EconoNuestra

Draghi y las gallinas

Pedro Chaves
Profesor en la Universidad Carlos III de Madrid y miembro de Econonuestra.

Da para mucho la sentencia de 26 de junio por la que se condena a un joven, que tenía 18 años cuando cometió el delito, a una pena de un año por robar una gallina. En realidad por intentarlo, porque la policía municipal del lugar le decomisó el animalito inmediatamente. La tasación judicial de la gallinácea fue de 5 euros y el fiscal y el juez consideran que se trata de un robo con fuerza por ser realizado en el patio de una casa habitada. Las pruebas presentadas por la abogada de la defensa (unas fotografía, no se vayan a pensar) demuestran que el patio estaba en estado ruinoso y deshabitado, o que podría parecerlo.

En el trasiego de noticias relacionadas con la crisis y sus consecuencias sociales, corrupción, delitos fiscales y gestión prevaricadora de recursos públicos esta noticia de la gallina parece sacada de una película de Paco Martinez Soria. Una de esas de la España de caspa y pandereta, incomprensibles fuera de nuestro suelo patrio.

Quizá el único nexo de unión que nos permita seguir creyendo que hay alguna racionalidad en las cosas, que, después de todo, sigue existiendo un fino hilo de continuidad y permanencia en nuestras vidas, remite a la volatilidad y precariedad de nuestra existencia. Es poca cosa, y no diré pero menos es nada, solo que, esto es lo que nos ofrecen. La otra moraleja, aquella que evidencia, otro día más, de que hay al menos dos varas de medir en la justicia resulta un tema manido y no insistiremos más.

El jueves 19 de junio Bernanke, Presidente de la FED anunció, sin fecha definida, el fin de los estímulos económicos en la economía estadounidense ante la evidencia de que la recuperación económica era sostenida y sólida. Lejos de producir furor o entusiasmo, las bolsas se precipitaron hacia el abismo y cundió el desánimo.

Hace apenas unos días, Mario Draghi, sugirió que la política de estímulos por parte del Banco Central Europeo continuaría –tampoco dijo durante cuánto tiempo- y que había margen para una bajada de tipos de interés, y las bolsas reaccionaron con entusiasmo.

Sabemos que la economía es, como el fútbol, un estado de ánimo y que en las bolsas es posible pasar de la euforia a la depresión en un santiamén, pero esta variabilidad económico-emocional perturba lo suyo.

Frente a las declaraciones con impactos determinantes en la economía financiera, la realidad se abre paso con pereza y sin casi ruido, acostumbrados al martilleo constante de unas evidencias tan dolorosas como paralizantes.

Una comisión de la troika decide estos días en Atenas si libera 8.100 millones de euros de uno de los tramos del segundo rescate. Para ello se exige que sean despedidos antes de que finalice este mes, 12.500 funcionarios. Y se erigen como dramáticos los problemas suscitados por la evidencia de que nada de lo que este país hace sirve a los propósitos de la estabilidad fiscal y presupuestaria y menos aún de la recuperación económica. Los dramas personales, familiares, comunitarios que lastran y lastrarán a Grecia durante generaciones conmueven poco en las plazas financieras. La dimisión del ministro de Finanzas portugués, Vitor Gaspar, ante la evidencia del fracaso de las políticas de recortes ilimitados en los servicios públicos, testimonia el colapso por entregas de estos países.

Pero las noticias de la extensión, como una mancha de aceite, de la lógica del austericidio, escalan geográficamente del sur al centro y norte de Europa. Ya son noticia cotidiana en Francia, Bélgica o en Holanda. Si alguien pensó que la terapia de choque contra el perezoso sur generaría un cortafuegos para los países ricos, se equivocaba. Las poblaciones que hasta ahora se pensaban protegidas, están empezando a comprobar hasta qué punto la demanda del fin de las políticas sociales no se detendrá en ninguna frontera.

En Bélgica se acaba de aprobar un acuerdo que implicará un recorte presupuestario de 3.100 millones de euros para el próximo año y la perspectiva de una victoria de los derechistas de la Nueva Alianza Flamenca en 2014, amenaza con hacer saltar por los aires el estado social en este país. Lo han entendido bien, el objetivo no es tanto Bélgica como estado sino el modelo de estado social vigente en este país y muy en particular el poder de los sindicatos.

El solar europeo se parece cada vez más al patio de vecindario en el que un joven poco perspicaz quiso llevarse una gallina: parece habitado pero su aspecto sugiere más bien ruina y abandono. Este escenario de deterioro social y volatilidad, de sobrerreacciones incomprensibles y de creciente malestar, de infrarrepresentación de los más y creciente capacidad de incidencia de los menos, amenaza con fragilizar aún más la cohesión de nuestras sociedades con resultados imprevisibles.

La agenda europea se ha convertido ya en un elemento central de las agendas nacionales y como comprobamos de manera cotidiana, las fronteras no tienen apenas capacidad de contener las decisiones o, incluso, los efectos de las opiniones enunciadas en cualquier otro lugar de nuestra corrala europea. La volatilidad y la precariedad no necesitan pasaporte para trasladarse.

Quizá en la próxima rueda de prensa veamos a Draghi con una gallina, no se rían, será una señal.

Más Noticias