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La diana fascista y el miedo

Jordi Angusto
Economista crítico

El reciente asesinato de Pavlos Physsas, cantante progresista griego, supone abrir un nuevo círculo concéntrico a la diana fascista de Alba Dorada, el partido que ha hecho culpables a los inmigrantes de la pobreza de todos. El nuevo círculo abarca ahora a los que defienden los derechos de aquéllos, convertidos también en posibles nuevas víctimas de las represalias nazis.

Al 15% de apoyo que indican las encuestas, Alba Dorada ha añadido un porcentaje difícilmente calculable de quienes callarán y les dejarán hacer por miedo.

El país se debate ahora en una posible respuesta legal a este crimen, como por ejemplo sacar de la cámara de diputados y prohibir este partido. Pero sea cual sea la respuesta jurídica, será en vano si aumenta el sentimiento popular de quienes piensan que tendrían más a repartir si se echa a los inmigrantes, y si, además, aumenta el círculo concéntrico añadido ahora por el miedo.

Hitler llegó al poder cuando había un 40% de paro en Alemania, cuando los partidos liberales hacían "recortes" sociales a base de una inflación galopante, cuando los aliados de la Primera Guerra Mundial mantenían la exigencia de unas reparaciones de guerra impagables, incluso por las armas cuando era necesario, y cuando el mercado negro interior facilitaba el enriquecimiento colosal de unos cuantos, entre los cuales algunos judíos que, por "diferentes", terminaron siendo identificados todos como las sanguijuelas que chupaban al pueblo.

En medio de todo esto hubo quien ofreció parar los pies a los "aliados" y dejar de pagar la deuda externa, que ofreció un mayor espacio vital alemán, ensanchando de entrada las fronteras hasta donde lo hacía la lengua, y que mientras tanto proponía distribuir las riquezas de un colectivo "extraño" a su cultura.

El canto de sirena sedujo a muchos alemanes, y el miedo a la acción violenta de las hordas más convencidas amplió el círculo de apoyo hasta una mayoría social.

Hasta hace no mucho tiempo se hacía imposible imaginar que algo semejante podía volver a pasar. Hoy, sin embargo, las semejanzas son demasiado grandes para estar seguros. El hambre y el miedo pueden anidar las peores serpientes. Algunas ya han roto el huevo y, aunque todavía pequeñas, ya muestran su venenosa lengua.

Tras las victoria arrolladora de Merkel en Alemania, se insistirá en la necesidad de más austeridad y más reformas en los países del sur. En definitiva, que hagamos como ellos hicieron tiempo atrás: empobrecer a su población para inundar con sus productos los mercados europeos. Pero ¿es acaso posible que todos los países exporten a la vez? Entonces, el empobrecimiento de todos, ¿a dónde piensa que nos llevará?

El crecimiento de Alba Dorada y de sus réplicas en toda Europa lo decidirán Merkel y la Troika. Si insisten en ofrecer más de lo mismo, con más pobreza y más paro, quien sea capaz de ofrecer un punto de fuga mejor se llevará los votos del pueblo.

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