Dominio público

Y muchos gritaban: ¡Vivan las cadenas!

Gloria Santiago

Diputada de Unidas Podemos en el Parlamento balear y Vicepresidenta primera de la cámara

La puesta en marcha del sistema capitalista requirió la transformación monstruosa del cuerpo en una máquina de trabajo. A cambio del esfuerzo y del tiempo invertido en la producción, se ofrecía un salario que, en palabras de Silvia Federicci, "es una forma de organizar la sociedad por clases". Para poder aumentar la producción sin límite, alguien tenía que cuidar de la fuerza de trabajo, así que se concluyó que las mujeres debían volver a casa y procurar que los hombres pudieran salir a trabajar en las mejores condiciones de descanso, alimento y bienestar. Esa ocupación fundamental no iba a ser remunerada, es el trabajo reproductivo y de cuidados.

La privatización de la tierra y la comercialización de la agricultura fue el inicio de dos siglos de hambre para la clase trabajadora. El capital emergía -como diría Marx- chorreando sangre y mugre de pies a cabeza. La historia del trabajo es un viaje apasionante acerca de cómo se esclavizó a la humanidad y cómo la clase obrera ha luchado con sudor y sangre contra esa opresión. Suyas son todas las conquistas que han aportado dignidad laboral. Frente a esas grandes mayorías sociales estaban y están las élites privilegiadas, que han sostenido a la derecha política y que, francamente, nada se les debe.

No obstante esto, a nadie se le escapa que el mensaje de la extrema derecha está permeando en las rentas más bajas y aunque la clase trabajadora no ha dirigido hasta ahora el voto hacia ellos, podría ocurrir que, a golpe de insatisfacción e incertidumbre sobre el futuro, los oprimidos terminen votando al opresor. Es paradójico que los que apuestan por la privatización de los servicios públicos eliminando las ayudas del Estado quieran encontrar en la debilidad económica y desasosiego generalizado, una garantía de voto que les asegure su status quo. Lo hacen apelando al grito patriotero -y falso- de España se rompe y agitando banderas vacías de contenido, es decir, apelan a lo identitario sin proponer mejoras para la gente.

El Partido Popular es ya experto en aprovechar los momentos de crisis para sacar rédito. Ocurrió durante la crisis del 2008, que mientras recortaban en derechos para la gente, se las trajinaban de tal manera que en 2020 condenaron por corrupción al partido entero. Ha ocurrido durante la pandemia con las comisiones y los contratos opacos de Ayuso y Almeida en Madrid. Ven una crisis y se frotan las manos.

Cerca del PP, los ultras de Vox, que se han burlado sistemáticamente del salario mínimo vital llamándolo "paguita", que no han ocultado su intención de terminar con las ayudas y subvenciones estatales a quienes más lo necesitan, que han votado en contra de todas las ayudas sociales que ha propuesto el Gobierno, siguen tratando de engañar a quienes buscan un lugar seguro en esta realidad incierta. No fue sorpresa que la última reforma laboral fuera rechazada por VOX y Partido Popular, eso sería beneficiar a la clase trabajadora y ellos existen para garantizar la explotación.

En tres años de gobierno, con solo 34 escaños y una fuerza menor en el Consejo de Ministras del Gobierno, Unidas Podemos ha iniciado con éxito en los hechos la vía más efectiva para construir un país: la resignificación del trabajo. La recuperación del poder de los convenios colectivos o el freno a la temporalidad son mejoras de la reforma laboral del 2022. La primera en democracia que beneficia a los trabajadores y trabajadoras.

Frente a nosotras tres afirmaciones a las que dar justicia: el trabajo reproductivo de las mujeres también es trabajo; la fuerza de trabajo son los huesos y los músculos del ser humano y por último que el tiempo es irrecuperable.

La ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), anunciada por la Ministra de Trabajo Yolanda Díaz, hará que por primera vez en la historia de España, a las trabajadoras domésticas se le reconozcan derechos laborales como cualquier otro trabajador de la producción. Un paso bestial hacia la libertad de las mujeres, que fueron expulsadas del trabajo remunerado, atrapadas en un empleo sin sueldo que se ejerce 24 horas al día sin días de descanso y con las implicaciones de subordinación social y dependencia que tienen ellas frente a quienes sí tienen un sueldo.

Ahora hay que seguir subiendo los sueldos, en Baleares por ejemplo, a inicios de la temporada turística el mensaje es claro y meridiano: si vamos a batir récords de turistas y de ingresos, esos beneficios han de reflejarse en unos sueldos a la altura. También vamos a por la jornada laboral a 34 horas, que el Ministerio de Trabajo está estudiando y, que abriría las puertas a una concepción muy distinta del trabajo; pero fundamentalmente mejoraría la calidad de vida a muchos millones de personas.

En el Gobierno hay una apuesta manifiesta por mejorar las condiciones de la población de este país. Las mejoras laborales son un paso hacia la libertad a las grandes mayorías no estamos dispuestas a renunciar. Los que vociferan en contra de las mejoras laborales son los herederos de aquellos que gritaban "¡Vivan las cadenas!" cuando Fernando VII de Borbón regresó con el absolutismo y la fulminante derogación de derechos sociales. La Historia nos ha pagado caro eso de honrar a los gatos siendo la mayoría ratones. No volvamos a equivocarnos de grito en las calles.

Buen día del trabajador y la trabajadora y que viva la lucha por un empleo digno.

 

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