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El FMI y la falsa reforma de los organismos internacionales

José Antonio Nieto Solís
Profesor titular de Economía Aplicada en la UCM

Fiel a lo prometido en el artículo aquí publicado el pasado 15 de octubre, los párrafos siguientes explican qué es y cómo actúa el FMI, y plantean qué se puede hacer con él, dado que las reformas de los organismos internacionales sólo proponen cambios superficiales.

1)  Naturaleza. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) comenzaron su andadura tras la II Guerra Mundial. En sus primeros años el BM se centró en apoyar la reconstrucción económica de Europa, para dedicarse posteriormente a fomentar proyectos de desarrollo en países más atrasados. El FMI fue concebido como un organismo financiero destinado a vigilar las políticas de los gobiernos, con el fin de ayudar a los países miembros que tuvieran dificultades coyunturales de balanza de pagos para que sus problemas no se extendieran al resto del mundo.

Al principio el FMI también volcó sus acciones en los países europeos: había que colaborar en la reconstrucción económica para facilitar el crecimiento de EEUU y del resto del mundo. En las décadas siguientes orientó sus intervenciones y políticas de ajuste a los países menos desarrollados, yendo más allá de su mandato inicial de "ayudar a resolver problemas coyunturales", para adentrarse en un nuevo papel de "control y orientación de las reformas estructurales", supeditadas siempre al respeto de los equilibrios macroeconómicos considerados esenciales para mantener la estabilidad financiera internacional.

En la actualidad, el FMI ha vuelto a fijar sus políticas en algunas naciones europeas que se han visto obligadas a afrontar problemas de naturaleza coyuntural y estructural. Por su proximidad, Grecia es un buen ejemplo de cómo ha operado siempre y sigue operando el FMI, en esta ocasión en colaboración con la UE y sus países. En décadas pasadas, como sucedió en América Latina, las políticas de ajuste del FMI despertaron críticas reiteradas por atender esencialmente la estabilidad del sector financiero, sin tener en cuenta su impacto negativo sobre la población. ¿Ha cambiado algo ahora?

El FMI ha sido reformado en varias ocasiones (la última, entre mayo de 2008 y febrero de 2011). Con la excepción de los cambios de los años 70, la mayor parte de las "reformas" se han limitado a meras reasignaciones de cuotas entre los países socios (que son casi todos los del mundo), por lo que el organismo mantiene sus objetivos constitutivos esenciales. En síntesis, esos objetivos son: 1) regular el sistema monetario y financiero internacional, promoviendo la estabilidad cambiaria y el establecimiento de un sistema multilateral de pagos; 2) ayudar a los países miembros a afrontar sus desequilibrios de balanza de pagos, evitando la extensión internacional de las crisis.

2.  Cuotas. Aunque el FMI ha ido puliendo y completando sus tareas de vigilancia, ayuda, regulación y posicionamiento en el núcleo del sistema económico internacional, no es un "banco central mundial", puesto que una institución de ese tipo no existe. Además, sus limitados recursos hacen imposible su reconversión hacia las figuras de prestamista en última instancia y/o gendarme del sistema financiero internacional global (público y privado). Como su propio nombre indica, el Fondo es esencialmente un fondo cuyos recursos son suministrados por los países miembros, "principalmente mediante el pago de cuotas, que, en general, guardan relación con el tamaño de la economía de los países" (véase: www.imf.org). Por ello, existe una gran disparidad en la cuantía de las cuotas, que a su vez determinan la "capacidad de voto" de cada país y sirven de soporte para las acciones financieras, por lo que, lógicamente, condicionan el control sobre la institución.

