Dominio público

Cierre al salir

Ana Pardo de Vera

El Tribunal Supremo ha confirmado la condena de la Audiencia Provincial de Madrid al portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, por tratar de escaquearse de parte del pago de la casa que comparte con la portavoz del partido de ultraderecha en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, su mujer y madre de sus hijos. Espinosa de los Monteros había intentado explicar en un hilo de Twitter -antes de que el Supremo ratificara la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, que ya era la segunda condenatoria- que él no intentó defraudar nada (dice que es "un procedimiento de discrepancias en precios contradictorios, algo muy común en las obras" (¿?), que la culpa la tuvo "un contratista que fue muy poco serio" y que la casa, lejos de ser una obrilla, les llevó dos años y quedó "del carajo de la vela" porque la diseñó Monasterio, aunque sobre ella también recayó un expediente de clausura por no tener la cédula de habitabilidad. Una joya.

El hilo de Twitter en el que el diputado nos contó estas cosillas, además de hablar de su Jaguar antiguo, de lo guapa que iba su mujer en la boda (foto incluida), de mostrarnos lo bien que le queda el casco de obra y de insultar a los periódicos que dieron la noticia ("estercolero"), es de abril de 2019. Y tengo la sensación de que, entonces, Espinosa de los Monteros no contaba este martes con la confirmación del Supremo de las dos sentencias anteriores.

En cuanto se conoció la noticia por El Diario.es este martes, las miradas se dirigieron inmediatamente a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, exigiéndole la expulsión del portavoz de Vox, como en su día se dejó sin escaño a Alberto Rodríguez, exparlamentario de Unidas Podemos, tras un juicio surrealista donde para condenarle, fue la presunción de veracidad de un agente policial la que sirvió como prueba suprema y tardía (el agente se acordó por arte de birlibirloque de que Rodríguez le había dado un patada justo cuando Rodríguez logró el escaño, años después de la presunta agresión). Bastó con la presión sibilina de Manuel Marchena, presidente de la sala segunda del Supremo, sobre Batet para que ésta accediera a arrebatar a Rodríguez su acta de diputado obtenida en esa forma sagrada para la democracia que son las urnas.

Lamentablemente, hay que dar la razón a Espinosa de los Monteros: Rodríguez fue condenado por lo penal y él, por lo civil, así que de expulsión, nada de nada. No está contemplada, aunque parezca un disparate. Él va más allá y dice que no es un delincuente, porque al ser su condena por lo civil, "no hay delito", pero "en penal, sí" (¿?). Lamento contradecirle: también en lo civil hay delito y es fácil de comprobar en múltiples webs jurídicas. Así que sí, Espinosa de los Monteros es un delincuente a un escaño pegado, pues ya nos ha dejado claro que no piensa largarse ni con aceite hirviendo que le echen, faltaría más.


La cuestión no es solo si, como en el caso del ex de Unidas Podemos, te obligan a irte del Congreso en una maniobra que suma una injerencia bochornosa del poder judicial en el legislativo y una interpretación retorcida hasta la náusea de la sentencia por la patada a un agente de la que no se mostró ni un pequeño cardenal. La cuestión es si, al contrario que el anterior, un político que ha sido condenado por intentar escaquearse del pago de una parte de una obra, o de una entrada de cine, lo mismo me da, dispone de la legitimidad suficiente para sentarte en algo tan sagrado como un escaño en la sede de la soberanía nacional. No ha sido imputado ni procesado, sino condenado en firme.

No tengo ninguna duda de que Espinosa de los Monteros se mantendrá aferrado a su escaño y siendo el portavoz de Vox, porque es precisamente la ultraderecha la que ha venido a dinamitar las instituciones y hacer exactamente lo contrario de lo que se espera de ella, mucho más cuando hablamos de ética y responsabilidad política. Sin embargo, y haciendo honor a la (in)justicia, qué vamos a esperar de los campeones de la antidemocracia como el portavoz de Vox cuando el ejemplo que reciben, sin ir más lejos, de un presidente del Gobierno compareciendo en comisión parlamentaria es el de la mentira y el cachondeo contra la Cámara Baja y lo que ésta representa, al pueblo mismo.

El paso de Mariano Rajoy por la comisión del caso Kitchen un día y la confirmación de la condena de Espinosa de los Monteros al siguiente constituyen una constatación más de la debilidad y decrepitud de unas instituciones que los/as ciudadanas necesitamos más fuertes que nunca. Nos faltan muchos "cierre al salir" y nos sobran crispación e insultos, pónganse las pilas.


Más Noticias