido Republicano de formación conservadora a la usanza europea. En realidad, los republicanos son derechistas hasta los tuétanos, y no se privan de regodearse en lo que nosotros llamaríamos, sin dudarlo un instante, extrema derecha. A los demócratas les cabe, en cambio, el honor (digámoslo así) de servir de refugio a todas las otras sensibilidades políticas más allá del fundamentalismo reaccionario. Una suerte de derecha liberal con espacio para matices de izquierda clásica (como lo que representaría el senador Ted Kennedy), aunque sin deslizarse nunca hacia los "ismos" satanizados en el gigante capitalista (socialismo, comunismo).

En ese contexto, es especialmente revelador escuchar a los políticos europeos –o, en este caso, españoles- cuando intentan homologar sus respectivas ideologías con la particular realidad norteamericana. No constituye ninguna sorpresa el hecho de que el PSOE, por ejemplo, cifre todas sus esperanzas en Obama (como hace cuatro años, por cierto, las depositó en John Kerry, que en paz descanse). Pero, ¿Y el PP? El PP tiene una papeleta mucho más difícil. La lógica reclamaría una identificación con los republicanos y, sin embargo, las distintas voces que se han manifestado al respecto han configurado un espectro muy variopinto. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, no ha dudado en alinearse con McCain, muy en la línea de lo que se esperaría de ella. Otras voces, en cambio –González Pons, por ejemplo-, han preferido claramente a Obama. En sus palabras: "Barak Obama nos ha enseñado una manera diferente de hacer política que en la vieja Europa deberíamos comprender con rapidez". Noten ustedes el entusiasmo. Y noten también que González Pons no es un militante cualquiera: es el flamante protavoz de los conservadores hispánicos.

¿El PP, partidario de Obama? A un partido triplemente presidido por Fraga, por Aznar y por Rajoy uno se lo imagina más bien emulando a Aguirre. De Aznar ya conocemos su apego a la ideología –y los modales- de Bush, Fraga está en otra onda y Rajoy... Rajoy, muy prudentemente, no se ha pronunciado. Ni con Obama ni con McCain. Ni con Aguirre ni con González Pons, sino todo lo contrario. El sistema gallego, en fin: "¿Quiénes hemos ganado?"

Hay que reconocer, con todo, que McCain defiende, al fin y al cabo, los postulados conservadores tradicionales. Pero, por si fuera poco, ahora tiene la inestimable ayuda de esa controvertida ultra que ha elegido para vicepresidenta, Sarah Palin. Palin tiene estirpe de gran dama derechista: contraria al aborto, favorable a la proliferación de armas de fuego, contraria a salir de Irak, favorable a perforar Alaska para sacar petróleo. ¿Entonces?

Entonces hay que contemplar dos variables. Por un lado, el factor radical de cambio –puro márqueting- que representa la elección de un afroamericano como candidato a presidente. Ningún partido en su sano juicio renunciaría a esa fácil homologación para sus propios postulados. Obama representa la novedad, el cambio, la frescura y el revulsivo.

Por otro lado, hay que comprender al PP, o a parte de sus cuadros. Ellos no quieren ser "de derechas". Quizá Aguirre sí, pero otros no. Llevan tatuado ese estigma en lo profundo de su ADN y, sin embargo, la parte racional de su personalidad clama por renunciar a esa molesta etiqueta. De ahí Obama.

Para entender que significa Obama en Estados Unidos, sin embargo, hay que traducir. Estoy convencido de que lo propio, en España, sería, por ejemplo, que un catalán –¡y catalanista!- optara a La Moncloa. Ese es el ejemplo que le falta a González Pons, ese hombre tan pizpireto (y tan catalanófobo). ¿Qué diría el PP si la izquierda presentara, por ejemplo, a Carme Chacón para presidir este país? Eso sí que sería "una manera diferente de hacer política", para qué vamos a engañarnos.

Por eso es importante que no cundan los mimetismos fáciles. Es comprensible que algunos militantes del PP no se reconozcan en ese espejo USA poblado por energúmenos partidarios de usar la Biblia para disparar y el rifle para rezar, ni quieran avalar un sistema donde la sanidad es un negocio y la educación un desastre sin paliativos. Pero entonces el problema está instalado en el núcleo duro de ese partido. Son ellos los que tienen que decidir si quieren parecerse a la derecha civilizada que puede representar Obama o al extremismo fósil del duo McCain/Palin.

En realidad, ser español de derechas y proclamarse fan de Obama sólo oculta una radical incapacidad de autodefinición. No se puede ser negro los domingos y racista el resto de la semana.a

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