Dominio público

Tres traiciones del PSOE

Sato Díaz

Felipe González, Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, en el 40 Congreso Federal del PSOE, en Valencia, en octubre de 2021. EUROPA PRESS/Rober Solsona
Felipe González, Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, en el 40 Congreso Federal del PSOE, en Valencia, en octubre de 2021. EUROPA PRESS/Rober Solsona

El domingo 17 de octubre de 2021 Pedro Sánchez clausuraba el 40 Congreso Federal del PSOE celebrado en València. Ante una decena de miles de militantes y simpatizantes, el secretario general se dirigía al auditorio para reivindicar un partido unido. El tono del discurso, de cerca de una hora de duración, algo monótono, falto de pasión y de nervio. Aún así, sirvió para levantar el orgullo socialista de los asistentes tras un fin de semana repleto de rencuentros y abrazos interrumpidos por la pandemia.

El equipo directivo había preparado a conciencia el cónclave. Era el momento de hacer cicatrizar las heridas internas, las rupturas mantenidas en el seno del PSOE desde el fatídico Comité Federal del 1 de octubre del 2016 y las primarias entre Sánchez y Susana Díaz de mayo de 2017. El partido permanecía dividido y la dirección quiso pasar página, sacar músculo, presumir de unidad y alinear a la perfección el Gobierno con el partido, Moncloa y los ministerios con Ferraz. Para ello, ya había realizado una profunda remodelación del Gobierno en el mes de julio, así como de la dirección del grupo parlamentario en el Congreso.

La rotura en el PSOE también era generacional, por ello quiso compartir escenario con sus antecesores Felipe González, Joaquín Almunia y José Luis Rodríguez Zapatero. Además, tuvo lugar un emotivo homenaje al fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. La imagen más buscada de Sánchez la consiguió: posar junto a González y Rodríguez Zapatero. Además, numerosos dirigentes de partidos socialistas de todo el mundo mostraron felicitaciones al presidente. La palabra más repetida fue la de ‘socialdemocracia’, la fiesta de la socialdemocracia. La crónica periodística sentenciaba: vuelve el PSOE.

Y tanto que vuelve. La resurrección de las esencias del PSOE se está evidenciando en las últimas semanas. La coyuntura, sobre todo la internacional, ayuda a tal efecto. Tres clásicos cambios de postura, traiciones, llevó a cabo el PSOE desde la Transición y que suponen tres importantes pilares de la seña de identidad política de este partido hoy (y ayer). En primer lugar, la histórica traición al pueblo saharaui; en segundo, al republicanismo; en tercero, a desarrollar una política exterior autónoma de los intereses y ritmos que marca Estados Unidos.

Y es que González pasó del "OTAN de entrada no" antes de llegar al Gobierno en diciembre de 1982 a pedir el voto favorable para mantenerse en la coalición atlantista en el referéndum del 12 de marzo de 1986. El resultado de la consulta vertió una victoria para la permanencia en la organización por un 56,85% frente al 43,15% que optaron por abandonarla. Muchos votantes y simpatizantes vieron en este giro una traición a la tradición socialista pacifista. Algunos de ellos acabaron en IU, una coalición en torno al PCE que se presentó por primera vez a las elecciones de junio de 1986. IU surge, pues, de la campaña por el ‘no a la OTAN’ del referéndum. Esto explica el delicado momento que viven las izquierdas españolas con respecto a la guerra de Ucrania y la participación española en el envío de armas.

Desde entonces, solo con alguna excepción, el PSOE se ha alineado siempre con la OTAN y los intereses estadounidenses en política exterior. Con Zapatero las diferencias con Estados Unidos se evidenciaron. Todavía en la oposición, en el desfile militar del 12 de octubre de 2003, no honró poniéndose en pie a la bandera de Estados Unidos a su paso por la tribuna de autoridades protestando contra la invasión de Irak. En marzo de 2004 el PSOE ganaba las elecciones tras los trágicos atentados del 11M y la manipulación vertida desde el Gobierno de José María Aznar. En abril, Zapatero tomaba posesión en Moncloa y anunciaba la retirada de las tropas de Irak, la cual empezaba a materializarse en mayo de aquel año. Las bilaterales con los Estados Unidos de George W. Bush no pasaban por el mejor momento, mejorarían en 2008 con la victoria de Barack Obama y el regreso del Partido Demócrata a la Casa Blanca. Hoy Sánchez se derrite por organizar la próxima cumbre de la OTAN en España y hace suyas las decisiones de Estados Unidos (como toda la Unión Europea, por otra parte) ante los grandes conflictos internacionales en los que nos encontramos, sobre todo, el generado por la invasión de Rusia a Ucrania.

En cuanto al debate sobre la monarquía o la república, el PSOE ha sido la piedra angular que ha permitido que la monarquía en España haya gozado de la impunidad que todavía persiste. El PSOE siempre ha oscilado entre el republicanismo que se le reconoce a sus bases y una defensa férrea de la monarquía. Ha aceptado tener "un alma republicana", pero nunca han puesto en duda la institución monárquica regida por los Borbones.

