Ecologismo de emergencia

La marisma que desapareció bajo una montaña tóxica en sólo 50 años. Una de las tragedias onubenses

Carmen Molina Cañadas

Estos días se han congregado más de cien colectivos, protestando a las puertas del Ayuntamiento de Huelva para mostrar su rechazo a la intención de la empresa Fertiberia de enterrar los fosfoyesos, y rechazando el proyecto presentado en la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) que sí ha recibido el visto bueno del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico porque, -afirman-, pretende cubrir con una fina capa de tierra las miles de toneladas de fosfoyesos que se han depositado durante tantos años. El otorgamiento se condiciona a numerosas cuestiones ambientales de la DIA, y supone para la ciudad de Huelva el enterramiento definitivo de los fosfoyesos en las marismas y su permanencia geológica en un problemático futuro.

La ciudad de Huelva se asienta en una gran llanura litoral donde abundan las marismas, caños, lagunas y esteros, junto a zonas de arenas. La estructura sedimentaria es de elementos muy finos (arcillas), y expuestos a dinámicas de flujo continental y marítimo, con materiales aún no consolidados. Su situación en la confluencia y desembocadura de los ríos Tinto y Odiel explica algunos de los riesgos que existen, como consecuencia del grave conflicto ambiental generado. Son necesarias medidas urgentes, ineludibles y costosas para neutralizar la enorme montaña tóxica de fosfoyesos que se ha acumulado a lo largo de mas de cuatro décadas, sobre fangos poco compactados y arenas embebidas en agua. Una montaña originada por la acumulación de materiales industriales que es una de las mayores del mundo. Tras su clausura se ha mantenido la zona en permanente riesgo de desastre ecológico. Un riesgo de gran magnitud que podría dejar pequeña la devastación ya vivida en Aznalcóllar.

Fertiberia obtuvo en 1968 la concesión para verter sus residuos a la Marisma del Tinto, y lo hizo hasta que en 2004 el Ministerio de Medio Ambiente declaró caducadas las concesiones de los terrenos en que se asientan las enormes balsas. Entre 700 y 1000 hectáreas, la misma extensión que la ciudad de Huelva y a escasos 500 m. de sus viviendas. Tiene entre 80 y 100 millones de toneladas de residuos, en su mayoría fosfoyesos, que son un subproducto resultante de la fabricación de fertilizantes fosfatados.*[1] Antes de la concesión, la marisma estaba limpia. Pero después de contaminar tanta extensión y durante tanto tiempo, no va a ser técnicamente posible descontaminar y volver a dejar limpia la marisma como así están exigiendo los colectivos. Son cosas de la entropía: imposible volver al punto de partida tras el disparate consentido durante tantos años.

El Polo Químico suele dividir a los ciudadanos entre los que lo ven como motor económico de la ciudad (por los puestos de trabajo que genera) y los que lo ven como su primer problema al afectarles a su salud (las balsas emiten una radiación 27 veces por encima de lo permitido, muy por encima de la legislación española y la directiva europea) o destruir los ecosistemas que circundan la ciudad.

El dilema ya está servido: Es un hecho que no se debió permitir el vertido continuado, durante décadas, de residuos tan tóxicos a las puertas de la ciudad y en zona tan frágil. De hecho, en ningún otro lugar. Y también es un hecho que la insistente petición ecologista de que "quien contamine, pague" nunca se cumple, porque una vez rotos los equilibrios ambientales, no se vuelve a la situación de partida y el destrozo nunca se repara. Pero a las amenazantes balsas, hay que buscarles una enmienda que no genere otros problemas.

Por eso, respecto a la DIA, en este caso, como en los demás, se analizan distintas alternativas. Lo que ha aceptado el Ministerio es que se encapsule la zona de vertidos, no que se regenere, que es lo que piden desde asociaciones ecologistas y ciudadanas de Huelva. Regenerar la marisma con garantías no es fácil y supondría mover los fosfoyesos. Pero, si se trasladasen los fosfoyesos para limpiar la marisma ¿Qué hacer con ellos? ¿Dónde depositarlos? Aunque el sellado in situ sea una mala solución, es evidente que implica menos riesgos que el que significa trasladar todos los vertidos tóxicos a otro lugar. Asumiendo, claro está, que se ha evaluado con rigor y con las herramientas que existen para ello, (Mejores Tecnologías Disponibles que suelen decir las empresas). Existe la posibilidad de pedir otra evaluación de riesgos de las distintas alternativas de gestión, para tener una opinión independiente y cualificada aparte de la de la empresa y la del ministerio. La Universidad de Huelva cuenta con equipos de investigación que han trabajado sobre ello.

Pero es evidente que NO se resuelve el problema porque no hay una solución óptima para unos vertidos que no se debieron autorizar, y menos durante tanto tiempo de acumulación y lo único que ya se puede hacer es convivir con el riesgo; al que –en teoría- pretenden mantener dentro de un rango asumible.

