Dominio público

Cómplices de acoso y cagones

Ana Pardo de Vera

Una amiga me enviaba este domingo una noticia de El País que no ocupa portadas pero que sintetiza muy bien el mundo que aún habitan muchas mujeres ante la impasividad y la cobardía de las instituciones y otros personajes; ellos y ellas saben perfectamente si me refiero a ellos y a ellas. El reportaje de la periodista Isabel Valdés me enfadó tanto que tuve que esperar unas horas para escribir estas líneas y no verme desbordada por la impotencia ante tanta cobardía humana concentrada en una página de periódico.

Este lunes es víspera del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, una jornada que ellas sobre todo, pero también millones de personas celebran con especial énfasis y aprovechan para denunciar los abismos que todavía hay que saltar para alcanzar la igualdad de género. Hablaremos de salarios, de cuidados no remunerados, de prostitución, de vientres de alquiler, de la ley trans, de muertas y heridas a manos de criminales machistas, de niños y niñas asesinadas por los ídem,... Al final, me pasa siempre, la celebración del 8-M, y pese a los logros indiscutibles en esta carrera de larga distancia (muy larga) por la igualdad, se me hace bola y acabo enfadada echando improperios en privado. Porque a veces tengo la sensación de que hay zonas donde el mundo se para, pongamos, en 1950 y no avanza, no avanza nada.

Josefa e Isabel son los dos nombres ficticios que la periodista Valdés pone a dos policías locales de Candeleda (Ávila) que llevan más de una década luchando contra un acosador que es su jefe, que las violentó brutalmente a ambas, física y psicológicamente, y que sigue en su puesto pese a haber sido condenado en firme. El Ayuntamiento de Candeleda es el máximo responsable de la Policía Local y tras estos años de tortura para Josefa e Isabel -que todo el pueblo (5.000 habitantes) conocía y silenciaba de forma cómplice y rastrera-, anunció el 25 de febrero que va a estudiar el caso para evaluar "las sanciones a emprender" y que éstas se hagan bajo los principios de legalidad y proporcionalidad. Cuán largo me lo fiais.

Mientras, el jefe de la Policía, el acosador Víctor Manuel González, sigue en su sitio. En 2013, mientras acosaba a Isabel y a Josefa y ellas ya habían denunciado (2012), la Junta le entregó la Medalla de plata al Mérito de la Policía Local de Castilla y León. Sus cómplices por omisión de auxilio han sido los alcaldes Miguel Hernández, del PSOE (2008 a 2011); José María Monforte, del PP (2011-2015); Hernández de nuevo (PSOE), hasta 2019, y ahora, Carlos Montesino, también del PSOE. ¿A qué tienen miedo? ¿Al acosador? ¿Más que Isabel y Josefa?


Nadie puede imaginar el calvario de estas dos mujeres, ambas a tratamiento, si no ha vivido una situación que, por otro lado, se repite muchas veces y en todas partes, sin distinguir oficio ni cargo. Hay mujeres que prefieren no denunciar antes que perder su trabajo y hay otras que se preguntan para qué van a denunciar si la respuesta institucional es un nuevo acto de violencia, como éste durante 14 años. Trabajar bajo el yugo del acosador no es trabajar, es deshacerte un poquito cada día hasta que el criminal termina con tu desgaste completo y te convierte en una persona que no tiene nada que ver con la de antes. Cuanto más dure el acoso o lo dejen durar los cómplices calladitos/as, más compleja será la recuperación de la víctima, si llega a producirse completamente.

El jefe de la Policía de Candelela, el acosador Víctor Manuel González cuya obligación es proteger a los ciudadanos/as y que, desde luego, ya es estiércol incorruptible para la reputación del cuerpo, debe ser apartado de sus funciones y de su puesto inmediatamente. Y hagan el favor en ese Ayuntamiento sin empatía de empezar a mirar por unas víctimas que lo fueron solo por ser mujeres. No exhiban símbolo feminista alguno este 8-M las instituciones cómplices y cobardes, no manchen nuestra lucha con su cinismo.

Más Noticias