Dominio público

1-O: Un día que dura años

Sato Díaz

Jefe de Política en 'Público'

1-O: Un día que dura años
Manifestación del primer aniversario del 1-0.- EFE

El cantautor alcoyano Ovidi Montllor nunca ha dejado de ser una estrella que brilla en Catalunya. Cuando la parca fue a visitarle prematuramente en Barcelona (falleció a los 53 años, en el año 1995, de cáncer de esófago) se convirtió en mito. Había sido militante del PSUC y siempre estuvo cerca de los movimientos independentistas. Que fuera uno de los máximos exponentes de la Nova Cançó no hizo que dejara de lado su otra pasión, el cine. Su papel de agente de la Guardia Civil en la mítica Amanece que no es poco de José Luis Cuerda da muestras de la transversalidad del personaje y, sobre todo, de su gran sentido del humor.

No es de extrañar, por tanto, que Ovidi fuera un símbolo en el 2017, el año del referéndum del 1-O. Sus temas musicales se escuchaban en las múltiples manifestaciones y concentraciones que precedieron y siguieron al día de la consulta y de las brutales cargas policiales. Una frase que da título a una de sus canciones más preciadas se repetía una y otra vez: Serà un dia que durarà anys (será un día que durará años). Como una premonición, ese día había llegado y, efectivamente, dura años.

Cinco años después del 1-O, contemplamos cómo el independentismo se arranca la piel en el Govern. Los herederos de Convergència no aguantan no presidir la Generalitat; los fans de Carles Puigdemont no soportan que ERC les haya adelantado en la permanente lucha por la hegemonía independentista. El president Pere Aragonès ha dicho basta, sus socios en el Govern le sorprendieron al reclamarle que se sometiera a una cuestión de confianza en el debate de política general del pasado miércoles en el Parlament. El desenlace ya lo conocen: el president ha cesado al vicepresident, Jordi Puigneró, de Junts, una ruptura en toda regla. Estos miden cuándo salir del ejecutivo catalán, lo que podría llevar la legislatura a la inestabilidad. Cinco años después del 1-O, en Público revisamos lo que supuso aquel acontecimiento histórico con una serie de artículos, entrevistas y reportajes.

Cabe recordar cómo desde el resto del Estado se ha hecho una crítica constante al movimiento independentista: la revuelta de 2017 fue dirigida y diseñada por los partidos políticos y la efervescencia del independentismo tuvo que ver con la huida hacia delante de Artur Mas en la pasada crisis económica y financiera que estalló en 2008. Como president, dicen los críticos, Mas activó el independentismo para desviar el foco que le culpabilizaba de la crisis por sus políticas neoliberales y canalizar el descontento ciudadano hacia la cuestión nacional que arremetía contra el Estado y no contra el Palau de le Generalitat. Todo eso eclosionaría una década después, tras las grandísimas movilizaciones anuales de la Diada, en el otoño de 2017.

En política, la interpretación de los hechos es, a menudo, más trascendente que los propios hechos. A mi juicio, el independentismo y su auge hasta 2017 no se puede comprender sin dos variables que no tienen que ver con un supuesto plan de la burguesía catalana para conservar sus privilegios. La primera, el Estado español nunca estuvo dispuesto a aceptar la reforma para adaptarse a las reclamaciones de, al menos, la mitad de la población catalana y usó para acallarlas siempre la represión (política, judicial, policial, medíatica...) y no el diálogo. En segundo lugar, una característica muy propia de Catalunya que es más profunda que el independentismo: el ‘antiestatalismo’.

Esta tendencia política bebe de la fuerte tradición libertaria y anarcosindicalista que predicaba Salvador Seguí, entre otros muchos. Por ella, hay un sentimiento muy extendido de que el Estado, esa enorme estructura con el corazón en el lejano Madrid, es un inmenso aparato de represión que se enfrenta a la libertad y emancipación individual, social y nacional. El Estado español, además, está representado por los Borbones, símbolo especialmente sanguinarios para Catalunya.

Es por ello que el 1-O fue un día que, sí, dura años. Y no tanto por las consecuencias políticas, que han sido muchísimas y muy graves hasta el punto que han condicionado la posterior evolución de la política catalana y española (dirigentes presos e indultos, ambiente enrarecido que ha influido a la hora de conseguir pactos y construir mayorías políticas, gobiernos y legislaturas que han caído por el conflicto catalán tanto en Barcelona como en Madrid...). El 1-O durará años más allá de las brutales cargas policiales, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo y pusieron en guardia a Europa y que, seguro, serán recordadas en el futuro como una de las imágenes más dantescas del Estado español:  policías persiguiendo urnas. El 1-O durará años porque fue, en definitiva, la mejor muestra de ese ‘antiestatalismo’ del que hablábamos y que es tan difícil de comprender en otros lugares de España precisamente porque el ecosistema mediático es una de las patas ideológicas más importantes del Estado y este se concentra en Madrid.

El 1-O fue una de las mayores muestras de movilización no-violenta que podrá estudiarse en los libros de Historia pero, sobre todo, fue un grandísimo troleo al Estado. Desde cómo llegaron las urnas a Catalunya burlándose del propio CNI a cómo se organizó la ciudadanía para llevarlas a los colegios y defenderlas de la Policía durante el día previo a las votaciones y durante la misma jornada. Todo fue un gran troleo, todo fue una maravillosa performance.

La noche del 30 de septiembre al 1 de octubre llovía, y ya de madrugada miles de personas estaban movilizadas, amontonadas en las puertas de los colegios electorales para evitar que los Mossos se llevaran las urnas. En la Plaça del Poble Romaní de Gràcia una abuelita bajó todos los paraguas a la puerta del colegio electoral. Por la noche, una sábana hacía de pantalla para la proyección de películas de los Hermanos Marx antes de que comenzara la tormenta.

Aquel día, el Sindicato de Manteros llamaba a la participación en el referéndum como una forma de protesta frente al "colonial" Gobierno español y los días previos ayudó con la impresión de papeletas. Las AMPA de los colegios organizaron en los centros de estudios actividades las últimas 48 horas de septiembre de aquel 2017, los colegios se ocuparon por los juegos de los niños que se retiraron a sus casas el 1 de octubre por si llegaba la Policía. Dos días después tuvo lugar una de las mayores huelgas que se recuerdan: se paró el campo y los puertos, los teatros y las tiendas cerraron, decenas de miles de personas salieron a las calles. Aquel 3 de octubre, por la noche, Felipe VI pronunció un discurso televisado y el ruido ensordecedor de las cacerolas hacía difícil escuchar las palabras del monarca.

El 1-O fue un día que dura años, tal y como cantaba Ovidi, porque la ciudadanía catalana construyó contrapoder al Estado, y esa gran performance social hizo historia por lo que durará más años todavía. Los barrios y los pueblos fueron protagonistas. El 1-O, en definitiva, fue mucho más que los partidos políticos y que el independentismo, aunque sería iluso pensar que los dirigentes políticos independentistas no tuvieron mucho que ver en que saliera adelante la movilización.

Les ciutats seran rius plens de gent... En el dia que durarà anys (Las ciudades serán ríos llenos de gente... En el día que durará años). Como una premonición, el alcoyano publicaba la canción Serà un día que durarà anys en el álbum Crònica de un temps en el año 1973. 44 años después, aquella canción se puso otra vez de moda.

 

 

 

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