Las decisiones del FMI tienden a adoptarse por consenso. Pero cuando se votan aspectos fundamentales se exige una mayoría del 85% de las cuotas, lo que lleva implícita una capacidad de veto por parte de EEUU, ya que es el único país con una cuota superior al 16%. En teoría, esa posibilidad de veto también existe para la UE, ya que la suma de las cuotas de los países europeos casi duplica a la de EEUU. Pero la UE no actúa como un grupo consolidado y no es fácil que su objetivo sea constituirse como tal. Si eso sucediera, Europa tendría que reducir su cuota, su ponderación de voto, y la presencia de funcionarios europeos en Washington. Ese sería el primer paso para abrir sus órganos de gobierno a naciones en desarrollo, como Brasil; pero Europa no quiere perder presencia institucional ni cuota de poder.

El funcionamiento del FMI también muestra otra evidencia: su Director Gerente ha de ser europeo, o contar al menos con la aprobación de la UE. A cambio, EEUU se reserva el control de la dirección del BM. ¿En ese reparto histórico, tienen cabida otras naciones? No parece fácil, pero incluso en caso de modificarse ese acuerdo tácito Europa-EEUU, el cambio sólo implicaría una permuta nominal, una sustitución de personas (que tal vez defenderían las mismas ideas, habrían estudiado las mismas doctrinas y tendrían sus inversiones en activos muy similares, quien sabe si colocados en paraísos fiscales). Pero no hay indicios de que los organismos internacionales puedan cambiar a corto plazo su funcionamiento, para contribuir a mejorar la gobernanza mundial y reducir los desequilibrios y desigualdades existentes entre los países y en los niveles de vida de sus habitantes.

3.  Contradicciones. Un ejemplo de todo ello son los graves problemas que han conducido a la actual crisis. Ante tal situación, ¿alguien puede pensar que el FMI o un hipotético "banco central mundial" contarían con capacidad suficiente para regular las políticas monetarias de los países, además del funcionamiento de las corporaciones financieras transnacionales que operan desde cualquier lugar? Lo cierto es que la ausencia de normas básicas sobre la regulación de los movimientos de capitales hace muy difícil impedir que las transacciones de carácter especulativo afecten negativamente a las balanzas de pagos de numerosas naciones y de sus habitantes, lo que implica una contradicción esencial con los objetivos fundamentales del FMI.

En realidad, cualquier reforma profunda de los organismos económicos multilaterales necesitaría asentarse como mínimo sobre dos pilares: a) la reforma integral del sistema de las Naciones Unidas en su conjunto, incluidos FMI y BM; b) la superación del paradigma neoliberal sobre el que se basan las principales instituciones económicas internacionales y el vigente "orden" mundial.

Ambos aspectos son complejos. Reformar la ONU, porque involucra a gran número de organismos y países. Y abrir los organismos internacionales a modalidades de actuación no exclusivamente neoliberales, porque habría que aplicar criterios consistentes en favor de la equidad y estabilidad, y no sólo medidas destinadas a salvaguardar la eficacia formal de los sectores financieros públicos y privados, nacionales e internacionales. Aunque las recomendaciones del FMI a la UE parecen ahora más abiertas y flexibles que hace unos años (son incluso menos neoliberales que las defendidas por muchos países europeos), sus políticas siguen siendo las mismas. Lo confirma el caso de Grecia, con sus programas de ajuste y el creciente empobrecimiento de la población: no es lo mismo predicar que dar trigo.

4.  Ideología. Si analizamos las actuaciones del FMI en las últimas décadas destacan dos rasgos esenciales. Primero: las ayudas a los países con problemas han dado lugar a la aplicación de programas de ajuste cuyo impacto ha sido casi siempre positivo para el sector financiero, aunque sus efectos inmediatos sobre el nivel de vida de la población hayan sido casi siempre negativos. Segundo: la acción del FMI (y de los principales organismos internacionales) se ha basado en los principios básicos de privatizar, liberalizar y desregular, aspectos que no se limitan a la aplicación de criterios meramente técnicos, sino que tienen un claro componente ideológico, y favorecen en particular los intereses de sectores muy concretos en cada país y en la economía mundial, como confirman los estudios de distintos especialistas en el tema, tanto del ámbito académico como vinculados anteriormente a instituciones multilaterales (véanse, por ejemplo, las más recientes publicaciones de J. Stiglitz).

