Rosa M. Tristán
Las voces de los pueblos indígenas y las comunidades agrícolas de los países en desarrollo se dejan escuchar en la Cumbre del Clima COP 25 que se celebra en Madrid, aunque hay que buscarlas entre la marabunta de actos que se suceden y se superponen en infinidad de espacios de los 100.00 metros cuadrados destinados en Ifema a este evento. Pero ahí están, muchos costeándose de sus bolsillos el viaje. Frente a los fríos datos de los informes científicos, cada vez más alarmantes, sus historias, que son las de millones de personas que ya sufren los impactos sin protección o seguro alguno, no saben si llegan a las mesas de negociación , pero quieren poner sobre la mesa la necesidad de que la comunidad internacional destine recursos, no ya para adaptarse a las condiciones de un ‘nuevo’ planeta más caliente, sino para poder reconstruir sus vidas tras desastres -sea una inundación, un huracán, unas lluvias erráticas y torrenciales o prolongadas sequías- que ya se las han cambiado.
El secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Petteri Taalas, puso ayer sobre la mesa las cifras de un informe que confirman que 2019 será otro de los años más calientes de la década más cálida de la historia, temperaturas récord que serán superadas porque las emisiones contaminantes siguen creciendo sin freno. La enumeración de desastres que Taalas enumeró parecía interminable: inundaciones en Estados Unidos, pocas lluvias en el monzón de la India, incendios en la Amazonía y en Australia, el ciclón Idai en Mozambique...
La investigación ‘Pérdidas y Daños’ presentada por las organizaciones Action Aid, WWF, Care, Alianza por la Solidaridad y hasta más de 150 ONG de todo el mundo, cifra los gastos de estos y los previsibles desastres hasta 2030 en más de 300.000 millones de dólares y culpa de la mitad de la responsabilidad de ese costo (el 54%) corresponden a Estados Unidos y la UE por sus emisiones contaminantes . "Esto no quiere decir que los países en desarrollo deben contaminar más, porque todos deben reducir sus emisiones, pero los países ricos deben asumir su responsabilidad de gastos que ya tienen lugar y que están sufragando quienes menos tienen pese a no ser responsables de las emisiones de", apuntaba Harjeet Singh, responsable a nivel global de Cambio Climático de Action Aid.
Y es que una parte de la COP es aquella en la que se negocia asuntos como el precio del carbono –es decir, esa parte del Acuerdo de París que permitiría la "compra-venta’ de cuotas de emisiones contaminantes, un tema que la ONU considera fundamental para avanzar y que desde las ONGs no se ve con buenos ojos porque podrían dar lugar a muy poca transparencia mientras se sigue contaminando (en 20009, las emisiones de CO2 en la atmósfera aumentarán el 0,6% respecto a 2018, según Global Carbon Project) y, por tanto, las temperaturas globales siguen aumentando, los océanos se siguen acidificando (el informe de Greenpeace sobre océanos es demoledor) y la salud de la Humanidad se sigue deteriorando, como destacaba la responsable de Salud y Medio Ambiente de la OMS, María Neira, en un discurso contra "el enemigo invisible", que es el aire sucio que respiramos.
Son datos que se hacen públicos en la llamada ‘zona azul’ oficial, si bien donde realmente los pueblos campesinos e indígenas tienen más especio en es la ‘zona verde’ destinada a la sociedad civil. Allí es posible escuchar a representantes del pueblo udege la Siberia rusa, que ven cómo su cultura y su forma de vida desaparece a medida que aumentan los incendios y el deshielo del Ártico; a los likan antai del desierto de Atacama en Chile –en cuya reseca tierra llueve ahora torrencialmente destrozando todo mientras, a la vez, grandes corporaciones dejan sin agua sus lagunas para conseguir el litio de las preciadas baterías "con las que ustedes quieren solucionar su descabornización", decían; a las agricultoras de Malawi como Ellen Matupi, que ha sufrido en su huerta el impacto de una sequía que parece no tener fin en una tierra cada vez más pobre por los pesticidas químicos que financia su gobierno; o a los mozambiqueños, recordando que sólo los ciclones Idai y Kenneth este año han causado más de 3.000 millones de dólares en daños económicos, el 20% de su PIB.
Desde las ONGs que han presentado el informe se apuesta por crear un fondo internacional que ayude a superar estos y otros miles de desastres que no son futuro, sino presente, con mecanismos financieros que impliquen a las empresas que más contaminan o a las transacciones financieras. "Necesitamos que se reconozca la responsabilidad de los que contaminan y que se visibilice nuestra situación. Es algo importante en lo que debería avanzarse en esta cumbre", ha señalado también la filipina Lidy Nacpil, otra de las activistas ambientales más reconocidas que está en la COP 25.
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