Dominio público

La izquierda sadomasoquista

José Mendi

, Mariano Santiso y Rubén FernándezMiembros del colectivo Espacio Abierto

José Mendi, Mariano Santiso y Rubén Fernández
Miembros del colectivo Espacio Abierto

Tiempo de elecciones, tiempo de inflamaciones. A dos meses de los próximos comicios europeos de mayo las propuestas electorales de las formaciones políticas se van abriendo paso en esta primavera propicia a la alergia "urnatológica". Curiosamente, ¿o no?,  en el momento de mayor confrontación ideológica en Europa entre la izquierda y la derecha, la falta de implicación democrática en la ciudadanía proviene más de la falta de credibilidad en el sistema de participación que del rechazo a las ideas que se debaten en su seno. Hasta hace poco tiempo nos hemos quejado, desde las opciones más progresistas, de que la abulia democrática era un fenómeno que afectaba en mayor medida a la izquierda y, coherentemente, beneficiaba a la derecha. Hoy ya no es posible defender este argumento con rigor desde posiciones sociológicamente científicas. En Europa avanza, también, lo que podríamos denominar, con una cierta dosis de contradicción, como "apatía movilizadora" que afecta a todo el arco sociopolítico. La intervención ciudadana se hace más plural, más crítica y más distante con lo conocido. Lo hace en mayor medida, y proporcionalmente, en que la proximidad a lo existente se asimila a palabras como "poder" y "gobierno".  Esta energía social y electoral puede reactivarse por sus, hasta ahora, habituales cauces, permanecer latentemente indignada o comenzar a fluir por otras vías alternativas. Pero lo importante es que terminará por visualizarse.  Lo que demuestra que en las elecciones, como en la vida, la energía ni se crea ni se destruye. Sólo se transforma.

Las citas europeas siempre han tenido un fuerte componente sadomasoquista tanto para los electores como para los elegibles. Los votantes han utilizado estos comicios para castigar a los gobiernos y a las formaciones políticas, incluso a costa de su propio beneficio como ciudadanos de la Unión. En este caso pueden hostigar al propio sistema democrático, en su conjunto, batiendo el récord de abstención en unas elecciones. Por otra parte los partidos políticos hacen su particular macro encuesta y testean a la sociedad pensando en las próximas elecciones generales. Se miden más entre sí que a favor o en contra de un proyecto, en este caso de la derecha europea. Buena muestra de ello es que el próximo 25 de mayo podemos asistir a la mayor dispersión de representación europarlamentaria en la izquierda. Justamente en el momento de mayor agresión de la derecha, las izquierdas se dedican a confrontarse mutuamente como avanzadilla para su negociación en la futura disputa del espacio en las próximas elecciones generales. No se dan cuenta. Mejor dicho, no quieren darse cuenta de que nos estamos jugando el futuro de la ciudadanía europea que es nuestro presente y nuestros derechos. La decisión que vamos a tomar los europeos en mayo "sólo" consiste en saber si vamos a poner al frente de Europa a otro "Rajoy" que sea capaz de extender y multiplicar en toda la Unión la política de recortes con la que han ensayado, y se han ensañado, en países como España. Ese otro y más poderoso Rajoy europeo se llama Juncker (tranquilos le sobra la "c" para que se llame igual que el terrible bombardero alemán que asoló Guernica, Madrid y buena parte de la España republicana). A él y todo lo que significa ese proyecto de la derecha dura que se camufla con palabras como "social" y "cristiana" son a quienes debemos derrotar en la cita del 25 de mayo.

Este objetivo que parece tan obvio es incluso prioritario a la derrota del propio Rajoy. En particular porque el desalojo del poder del PP sería una consecuencia lógica y electoral más accesible si conseguimos el triunfo de la izquierda en estos comicios. Por ello resulta sorprendente que la estrategia electoral de las formaciones políticas a la izquierda del PSOE se base, casi en exclusividad, en una única tesis: las elecciones europeas son para derrotar el bipartidismo (PP y PSOE). Esta estrategia va acompañada de un corolario que indica, por supuesto sin necesidad de demostración con prueba alguna, que vamos encaminados a un futuro gobierno de coalición entre dichos partidos en España. No hay más. O no hace falta más. Es suficiente con recuperar la vieja y fracasada leyenda  de la "pinza", alimentada en su día por el PP,  y cocinarla al estilo Cayo Lara para obtener un buen resultado electoral para IU y digno para otras formaciones de izquierda. Una receta que se nutre de tres ingredientes básicos como son la abstención, la conspiración y la frustración. Si aderezamos el resultado obtenido con unas malas hierbas de egoísmo, rencor y soberbia el plato está dispuesto en su punto para ser devorado... por la derecha.

