Dominio público

La casa común

Mónica García

Candidata de Más Madrid a la presidencia de la Comunidad de Madrid

Javier Padilla

Número 2 en la lista de Más Madrid a la Comunidad de Madrid

La casa común
La candidata de Más Madrid para el Ayuntamiento, Olga Martínez, el candidato de Más Madrid al Ayuntamiento, Eduardo Rubiño, la candidata de Más Madrid a la Alcaldía de Madrid, Rita Maestre, la candidata de Más Madrid a Presidencia de la Comunidad, Mónica García, y el diputado de Más Madrid, Javier Padilla, durante el acto de inicio de campaña del partido en el Mirador del Cerro de Tío Pío en Vallecas, a 11 de mayo de 2023, en Madrid (España). EUROPA PRESS

Hay mucha gente que habla desde Madrid, pero muy poca lo hace de Madrid. Se convierte a Madrid en un púlpito al que subirse a pontificar sobre cualquier tema que se vea en el horizonte, pero nadie se acuerda de mirar sobre qué suelo se levanta ese púlpito, qué personas viven en esas calles y qué necesidades tienen esos barrios.

Madrid se convierte así en un lugar que es a la vez invisible y omnipresente. Oyes hablar todo el rato de él pero no sabes absolutamente nada de lo que le pasa. Te molesta que todo se referencie en torno a la capital, pero eres incapaz de decir cómo está la situación de ninguna de las cosas que le preocupan a los madrileños y madrileñas.

Las causas de este ser-sin-ser son muchas, siendo la más comentada la falta de una esfera mediática propia, pero hay otra que puede ser incluso más determinante: a Madrid mucha gente la da por perdida.

Madrid se ha convertido en el cromo que se cambia, la pesa que equilibra otras balanzas o el meme al que señalas cuando quieres que la gente no mire hacia ti. Una especie de decorado de serie política de HBO en el que todos son actores que llegan al plató cuando les toca interpretar al personaje que se ha de implicar en ese rodaje, pero que en cuanto pueden vuelven a sus casas desde donde seguir con sus cosas. Ante eso, hace falta reivindicar una opción política que piense, viva y construya Madrid desde Madrid, para Madrid y con Madrid.

¿Para qué necesitamos algo así en la Comunidad de Madrid? La respuesta más evidente es "para gobernar". Sin embargo, la tarea es más compleja e importante. Lo que está en juego es ver quién lidera la próxima década: los representantes del Madrid neoliberal que muestra señales de un agotamiento más que manifiesto (datos mediocres de empleo, servicios públicos en caída libre, aumento de la conflictividad laboral, alza del precio de la vivienda, bajo margen de ejecución de políticas por falta de recaudación) o quienes puedan plantear un modelo alternativo a ese Madrid neoliberal tan exclusivo como excluyente.

Para liderar esa tarea no basta con capitanear la amargura o la indefinición, sino que una de las condiciones indispensables es la de generar los afectos suficientes para ser multitud, sin los lastres típicos de los partidos políticos que hacen que mucha gente se sienta expulsada o no quiera ni siquiera acercarse. Una forma de generar esos afectos es quitar las puertas de esta nueva casa en construcción. Hacer que entrar sea más fácil aunque eso suponga que salir también lo sea. Abrir los brazos pero no cerrarlos para ahogar en el abrazo. Esto es, evidentemente, contrario a lo que suele hacer toda organización política, más preocupada en garantizar su subsistencia que en transformar su entorno y generar dinámicas de comunidad duraderas en el tiempo y que trasciendan a quienes están participando en un momento concreto de la historia.

Reivindicarse como la casa común de todas las personas que quieran una región de Madrid donde vivir mejor es, básicamente, reconocer tres cosas: I) que a lo largo de la vida la gente siente afinidad por opciones políticas muy diferentes, y que esa volatilidad ha de ser entendida como uno de los elementos fundamentales de las organizaciones políticas, II) que el progreso de nuestra región sólo puede entenderse desde la política hecha aquí, desde aquí y para aquí y III) que es el momento de impulsar alternativas políticas con capacidad para pensar en lo que pasará en los próximos 10 o 20 años, haciendo que los proyectos que se desarrollen no tengan tanto que ver con lo que hayamos hecho, votado o militado en los últimos años, sino con lo que haremos durante los próximos que están por venir y construir.

La casa común, además, se caracteriza por ser no solo un lugar de encuentro para avanzar conjuntamente, sino también por no cerrar las puertas a nadie una vez entra. Cuando las fuerzas políticas están en descomposición, tienden a encerrarse en sí mismas, reforzando sus relaciones de identidad con sus militantes, señalando a los demás como enemigos, traidores o vendepatrias, y bordeando la conspiración constante ante cualquier evento político. Lo que estamos construyendo es justamente lo contrario, un lugar donde la apertura sea la característica fundamental, donde las relaciones se generan por el contacto con el otro, no por la inscripción en un formulario, y donde toda relación con el entorno se enmarca en un principio muy sencillo: cómo cambiar nuestro entorno para que podamos vivir mejor.

Las próximas elecciones finalmente no irán de Bildu, de La Moncloa ni de las primarias de Génova 13. Las próximas elecciones irán de la sanidad, la educación, el transporte o la vivienda. Para eso hace falta concentrar los esfuerzos en quienes nunca han dado Madrid por perdido, quienes nunca han usado Madrid como el segundo plato de unas aspiraciones superiores y quienes siempre han reivindicado Madrid como el mayor de sus objetivos y la mayor de sus fortunas.

Madrid puede ser el lugar donde se impulse esa casa común de quienes creen que el futuro es un lugar más amplio, diáfano, sostenible y luminoso. Por Madrid. Para Madrid. Desde Madrid.

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