De sobra es conocida la cercanía que hubo entre González y Juan Carlos I y la poca resistencia (o connivencia) del expresidente socialista con las fechorías del emérito. Si Felipe decidió pasar de puntillas por la cuestión de la memoria democrática que reconozca derechos a víctimas y familiares republicanos, Zapatero sí que la impulsó. Sánchez, por su parte, tiene la intención de sacar adelante esta legislatura una nueva ley de memoria, aunque todavía no ha sumado los apoyos necesarios en el Congreso.

Más allá de las medidas memorialistas, en cuanto a la cuestión monarquía-república, el PSOE actual se ha mostrado crítico con el papel de Juan Carlos I en relación a la supuesta corrupción que le rodea, pero vuelve a imponer un candado sobre la institución que preside Felipe VI. Y ha bloqueado en el Congreso hasta en 15 ocasiones, junto a PP y Vox, que el padre del monarca deba dar explicaciones sobre los escándalos que le implican.

La tercera cuestión, la saharaui, está en plena actualidad desde que la semana pasada Marruecos filtrara el cambio histórico de postura del Gobierno español expresado en una carta sellada por Sánchez. En la traición a este pueblo se alinean los tres expresidentes socialistas como si del escenario valenciano del 40 Congreso se tratara. González prometió en el año 1976, en una visita a los campamentos de población refugiada de Tinduf, acompañar al pueblo saharaui "hasta la victoria final". Sin embargo, con el tiempo se convirtió en uno de los principales lobistas en favor del régimen marroquí en la esfera pública y privada.

Durante los años de gobierno de Zapatero hubo dos graves crisis en relación al Sáhara Occidental. La primera por la huelga de hambre mantenida durante 32 días en 2009 por la activista saharaui Aminetu Haidar, a la cual se le intentó prohibir entrar en el Sáhara al haber escrito en el formulario de entrada en Marruecos que su nacionalidad es la saharaui. La segunda, al año siguiente, con el campamento Gdeim Izik. En noviembre de 2010 miles de saharauis protestaron con un campamento a las afueras de El Aaiún, capital del Sáhara Occidental ocupado, pidiendo mejoras laborales y sociales. La represión de Marruecos fue brutal, murió un joven con DNI español y una activista canaria fue testigo de todo lo que allí aconteció. Tanto Miguel Ángel Moratinos como Trinidad Jiménez, al frente del Ministerio de Exteriores en sendas crisis, siempre favorecieron los intereses marroquíes. Zapatero, ya como expresidente, ha participado con asiduidad en actividades del lobby que pretende perpetuar la ocupación.

Sin embargo, no ha sido hasta este 2022 cuando el Gobierno español se ha posicionado claramente del lado de la propuesta de autonomía marroquí para el Sáhara, que no implica más que la anexión de este territorio por parte de Marruecos en contra de todas las resoluciones de la ONU y sentencias judiciales sobre este caso. Ha sido Sánchez y el ministro José Manuel Albares quienes han ido un paso más allá en esta ignominia, lo que ha generado tensiones en el seno del Gobierno de coalición y un gran rechazo hasta de las propias Naciones Unidas.

Sánchez reincide en la histórica traición al pueblo saharaui del PSOE, desde González a él, pasando por Zapatero. El actual Ejecutivo (aunque le pese a los socios gubernamentales de Unidas Podemos) ha ceñido su política exterior en base a tres ejes, sobre todo desde la llegada al Palacio de Santa Cruz de Albares. En primer lugar, forjar en la Unión Europea el principal flanco para hacer frente a las duras crisis actuales (pandemia y guerra). En segundo, cerrar la crisis generada por Marruecos con el envío de miles de personas, también menores, a nado a Ceuta el pasado mes de mayo y acceder a los chantajes del vecino del sur con respecto al Sáhara.

En tercer lugar, el Gobierno profundiza en el carácter otanista y atlantista de España. El Gobierno tiene grandes expectativas en la cumbre de la organización que se celebrará en Madrid el próximo mes de junio. Sánchez no ha dudado un instante en cambiar su posición sobre el envío de armas a Ucrania y situarse en la línea belicista que marca Estados Unidos sobre el conflicto. Ansía una reunión con Joe Biden, que se hace de rogar para desesperación de Moncloa.

Desde la muerte del dictador Francisco Franco y la llegada de la democracia, el PSOE ha virado en tres asuntos clave que marcan hoy la política española, tanto en lo interno como en lo externo: la política exterior alineada con los intereses de los Estados Unidos; contentar al régimen marroquí sobre todas las cosas; salvar a la monarquía. Tres traiciones a los principios originarios del PSOE de la actual etapa democrática. Tres cuestiones que marcan el presente, como moldearon el pasado y lo harán con el futuro. Tres presidentes comparten escenario.

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