La idea es simple. Borrar al PSOE como opción de la izquierda y que sus votantes pasen directamente a votar al PP (según este mensaje es lo mismo que el PSOE), redimirse y pasar a votar directamente a una de las múltiples candidaturas que se proclaman como izquierda auténtica o engrosar la abstención desencantada y situada en el rechazo a cualquier opción política. Así los ciudadanos no tienen más que esperar otros 20 años a que estas opciones tengan mayoría suficiente para gobernar en solitario. Mientras tanto el PP seguiría gobernando, como en Extremadura.

Por supuesto ante un mensaje tan irracional y poco riguroso intelectualmente, como el que se enarbola en esta cruzada contra el llamado "bipartidismo", no caben postulados científicos que echen por tierra esta creencia que inaugura la "parapolítica" como nueva ciencia esotérica que estudia al propio "maligno" encarnado por las siglas PP-PSOE. Habrán  advertido que la suma de las siglas de estos dos partidos es el número seis. Así que una triple negación, modelo "Pedro", de esta posibilidad de acuerdo nos llevaría directamente al diabólico número seiscientos sesenta y seis... Pero retomemos algunos argumentos más serios al respecto de esta estrategia que nos lleva a contradicciones reales que pueden poner en apuros esta ofensiva contra el llamado "bipartidismo". ¿O no es una contradicción con este modelo que desde Izquierda Unida se mantenga al gobierno del PP en Extremadura y al mismo tiempo se gobierne conjuntamente en Andalucía (y muchos ayuntamientos) con la parte PSOE de ese dúo maldito al que debemos aniquilar desde la izquierda? Y eso a pesar de que el vicepresidente de IU del gobierno de coalición andaluz con el PSOE, Diego Valderas, dice que ambos socios están a partir un piñón. Así que unos quieren partirles los piños al PSOE, otros parten piñones y otros les dan las piñas al PP en tierras extremeñas. Sólo que son los mismos...

El electorado puede resistirlo todo en materia de estrategias de partido. Cierto que la tendencia política de los últimos tiempos no es favorable al PSOE. Se lo ha ganado a pulso con algunas de sus actuaciones desde la última legislatura de Zapatero. Así que reconozcamos que algo han contribuido los conservadores fuegos fatuos de los socialistas, más desde la Moncloa que desde Ferraz, para potenciar estas creencias. Pero con todo, los hombres y las mujeres de la izquierda debemos impulsar y priorizar una estrategia ciudadana propia y progresista. Los partidos ya no nos piden, ni imponen, ni sugieren el voto. Como en la estrategia publicitaria más hábil. El éxito de un producto no es la compra o el consumo del mismo. Lo que define el triunfo de una marca es que sepa imponer una estrategia para inducir a un comportamiento global en relación a dicha marca. En política este funcionamiento es más delicado todavía porque implica una decisión sobre nuestra gobernanza y las leyes y normas que la regulan democráticamente. Meditemos sobre nuestra estrategia como ciudadanos con derecho a derechos. Cuál es el resultado que nos gustaría obtener y que sería lo mejor para la mayoría de la sociedad en un sentido progresista. En este caso para Europa pero también para nuestro país.  Apliquemos el resultado a las diversas opciones electorales, sus candidatos y candidatas con los pros y contras del pasado, presente y futuro. Miren los colores. Háganlo con sus ojos. Y no acepten gafas. ¿De verdad ven igual a la izquierda y a la derecha? Quizás se sorprendan del resultado. El gobierno y Rajoy, seguro.

A modo de conclusión creemos que es más sensato que cada expresión de la izquierda explique su programa, sus propuestas y marque su territorio electoral, de modo respetable, pero sin intentar demonizar a su colateral ideológico más próximo. Busquemos lo que ya de hecho se produce en la calle, unidad en la movilización contra los recortes y las políticas antisociales. Sigamos apoyando, las mareas contra el recorte social, el 22 M con las Marchas de la Dignidad, la lucha contra los desahucios, contra la reforma laboral; la Ley de Aborto; la ley de seguridad ciudadana; la nueva ley de justicia universal... Así será más fácil que tras las elecciones podamos encontrar puntos de acuerdo sobre programas comunes para posibles colaboraciones en los distintos ámbitos de gobiernos municipales, autonómicos, estatales o europeos.

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