Dominio público

Iberoamérica: la herencia africana

Luis Beltrán

Luis Beltrán

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En los inicios del siglo XXI, no deja de sorprender que, tanto en la percepción generalizada que se tiene de Iberoamérica como en los numerosos estudios realizados por destacados especialistas, se persevere, no con poca tenacidad, en reducir a un binomio los protagonistas de la historia y de la realidad socio-cultural de estas naciones.
Aunque se tenga asumido que en la América ibérica se produjo un encuentro de dos mundos o civilizaciones (europea e indoamericana), ello correspondería únicamente a un brevísimo período, a partir del desembarco de Cristóbal Colón en las Antillas. Muy pronto, entonces, se incorporaría al Nuevo Mundo un tercer elemento poblacional, el negroafricano, separado violentamente de su pueblo y trasladado como esclavo a las colonias ibéricas y europeas del continente americano, aportando no solo su obligado trabajo, sino asimismo –aunque se tienda a no querer reconocerlo– sus ricas culturas. En realidad, el encuentro es, en definitiva, de tres civilizaciones.
A pesar de que este valioso legado en población, trabajo gratuito y cultura esté ampliamente documentado, la injusta omisión parece haber condenado sin remisión la africanía o patrimonio cultural afroiberoamericano no ya a su invisibilidad, sino nada menos que a su supuesta inexistencia.
El casi infranqueable muro que se yergue ante la africanía y los afrodescendientes podría quizás emanar de un persistente desconocimiento o bien ser una consecuencia de prejuicios frente a civilizaciones diferentes, lo que conduciría a pensar que el esclavo africano no fuese un portador válido de valores culturales. Tal es la situación en algunos países, donde, por ejemplo, se responde incluso con perplejidad ante una alusión a la impronta africana: "Pero si en este país no hay negros!"
Claro está que esa pretendida participación negroafricana en la construcción de la cultura iberoamericana podría ser fruto de algunos iluminados o basarse en falsas premisas, a lo que ciertamente contribuiría la exigua bibliografía española y en español. Por ello, convendría señalar algunas de sus manifestaciones.
Deportados africanos
Está fuera de toda duda que entre los siglos XVI y XIX llegaron a las costas americanas millones de deportados africanos en dramáticas condiciones. Gran parte de la actual población afrodescendiente procede de esos contingentes de valientes, sufridos y generosos hombres y mujeres, entre los que se cuentan próceres, líderes, presidentes, intelectuales, santos, artistas, deportistas y a los que en un día no muy lejano habría que rendir un más que merecido homenaje, una vez recobrada la memoria después de tan prolongado letargo amnésico.

La población afrodescendiente existe: quienes visiten la costa colombiana y ecuatoriana del Pacífico o la caribeña centroamericana creerán encontrarse en algún país subsahariano. ¿Serán entonces visibles? Al menos lo son ahora para instituciones internacionales –encabezadas por la UNESCO ya desde los años sesenta– y para los ordenamientos jurídicos de ciertos países (Colombia, México, Ecuador, Nicaragua, Brasil, etc.), empezando por la Constitución colombiana de 1991, que equipara las comunidades negras a las indígenas, asistiendo actualmente a la movilización de sectores afrodescendientes desde Argentina a México, incluyendo España.
Ahora bien, ¿a qué aportaciones nos referimos? Mencionada la poblacional; tenemos su gratuita contribución laboral (minería, plantaciones, doméstica, etc.), o sea, su forzada contribución como esclavos al desarrollo de Europa y de América, todo ello también documentado en los archivos coloniales, siendo el aspecto más estudiado en España. Sin embargo, habría que resaltar más la importancia numérica y cultural de la población libre de color, que supera a la esclava en el siglo XVIII.
En el ámbito cultural, surgen no pocas reticencias para admitir la aculturación negroafricana, citando en primer lugar su contribución en el léxico del español con los africanismos, de lo que se ocupa la denominada lingüística afro-hispánica.
La poesía negrista constituyó la vanguardia de la hoy llamada literatura afro-hispánica y, por algunos, afrorrealismo, que trata de la africanía y de los afrodescendientes, pudiéndose añadir la vinculación de la décima así como de las payadas argentinas.
Música, ritmos y bailes
Los cultos sincréticos afroiberoamericanos constituyeron un mecanismo de supervivencia para una población tan desamparada y una manera de conservar en una sociedad de hegemonía católica las creencias y valores africanos, pero, como resultado del contacto y de la necesidad, interactuaron creencias, ritos y lenguas.
La música, los ritmos y los bailes afroiberoamericanos son indudablemente una de las aportaciones más significativas de las culturas subsaharianas a la identidad de las naciones iberoamericanas. Probablemente sea el aspecto donde pueda reconocerse mejor la huella africana y, asimismo, el más globalizado.
Podrían, así, citarse otras aportaciones, pero, con lo expuesto, estimamos que existen buenos indicios como para tomar en consideración, reconocer y rehabilitar urgentemente esta importante herencia. Otra opción sería comenzar abogando por las controvertidas reparaciones por la esclavitud y la colonización.

Luis Beltrán es profesor de la Cátedra UNESCO de Estudios Afroiberoamericanos de la Universidad de Alcalá

Ilustración de Javier Olivares

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