Las alternativas que suponen mover el suelo o los sedimentos contaminados se suelen desechar, al ser más peligroso mover el material y acabar trasladando el problema a otro sitio. No es un volumen pequeño que se pueda llevar a un vertedero, son muchas hectáreas de balsas (entre 700 y 1000 Has). Y, asumido que no se mueve, lo que queda es actuar in situ. En general, se suele optar por soluciones "ingenieriles" aunque para determinados contaminantes como metales pesados y petróleo pueden funcionar tratamientos biológicos. Aquí no es el caso. Demasiado contaminante y extensión. Ante eso, lo propuesto es una especie de sellado de las balsas (encapsulado) que limite las pérdidas, posibles infiltraciones, límite riesgos de rotura y otros posibles problemas. Como se sabe que eso no es seguro y con el paso del tiempo puede haber rotura e infiltraciones, quizá gases también, se propone vigilancia a 30 años, aunque después de ese tiempo el riesgo va a persistir. Para fijar taludes tiran de vegetación, que de camino queda bien. No se puede descontaminar a 0. Se descontamina hasta que el riesgo se considere aceptable para la salud de las personas y del ecosistema. Dónde esté ese límite aceptable no creo que nadie lo sepa con certeza.

Es la solución menos mala dada la situación. Por supuesto siendo muy exigente con la ejecución y con "el aval" que garantice que los riesgos se mantendrán en "límites aceptables". Se debe exigir a Junta y Ministerio que consideren adecuadamente el riesgo que de verdad es asumible para la ciudad de Huelva y en consecuencia, que exijan a Fertiberia el máximo rigor en el encapsulado de suelos (que quede con la estanqueidad garantizada) y que aporte el montante que se considere necesario para su mantenimiento a futuro, asegurando que ese dinero no se pueda dedicar a otra cosa. No sé si los 65 millones € exigidos como fondo de garantía, son garantía suficiente, pero tendría que ser depositado en un banco para estos fines y estar disponible para los imprevistos y los probables incumplimientos que tenga el proyecto y su monitorización durante 30 años. Con certeza es una cantidad pequeña para los daños ocasionados y los riesgos que sufrirán generaciones de onubenses. Pero ¿qué criterio se podría usar para declarar una cantidad como razonable y suficiente?

Conclusión: Es una actividad que no se debería haber permitido y por la que Fertiberia, además de remediar debe compensar a la ciudad de alguna manera. Al dar el Ministerio por bueno el proyecto, tendría que argumentar porqué considera que se han evaluado suficientemente los riesgos con los que tendrán que convivir los onubenses y su ecosistema de marismas.

Quiero aclarar que, coincidir, en un marco de evaluación de riesgos comparativos, que un confinamiento sea la solución menos mala en el corto-medio plazo, no blanquea la desastrosa gestión que Fertiberia ha hecho en Huelva y los daños ambientales y para la salud de las personas que ha producido por decenios. Además, en ese mismo sentido, habría que preguntar al Ministerio de Transición Ecológica, Dirección de Biodiversidad y Calidad Ambiental cómo es que se conceden permisos para que vengan 70.000 toneladas de residuos peligrosos procedentes de territorio extracomunitario, de Montenegro concretamente, hasta Nerva, y que se sumarían a otras 40.000 ya depositadas a comienzos de este año.  Se incumple así la premisa de la que parto en este artículo: la de que se traten los residuos allí donde se producen.

El vertedero de Nerva iba a destinarse a tratar los residuos de Huelva, Sevilla y Cádiz. Pero se ha convertido en el basurero de Europa, un vertedero de residuos tóxicos y peligrosos a 700 metros de las casas del pueblo. Se esperan más envíos desde Montenegro hasta completar la operación de "limpieza" (bastante cuestionable) de 150.000 toneladas de residuos, el equivalente a 15 torres Eiffel, repartidas en 1,7 hectáreas. Y esta situación es contradictoria con la que se plantea para Huelva capital.

*[1] Respecto a lo que ha sucedido tras caducar las concesiones, hay que apuntar alguna cosa que amplíe el foco.  Y es que Fertiberia ha pasado a comprar su materia prima (ac. Fosfórico) a Marruecos. Lo ha hecho al no poder seguir vertiendo aquí, porque la legislación ambiental le ponía "difícil" contaminar sin costes. Y Marruecos le facilita esa materia prima que previamente roba al Sahara Occidental. Zonas ricas en Fosfatos y pobres en legislación ambiental. Marruecos controla el 75% del volumen de exportaciones de fosfatos en roca en el mundo. El 10% lo extrae del Sahara Occidental ocupado. Un expolio que implica no solo degradación ambiental por vertidos incontrolados, que van directamente al mar, sino degradación moral por la pobreza y humillación a que se somete al pueblo saharaui para expoliar sus riquezas naturales. Altos responsables de la empresa admiten sin sonrojarse, que son conscientes de que Marruecos les proporciona la materia prima vertiendo los residuos de la producción de fosfatos, directamente al mar, como puede observarse desde los satélites.

Si el sistema de producción capitalista arruina las pesquerías de zonas marinas de gran valor pesquero como los caladeros de las costas atlánticas africanas, arruina las marismas y la salud de las gentes que viven donde se han venido produciendo fertilizantes fosfatados o de otro tipo y lo hace para mantener un sistema agroindustrial que supuestamente debe alimentar a una población mundial creciente... no creo que por ese camino lleguemos lejos antes de colapsar.

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