Dominio público

Lo que dice Vox y lo que hace el resto, tanto monta

Ana Pardo de Vera

Filóloga. Periodista y directora Corporativa y de Relaciones Institucionales de Público

Lo que dice Vox y lo que hace el resto, tanto monta
El líder de Vox, Santiago Abascal durante la sesión plenaria en el Congreso este miércoles. EFE/ Emilio Naranjo

Este jueves, en La Hora de la 1 de TVE, se dieron dos noticias aparentemente distintas pero con el mismo fondo. Por un lado, la llegada de refugiados y refugiadas de Ucrania -sobre todo, ellas con niños- a través de la frontera de Polonia, donde las han recibido ciudadanos de toda Europa con los brazos abiertos; europeos que incluso se han desplazado desde España para facilitar el acogimiento de estos huidos de la guerra por la invasión rusa a su país. Llegan con lo puesto; las más afortunadas, con una maleta. En la frontera polaca que les acoge aguardan incluso carros de bebé para quienes los portan en brazos. La solidaridad europea en todo su esplendor, y emociona.

En otra frontera europea, al sur, con África, con Marruecos, miles de migrantes subsaharianos tratan de saltar en dos días la valla que separa Melilla del continente vecino -allí hay un muro antipersonas-. Los migrantes pasan días, semanas, esperando en la frontera de Marruecos, entre amenazas, penurias y maltrato de los agentes de nuestro amigo Mohamed VI, para saltar a España coordinadamente, en multitud, tratando así de evitar a las fuerzas y cuerpos de Seguridad de Marruecos y de España. Saben que solo entrará en nuestro país una pequeña parte de los que lo intentan y el resto tendrá que seguir esperando y repetir en otra ocasión, porque es su único objetivo en vida. La alternativa es volver a sus países, Chad, Sudán... donde el hambre, la miseria, la violencia, el expolio de sus recursos naturales o las guerras les llevarían a una muerte casi segura.

A los migrantes subsaharianos no los recibe nadie más que las ONG y algunos agentes y sanitarios/as. No hay europeos que hayan venido desde Polonia ni españoles desde Teruel, por ejemplo, para abrirles las puertas de su casa, buscarles refugio o ayudarles a encontrarse con sus familiares o amigos, en España o en Europa, que muchos los tienen.

Ante la supuesta avalancha humana en la frontera de Melilla - la ultraderecha habla de invasión, comparando con Putin a estos seres despojados de todo-, el Ministerio del Interior ya ha anunciado el refuerzo de la seguridad en Melilla con más policías y guardias civiles.

- Señores migrantes, estamos haciendo un esfuerzo de solidaridad en el este de Europa, no vengan a incordiar ahora.

- ¿Por qué ellos y ellas tienen más derechos que nosotros?

- Porque ustedes son negros, africanos, que no se enteran.

Polonia, con esas imágenes de solidaridad con los ucranianos/as -que toda es poca ante la tragedia que viven-, pretende hacernos olvidar que hace solo tres meses, en noviembre de 2021, ejecutó una de las mayores infamias racistas y xenófobas impidiendo el paso a su territorio de refugiados procedentes de África y Oriente Medio. Atrapados en tierra de nadie, entre la valla polaca de Kuznica y la región de Grodno (Bielorrusia), el Gobierno amigo de Vox, que hoy se presenta como el adalid de los derechos humanos, permitía a mujeres, niños y niñas, ancianos y hombres congelarse en la miseria más absoluta, además, atacados por militares fuertemente armados de crueldad y otros dispositivos.

Y es esa ultraderecha la que viene a hablarnos de solidaridad con Ucrania y a acusar a la izquierda y al Gobierno de coalición de complicidad con Putin, cuyos objetivos son los mismos que los de quienes añoran el imperio español como el dictador ruso el de los zares: la instauración global de democracias (un decir) iliberales, homófobas, racistas, xenófobas y dictatoriales es el verdadero objetivo de Polonia, Hungría, Bielorrusia, Rusia, China o Vox. Que la democracia nos guarde.

Abascal fue muy claro en el Congreso: nosotros la ultraderecha aceptamos a migrantes de Ucrania porque son mujeres y niños/as y no hombres en edad de empuñar un arma. El macho autóctono español, en todo su esplendor. El nuevo (y decano) líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, va a tener que hacer encaje de bolillos de Camariñas con esta gente negadora radical de los derechos y las libertades más elementales si pretende, al mismo tiempo que los rechaza, darles entrada en distintos gobiernos del PP. En la Asamblea de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso gobierna subsumida en Vox, o viceversa, con su trumpismo de manual, los ultraderechistas ya han marcado el terreno vetando una declaración sobre la invasión de Ucrania porque hacía alusión a la acogida de refugiados de guerra sin distinción: que "los países de Europa acojan a todas las personas que huyen de la guerra, sea cual sea su origen o nacionalidad". Ah, no, argumentaron los fascistas, los negros, musulmanes,... esos no entran. ¿Y saben el problema? Que Vox dice lo que piensa, mientras que el resto hace lo mismo que ellos en Melilla, por ejemplo; o paga al sicario turco o libio para que le frene a los sirios en campos de refugiados inmundos y no entren en Europa. Y eso, al final, es tan miserable como lo otro, así que déjense de épica europea y espabilen, porque ya no engañan a nadie.

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