Dominio público

Todas las manos, todos los corazones y todas las mentes

Elizabeth Duval

Todas las manos, todos los corazones y todas las mentes
La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz / Europa Press

La respuesta a las dudas sobre la candidatura de Yolanda Díaz en las próximas elecciones generales sigue teniendo, tras su discurso en el centenario del PCE, la misma respuesta que siempre ha tenido: sí, pero con condiciones. Ese plural de "condiciones" podría realmente reducirse, porque se trata de una sola: no será la candidata de un espacio político achicado o que esté en proceso de reducirse, su candidatura pasará por un proyecto más grande, una colaboración más amplia. Pistas ha ido dejando.

Lo que ha dicho ante la militancia comunista es una variación de lo que ya dijo tras reunirse en València con Mónica Oltra: "Un proyecto a muchas manos plurales, mestizas, diversas, probablemente contradictorias". Sería complicado imaginarse que un proyecto así consistiera en competir en algunas circunscripciones por el mismo electorado y querer sacarse los ojos en campaña; si hay sintonía, y la sintonía se ha mostrado, sería complicado que el proyecto de Díaz no tuviera un entendimiento valenciano con Compromís.

Si se aspira a algún tipo de unidad, sería complicado que ese entendimiento sólo fuera con una parte –la afín a Oltra– y no implicara a la otra. Aquí aparecen las contradicciones: la alianza bien afianzada con Más País. Conclusión: difícilmente puede incluirse a Oltra en ese proyecto, y Díaz quiere hacerlo, si no hay algún entendimiento con Más País. Ese entendimiento es necesariamente complicado y contradictorio. ¿Hasta dónde puede llegar esa contradicción? Íñigo Errejón –que es una parte y no el todo de su formación política– acaba de lanzar un ensayo en el que rememora el auge y caída de Podemos y los años que él denomina "estalinismo cuqui".

No sería de extrañar que el orgullo de esos "estalinistas cuquis" quedara herido al ser descritos así, pero esos puentes ya fueron quemados hace tiempo. El agravio y la contradicción ya estaban. La noticia de que hay que entenderse en alguna cosa con los de Más País o renunciar a la candidatura de Yolanda Díaz podría tensar mucho la cuerda; en los próximos meses veremos si el orgullo es una fuerza más fuerte que la voluntad de construir algo grande. Y al orgullo nunca hay que menospreciarlo. Parece que Yolanda Díaz quiere elaborar algo que vaya mucho más allá de un reparto de cargos, liberados, posiciones, guerras internas, broncas y grupos de Telegram.

La intención es loable; la logística, complicada. No se complica sólo por intentar tejer alianzas sobre tierra quemada: también lo complican otros movimientos, como el lento surgimiento de formaciones representantes de la España vaciada, que difícilmente se dejarían tutelar por la vicepresidenta segunda o se meterían en una coalición abiertamente "de izquierdas". Díaz hizo en su discurso apelaciones abstractas a "los progresistas", pero con ellos no puede contar, por más que puedan ser una buena noticia arrancando escaños al PP y al PSOE en provincias pequeñas..., lo que podría permitir un mejor resultado comparativo a lo que sea que quiera montar.

Hay algo complicado en la lógica: frente a una voluntad asamblearia o desde abajo, lo raro de la posible suma de Díaz es que parece más bien una suma de nombres carismáticos, una amplia baraja de personalidades que trascienda los partidos. Es complicado desear al mismo tiempo un partido fuerte y preferir que los partidos no quieran matarse entre ellos. Serán manos contradictorias, pero también es cierto que no todas las manos son iguales las unas a las otras. Cada uno calculará lo que quiera y mirará en función de sus intereses.

Para Más País puede ser tentadora la opción de que la izquierda pierda estas elecciones y ganar más fuerza para dentro de unos años. Para Unidas Podemos, también. Y otras voces no querrán que un matrimonio forzado se convierta en una reedición de la bajada de votos que trajo el de Podemos con Izquierda Unida. Lo que quiere Yolanda Díaz es hablar de la urgencia, es decir, del corto plazo. Habrá otros que prefieran otra cosa, que no consideren que haya que levantar un proyecto de país hoy mismo frente a la "ola reaccionaria", ni ensanchar hoy la democracia si puede ensancharse mañana. Unir las manos sería más fácil si no estuvieran ligadas a corazones y mentes propias.

Si se llegara a algún tipo de acuerdo, podemos suponer que pasaría por coaliciones selectivas según las circunscripciones con algún tipo de estructura que trascendiera a sus partidos participantes, más allá de las mal avenidas sopas de siglas. Para eso hace falta generosidad... Y casi terapia de pareja, difícil de gestionar en medio de la urgencia. Algunos tienen más que perder que otros.

Cuando Yolanda Díaz habla de ese proyecto amplio y declara que ahí se la encontrará, muestra en el reverso una advertencia: en esas, no en otras. Y no tener a Díaz de candidata podría implicar una debacle mayor que la muerte del orgullo. El drama es el gran trauma colectivo que ha sobrevenido después de las rupturas, y sería normal que a algún militante le entraran ganas de que se fueran todos los que se odian entre sí y dejaran paso a gente que todavía no ha tenido tiempo de detestarse.

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