Más allá de los debates sobre la reforma de los organismos internacionales y los efectos de las políticas de ajuste mal entendidas, se puede extraer una conclusión fundamental. El FMI necesita un cambio profundo que le permita afrontar las actuales condiciones de globalización, contribuyendo a una mejor regulación de la economía mundial y abriendo sus fundamentos doctrinales al desarrollo equilibrado de la economía mundial. Mientras los parámetros de referencia y los fundamentos doctrinales sigan siendo los mismos, el curriculum, el carácter y la posible capacidad de consenso de quien presida o participe en los organismos internacionales no pueden ser un "factor decisivo" para hablar de la reforma de la arquitectura financiera internacional. ¿De qué sirve una mera reasignación de cuotas que dé más poder a los países emergentes? Es cierto que esas naciones se sentirían más justamente representadas, pero también lo es que esa enésima falsa reforma del FMI apenas alteraría sus funciones y su comportamiento.

5.  Recetas. Una de las tareas de del FMI consiste en elaborar informes sobre la situación de los países que precisan ayuda en los términos establecidos, y con las consecuencias que suelen derivarse de ello. Para ello se desplazan a los países las misiones del FMI (conocidas como los "hombres de negro"). Su tarea es analizar los datos macroeconómicos y elaborar las prescripciones más adecuadas para cumplir los objetivos fijados y activar los programas de ajuste necesarios para ayudar al país que atraviesa problemas de liquidez, con independencia del origen real de esos problemas. Como constatación del sesgo analítico y del papel secundario que atribuyen al impacto de las políticas del FMI sobre el grueso de la población, muchos expertos y antiguos funcionarios coinciden en señalar que los informes realizados responden siempre a un mismo patrón previo (que encaja en la ortodoxia reinante) y suelen concluir con recetas similares, adaptadas, eso sí, a los datos reales de las economías analizadas, puesto que esa es una labor aparentemente "técnica" y no ideológica.

El caso de Grecia, una vez más, es un claro exponente de que da igual un país u otro, puesto que la base de las recetas siempre es la misma, a modo de medicina urbi et orbi. Lamentablemente, los resultados también suelen ser muy similares. Antes en América Latina y ahora en Europa, la conclusión es clara: ese tipo de políticas de ajuste, ya sean con finalidad coyuntural o estructural, empobrecen a la mayoría para ayudar a una minoría. El caso de España, aún sin necesitar una acción directa del FMI, también ayuda a entender cómo los organismos internacionales pueden contribuir a "ahogar" a un país, es decir a sus habitantes, para facilitar el logro de los equilibrios macroeconómicos necesarios para la recuperación del sector financiero. Y así estamos: esperando a que nos abran o nos cierren alguna puerta, ya sea del patíbulo o de la financiación internacional y el creciente endeudamiento. Porque todo parece indicar que la visión del FMI tiene cada vez más influencia en la "actual" economía mundial.

Mientras eso no cambie, de poco sirve reasignar las cuotas o elegir a otras personas con similares intereses al frente de los organismos mundiales. Con bastante frecuencia los "altos cargos ejecutivos" se recuerdan más por su imagen, ya sea buena o mala, que por el desempeño de sus funciones. Los ejemplos de los más recientes Directores Gerentes del FMI también son ilustrativos en este sentido. De todos modos, es de agradecer que ahora el Fondo esté lanzando mensajes más pegados a la realidad y menos apegados a la ortodoxia, aunque tal vez eso sólo sea flor de un día. O Tal vez sean florituras semánticas de cara a la galería, para que todo siga igual aunque el cambio de maquillaje lo oculte. En realidad, para cambiar el orden (o el desorden) que defienden las instituciones económicas internacionales hay que explicar con más claridad las consecuencias de los planteamientos ideológicos y técnicos del FMI. Y, sobre todo, hay que entrar en profundidad en el diseño de un nuevo sistema que vertebre la totalidad de los organismos de las Naciones Unidas. Para ello, ¿habría que cambiar de época y de imperio hegemónico en el mundo?

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