Ecologismo de emergencia

Cinco razones por las que el Acuerdo comercial UE-Mercosur perjudica al clima y la biodiversidad

Yago Martínez y María Botella

Tras más de 20 años de negociaciones, la Unión Europea (UE) y los países integrados en el bloque de Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) anunciaron en junio de 2019 la finalización del Acuerdo de Asociación entre ambas regiones. Se trata de un tratado comercial muy polémico que siempre ha recibido críticas, especialmente por sus previsibles impactos negativos en la agricultura y la ganadería de la UE o de sectores industriales de Mercosur y por perpetuar la asimetría económica entre ambos bloques reforzando el papel subordinado de Mercosur con respecto a la UE como mero exportador de materias primas y productos agropecuarios.

La finalización de este acuerdo podría haber pasado desapercibida entre la ciudadanía. Sin embargo, los incendios de la Amazonía en agosto de 2019 lo pusieron en la picota mediática: el segundo mayor pulmón del mundo ardía con la connivencia del Gobierno de Jair Bolsonaro. El objetivo era tener más tierras para el ganado y el cultivo de soja y caña de azúcar. La respuesta global no se hizo esperar y decenas de grupos climáticos, muchos protagonizados por jóvenes, tomaron las calles para exigir el fin de los incendios y la dimisión de Bolsonaro.

Desde entonces el Acuerdo Mercosur-UE es sinónimo de deforestación, crisis climática y pérdida de biodiversidad, fenómenos que además están íntimamente ligados a la aparición de nuevas enfermedades infecciosas, como la COVID-19. Nos son elucubraciones, lo dicen los datos: el acuerdo UE-Mercosur va a destruir aún más la Amazonía y profundizar en la crisis climática.

  1. Comercio y gases de efecto invernadero

El clima y los ecosistemas se ven cada vez más afectados por las relaciones comerciales entre países o regiones. Distintos estudios sostienen que entre el 25 y el 50% de los impactos ambientales ligados al consumo no se producen en los países donde  tiene lugar ese consumo y que hasta el 26% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero están ligadas a la producción para mercados internacionales. El caso de la UE, un gran importador de materias primas, es paradigmático de esta externalización de los impactos ambientales.

 

  1. Más vacuno, menos bosques

El tratado incluye un importante aumento de las cuotas de carne libres de aranceles que Mercosur puede exportar a la UE, así incentivará el aumento de la producción de carne de vacuno, uno de los principales causantes de la deforestación en la región amazónica. Los cambios en el uso del suelo, -la destrucción de ecosistemas naturales para su conversión en pastos o cultivos- y la propia actividad ganadera son fuentes muy importantes de emisiones de gases de efecto invernadero que profundizarán la crisis climática.

 

  1. Soja y caña de azúcar para piensos y agrocombustibles 

Una de sus consecuencias será la expansión de los monocultivos de soja y caña de azúcar en los países de Mercosur. El acuerdo facilita las exportaciones de estos productos a Europa, donde se utilizan para la fabricación de agrocombustibles y de piensos destinados a la alimentación del ganado. Esto, unido a la mayor demanda generada por el estímulo a la ganadería industrial en el bloque de Mercosur, incentivará la expansión de estos cultivos a costa de ecosistemas enormemente biodiversos como la selva amazónica, la sabana del Cerrado en Brasil y el bosque seco del Chaco en Argentina y Paraguay.

 

  1. El Amazonas arde con la complicidad de Europa

La firma de este tratado legitima las políticas del presidente de Brasil. Desde la llegada al poder de Bolsonaro en enero de 2019, el Gobierno ha promovido la  explotación de la Amazonía por parte de multinacionales de los sectores agropecuario, minero e hidroeléctrico. Según el INPE, Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales,en 2019 los incendios en la Amazonía aumentaron un 30% y la deforestación lo hizo en un 85% con relación a 2018, el mayor aumento de la última década. Los pueblos indígenas, defensores del territorio, son también una traba para implementar las políticas extractivistas del gobierno brasileño. A través de distintos cambios legislativos y otras dudosas maniobras, Bolsonaro ha vulnerado de manera sistemática los derechos humanos de estos pueblos. Destacan la reforma del Código Forestal para facilitar la apropiación de tierras o el nombramiento de un pastor evangélico al frente del departamento de indígenas no contactados de la Funai, el órgano estatal de asuntos indígenas, que además ha pasado a estar bajo el mandato del Ministerio de Agricultura.

 

  1. Comercio y desarrollo sostenible en el acuerdo: papel mojado

En un intento de blanquear este acuerdo comercial con grandes impactos socioecológicos, se ha incluido en el mismo un capítulo sobre Comercio y Desarrollo Sostenible con artículos que hacen referencia a las obligaciones de las Partes de implementar el Acuerdo de París y los Convenios fundamentales de la OIT, así como de promover ‘la gestión responsable de las cadenas de suministro’, basada en la adopción voluntaria de prácticas de responsabilidad social corporativa por parte de empresas. Sin embargo, mientras los aspectos relativos a comercio cuentan con un mecanismo sancionador que puede utilizarse si una parte incumple sus compromisos , los que se refieren a derechos humanos, clima o medio ambiente carecen de este mecanismo, por lo que su cumplimiento se deja a la buena disposición de las empresas y los Estados.

 

Los países dan un paso atrás

Los mediáticos incendios en Brasil del verano pasado llevaron a países como Francia, Irlanda o Luxemburgo a expresar públicamente que no ratificarán el acuerdo si Bolsonaro no cumple con los compromisos del acuerdo de París. Otros países europeos han ido más lejos y ha aprobado mociones parlamentarias contrarias a la ratificación en el Consejo de la UE: el Parlamento austríaco, el de la región belga de Valonia y recientemente el neerlandés.

Esta realidad hace que la aprobación del tratado se tambalee ya que en el contexto europeo debe existir unanimidad en el Consejo de la UE para que el texto vea la luz. En ese sentido la determinación de los países para mantener su postura de rechazo y no ceder a las presiones externas será clave. Mientras, la sociedad civil lo tiene claro y desde la red europea Seattle to Brussels, de la que forma parte Ecologistas en Acción, se ha elaborado una carta abierta, apoyada por más de doscientas organizaciones europeas, exhortando a los Gobiernos de los Estados miembros, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo a rechazar el acuerdo.

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