Dominio público

La ultraderecha lamiendo el inodoro

Miquel Ramos

Si algo hay que agradecerle a la extrema derecha es cómo desviste el mito de la democracia plena. Las palabras de la diputada ultraderechista en sede parlamentaria relatando torturas con una sonrisa son una muestra de lo que, durante años, ha sucedido tras las caretas de muchos. Por fin alguien lo expone y lo reivindica sin pudor. Por fin, quienes las sonreían en privado las reivindican públicamente. En España se ha torturado y se tortura. Gracias por decirlo tan claro, porque algunos llevamos diciéndolo desde hace años y se nos ha ninguneado, criminalizado y hasta denunciado. Bien lo sabe el ministro del Interior, que cuando fue juez, miró hacia otro lado cuando más de un detenido lo denunció, y cuyos casos terminaron en condena del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no investigarse. Y no solo una vez. Casi una decena de condenas en este sentido llevamos ya.

Gracias también a los neofascistas por dejar en evidencia a algunos indignos agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que desde sus redes no tardaron ni un minuto en aplaudir con las orejas a quien los dejaba en evidencia admitiendo las torturas. Una puñalada trapera a sus compañeros, muchos de los cuales se esfuerzan por huir del estigma del poli facha. Incluso reprochan esas actitudes y ese lameculismo a los fascistas, para que luego lleguen estos a aplaudir las burlas hacia la tortura y a postrarse una vez más públicamente ante quienes lo aplauden para que les acaricien el lomo.

Este ejercicio de provocación reivindicando la barbarie quizás sea un guiño a los suyos para mantener esa supuesta incorrección política que se arrogan, diciendo 'lo que mucha gente piensa pero no se atreve a decir', pero a la larga puede ser un arma de doble filo. Son listos y tienen buena estrategia, pero no son videntes ni infalibles, y les puede salir mal la jugada. Desnudar la democracia, sacar los trapos sucios y celebrar las ilegalidades que se cometen entre bastidores no solo los retrata como la basura que son, sino que salpica al resto de políticos y organismos del Estado tan empeñados desde el 78 en decir que todo iba bien y que aquí no pasa nada. Lo explicaba ayer muy bien Pablo Elorduy en El Salto: "El neofranquismo tiene una agenda clara para ver arder no solo la imagen de 'calidad democrática' exitosamente trabajada durante décadas y hoy en crisis sino la democracia en sí".

Lo mismo ha pasado estos días con la ministra de Defensa tras desvelarse el espionaje a políticos, periodistas, abogados y activistas por razones ideológicas. No solo ella y su gestión se ha visto cuestionada por este feo asunto y la torpeza para justificarlo, sino que ha puesto en un aprieto al Gobierno entero y, una vez más, al propio Estado. La defensa que hizo Robles de la vulneración de derechos fundamentales recibió el aplauso y la aprobación de la derecha mientras sus compañeros de partido y socios de Gobierno apretaban el culo en sus escaños. Sí, espiamos. ¿Y qué pasa? Bravo, ministra. Así que, en España, además de torturar también se espía por razones políticas. Bonito cuadro nos está quedando esta semana entre unas y otras.

No se puede ir al baño y no tirar de la cadena esperando que, por arte de magia, todo desaparezca. Unos llegaron y prometieron limpiar lo que hubiese, y otros simplemente lamen el inodoro y se embadurnan con lo que encuentran. Esto último es lo que hace la extrema derecha: untarse con la caca que dejan otros y lamerse los dedos con cara de orgasmo de lo rica que les parece. Esa es su verdadera 'incorrección política': que la mierda les sabe a gloria. El problema es que pretenden servirla en el menú diario para el resto, pintar las paredes con ella y hacernos creer que son artistas y buenos cocineros. Y todo gracias a quienes les dieron el título, que son los mismos que llevan décadas sin tirar de la cadena.

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