El Pacto del Agua de Aragón de 1992, bendecido por el gobierno aragonés, que lo vendió como un logro social, fue en realidad, una larga lista de embalses concebidos desde la política trasvasista del momento que, andando el tiempo, cuenta sus obras por otros tantos fracasos. La lista de proyectos mal diseñados técnica o administrativamente, el desequilibrio coste-beneficio y los multiplicados presupuestos, han sido la seña de identidad de este presunto pacto con que el ejecutivo aragonés obedece las exigencias de la oligarquía agraria aragonesa que, pese a la escasez de agua que va a seguir creciendo en los próximos años a causa del cambio climático, persiste en la ampliación del regadío. Finalmente, muchas de estas obras a los únicos que han beneficiado realmente, ha sido a las empresas constructoras que han llevado a cabo las obras.
En aquel olímpico año, se lanzó el proyecto de "abastecimiento de Zaragoza y su entorno" convenciendo a la gente de zaragoza de que iba a llegar a sus grifos el agua del Pirineo con toda su transparencia y calidad. El evidente objetivo político del momento, no era otro que involucrar a esa mayoría urbana que supone la capital aragonesa en la pretendida necesidad de recrecer el embalse Yesa, infraestructura vital para regular el trasvase del Ebro que, por entonces, se promovía desde Madrid.
En esta operación, entre propagandística y financiera, la pieza clave era un nuevo embalse del pacto del agua, La Loteta que podría llenarse con aguas invernales del Canal Imperial, de buena calidad, y con los caudales sobrantes del sistema de regadío de Bardenas.
Con sus casi 100 Hm3, este embalse podría garantizar año y medio de abastecimiento a Zaragoza, perfilándose como elemento esencial dentro de dicho abastecimiento.
Sin embargo, el vaso del embalse de La Loteta está formado mayormente por yesos, siendo previsible que, si se almacenaba allí el agua durante meses o años, se produjese una disolución masiva de sulfatos y otras sales, que incrementaría sustancialmente la dureza del agua. La respuesta oficial de la Confederación Hidrográfica del Ebro fue que todo estaba estudiado y que la disolución de sales en La Loteta sería pequeña e incluso mejoraría el agua del Pirineo, de pos sí pobre de sales para el uso de boca. El mito/mentira del agua pirenaica llegando pura y sin macula a través de casi 200 Kms de acequias y canales estaba bien hilvanado para seducir a una población para la que el pirineo es un ensueño de pureza.
La obra no estuvo exenta de contratiempos y hubo que resolver serios problemas de fugas. Por unas y otras razones La Loteta está de facto, desechada para las funciones de regulación del abastecimiento de Zaragoza porque, en efecto, se ha comprobado una disolución masiva e inaceptable, muy superior a la concentración de sulfatos del propio Canal Imperial, cuyas aguas habían sido denostadas años atrás, por su alto contenido en sulfatos. Pues bien, la concentración de sulfatos en las aguas del embalse de La Loteta, es cuatro veces superior a la del Canal Imperial.
La expresión más gráfica de este poco conocido fiasco hidráulico, la ofrece hoy la ruina en que se han convertido las instalaciones del camping que allí se construyó, dentro del plan de compensación territorial.
En definitiva, nos encontramos ante un nuevo gran fracaso hidráulico, de los que cada vez hay más en España, con más de 100 millones de euros de dinero público malgastado, y que prácticamente sólo sirve para la práctica del windsurf, kitesurf y otras variantes deportivas basadas en el agua y el viento. Y eso sí, los indiscutibles beneficiarios de este proyecto fueron las empresas constructoras que llevaron a cabo las obras, todo ello a costa de un dinero público que podría haberse invertido en actuaciones realmente necesarias para el conjunto de la sociedad.
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