EconoNuestra

El despertar árabe, ¿sueño o pesadilla?

José María Mella
Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Asociación EconoNuestra

En estos momentos, en los que al menos en el plano de la reflexión se intenta revisar la política exterior española (véase el documento del Instituto Elcano sobre la materia), el libro del que se ha tomado el título de este artículo y cuya autora es la historiadora y escritora viguesa Yashmina Shawki, no puede ser más oportuno. Oportuno por el momento, pero también por su contenido y por el perfil personal de su autora.

España, como enlace natural entre el Norte de África y Europa, tiene un interés estratégico en que el Mediterráneo constituya un espacio geopolítico de paz y desarrollo, en el que la UE debería estar (porque, en realidad, no está) a la altura de las circunstancias, reforzando las relaciones de vecindad meridional en un momento de transformaciones conflictivas pero esperanzadoras.

No hay duda de que España debe desarrollar mucho más las relaciones con los países del Magreb –especialmente, Marruecos– y encauzar a través de la UE su presencia en Oriente Medio. Pero para que la política exterior española descanse en estrategias adecuadas, se precisa conocimiento y sentido prospectivo a los que la obra de Shawki –estoy seguro– puede contribuir.

Estrategias que descansen en principios firmes de defensa de la libertad, los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho, lejos del perfil ambiguo, tibio y descomprometido del documento inicialmente citado.

El libro dedica una atención pormenorizada a los antecedentes del denominado "despertar árabe", a sus causas directas y a los factores coadyuvantes, sin olvidar la discriminación de la mujer y las minorías oprimidas y sin dejar de lado el origen del actual estado de la región,  que hunde sus raíces en el final de la I Guerra Mundial y la caída del Imperio Otomano.

Las causas directas –en opinión de la autora– son de carácter económico, social, político e institucional. Entre las causas económicas, se señalan los bajos salarios, las elevaciones permanentes de precios que disminuyen el poder adquisitivo de la población y la pobreza generalizada, resultado de la concentración de la renta en pocas manos.

A lo anterior hay que añadir una agricultura incapaz de generar alimentos suficientes, lo que provoca no sólo la necesidad de importarlos sino de subvencionarlos para contener las alzas de precios y hacerlos asequibles a una población que depende para su subsistencia de los productos de primera necesidad.

Esta demanda creciente de alimentos es el resultado de un intenso crecimiento demográfico, de una rápida urbanización en grandes ciudades que –incapaces de crear empleo para las nuevas generaciones de jóvenes– son escenario de graves tensiones sociales.

La corrupción y el nepotismo perjudican a la eficiencia del sector público y privado, desincentivan a la inversión extranjera, crean inseguridad jurídica y obstaculizan el desarrollo; a la par que un exceso de burocracia mal remunerada convierte al soborno en práctica habitual.

Donde este fenómeno alcanza dimensiones colosales es en la "liberada" Irak, país en el que los contratos de las compañías norteamericanas Halliburton y Blakwater Worldwide, con la colaboración de las autoridades locales, sitúa al país en el puesto 175 de los 183 del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.

Todo ello se produce en un contexto de supresión de los derechos civiles, de declaración del estado de emergencia cuando conviene al poder para limitar las libertades individuales, imponer la represión y controlar la información.

En otras palabras, estamos en presencia de gobiernos sin legitimidad, basados en golpes de Estado, procesos electorales legalmente viciados o aupados al poder como resultado de procesos bélicos.

La discriminación de la mujer se  analiza como producto de un atávico sistema patriarcal de dominio del varón, del poder del estamento religioso y de la ausencia de una legislación de igualdad de género (que cuando existe, caso de Marruecos, su aplicación es muy limitada).

Las minorías oprimidas, que la autora conoce bien pues no en vano pertenece a una de ellas, lo son porque el Islam totalitario no es compatible con los colectivos que puedan cuestionar su autoridad.

Todos estos procesos no se entenderían sin los "intereses exógenos" de las metrópolis europeas y de Estados Unidos e Israel, por un lado, y de Rusia y la presencia creciente de China, por otro; sin olvidar la lucha por la supremacía en el área de Irán y Turquía, juntamente con el papel de los ejércitos en los procesos de transición actuales y el secular enfrentamiento entre chiitas y sunitas, que enturbian una convivencia pacífica.

En este libro, se defienden el autogobierno del pueblo saharaui (del que España no puede eludir su responsabilidad), la defensa de los derechos humanos y la democracia plena, como hacia la que avanza en la actualidad –con una Constitución secular, si el camino no se tuerce– un país como Túnez.

El perfil personal de la autora es singular y especialmente adecuado para adentrarse  en una realidad tan próxima geográficamente, pero tan diferente culturalmente. Yashmina Shawki es hija de gallega y kurdo iraquí.  Creció y se formó entre España e Irak, lo que le permite percibir el mundo árabe desde el norte, pero también desde el sur, de una manera excepcionalmente natural.

Sin duda, es una ventaja difícil de exagerar, y de la que pocos pueden disfrutar, para un análisis de una realidad en la que el componente cultural es esencial. Lo sé por propia experiencia, después de  años de trabajo profesional en los países árabes.

El lector tiene en sus manos un trabajo bien elaborado, minuciosamente documentado y escrito por una voz autorizada por formación y por vivencias, con frecuencia difícilmente comprensibles para los que no nos hemos criado en ese entorno.

Ese es, creo yo, un valor añadido relevante, que justifica sobradamente la lectura de este libro para poder entender lo que está pasando en una de las zonas más conflictivas del mundo y de la que depende en buena medida nuestro propio futuro.

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