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Carta a un joven con vocación científica

Ignacio Mártil
Catedrático de Electrónica de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Sociedad Española de Física

Querido amigo:

Me dirijo a ti para darte a conocer lo que te espera si de verdad optas por hacer una carrera científica en un país y en un momento como éstos. Como aquí hemos sido los campeones del ladrillo, bien puedes imaginar el camino que vas a recorrer como la subida por las diversas plantas de un edificio; así que permíteme que haga de cicerone para ti y te las muestre:

Primer piso. Lo de los chicos de The Big Bang theory es muy entretenido, pero realmente ¿qué se aprende en las carreras de ciencias?; ¿qué hace un científico?; ¿sirve la ciencia para algo práctico y útil? Es una de las primeras dificultades que vas a encontrar al comienzo: las dudas que te asaltarán a propósito de lo acertado o no de tu decisión, aunque, a juzgar por el no demasiado elevado número de estudiantes que abandonan las carreras de ciencias, no parece que vaya a ser éste el mayor de los problemas a los que te enfrentarás.

Segundo piso. Puesto que tienes una cierta inclinación o vocación, te decides a cursar una carrera científica. Por cierto, no andamos muy sobrados en éste país de vocaciones científicas, pues parece que hay otras preferencias. Supongo que estarás trabajando a conciencia en el bachillerato para garantizarte una nota de acceso suficiente para que puedas elegir una carrera acorde con tus deseos. Y doy por descontado que te dedicas con empeño a las materias propias de las ciencias: matemáticas, física, química... Tal y como escribí en un reciente artículo, la enseñanza de esas materias, lamentablemente, no goza de todo el prestigio que se merece. Ojala tengas la suerte de tener buenos profesores en esas asignaturas.

Tercer piso. Has hecho la selectividad y si has obtenido una nota de acceso suficiente, llega el momento de elegir entre un buen abanico de posibilidades. Debes tratar de cursar tus estudios en algún centro solvente. Tampoco andamos sobrados de buenas universidades, aunque algunas están más o menos bien situadas en los rankings internacionales. Tu familia habrá de hacer números, porque en los últimos tiempos, en especial en algunas Comunidades Autónomas, se han encarecido mucho las matrículas, aunque claro, según el ministro del ramo, no está mal que suban. A fin de cuentas, a nadie le obligan a estudiar una carrera universitaria.

Cuarto piso. Deberás esforzarte durante toda la carrera, porque sólo con un buen expediente académico tendrás posibilidades de continuar en la universidad una vez graduado. Así que disponte a hincar los codos; ser un empollón nunca ha tenido demasiada buena prensa pero, sin tal premisa, tu futura carrera científica se habrá frustrado antes de empezar. Negro sobre blanco: necesitas una nota media claramente por encima del notable.

Quinto piso. Se acabó la carrera; ¿y ahora qué? Si te propones continuar aprendiendo, deberás cursar un Máster -y pagarlo, lo que también supondrá un notable esfuerzo económico- para, posteriormente, hacer una tesis doctoral. Para llevarla a cabo, tendrás que conseguir una beca o un contrato pre-doctoral; las becas de posgrado siempre han estado caras, pero hoy en día están casi imposibles, en especial en las carreras de ciencias y en las ingenierías. Ya te adelanto que cualquier cosa que consigas -beca o contrato vinculado a un proyecto- será temporal, previsiblemente de cuatro años de duración, y mal pagada: unos 1.000 euros al mes; claro que en estos tiempos es casi un salario de lujo.

Sexto piso. Bueno, has conseguido financiación, el panorama se aclara. Lo que te espera es otra carrera, esta vez mucho más especializada que el grado, pero que va a requerir de nuevos esfuerzos y de nuevos aprendizajes. Debes elegir bien el grupo de trabajo donde la vas a hacer; a fin de cuentas, se trata de otros cuatro o cinco años de tu vida. Olvídate de hacer algo en el mundo científico sin un nivel muy elevado de inglés y, si puede ser, de alguna otra lengua. También te resultará imprescindible un buen manejo de multitud de herramientas informáticas. Búscate la vida y procúrate una buena formación en esos aspectos. Nadie te va reconocer nada si la tienes, pero te mirarán mal si careces de ella. Transcurridos cuatro o cinco años, en los que habrás pasado por momentos de frustración y desaliento, aunque también por muchos otros buenos y enriquecedores, si todo ha ido bien, llegaras al acto final y procederás a la lectura de tu tesis doctoral. Esto te permitirá proclamar a los cuatro vientos que eres doctor -de los de verdad- lo cual suena muy bien, aunque lamento informarte de que no es el final de nada, sino el principio de todo. Tu carrera académica empieza en realidad ahora.

Séptimo piso. Deberás realizar una estancia posdoctoral en algún centro de investigación diferente del tuyo, a ser posible, de prestigio. Eso significa que te aguardan, en el mejor de los casos, un par de años fuera de tu casa y, con toda probabilidad, de tu país. Lo cual no estaría nada mal, si luego tuvieras posibilidades reales de volver con garantías a tu casa, en el caso de que fuera ese tu deseo. Claro que, para la inefable ministra de desempleo,  Dña. Fátima Báñez, tal clase de problemas se solucionan con la célebre "movilidad exterior". Ella resolvería los conflictos que te pudieran surgir, y el eventual desánimo que llegara a invadirte durante este periodo, con una estupenda jaculatoria a su adorada Virgen del Rocío. El problema es que las plegarias a los santos y a las vírgenes brindan pocos resultados tangibles. Y de intangibles andamos muy sobrados en éste oficio.

Octavo piso. Durante tu tránsito por los pisos sexto y séptimo, es imprescindible que vayas haciendo un currículo en el que abunden las publicaciones en revistas de renombre internacional, pues cualquier cosa que quieras y/o puedas hacer en el futuro en el ámbito académico dependerá, entre otros factores, de cuánto publiques y de dónde lo hagas.

Noveno piso. Vuelta a la madre patria. En otros tiempos ya algo lejanos, a los que regresaban se les solían abrir las puertas de par en par; a fin de cuentas venían de algún centro de gran prestigio y, hubiera sido fructífera o no su estancia, regresaban con un aura de sabiduría. Hoy en día, los programas de regreso (contratos Ramón y Cajal, principalmente) se han puesto especialmente difíciles y obtener uno de ellos presupone tener un currículo realmente excepcional. Puede que haya otros programas concretos de retorno en algunos centros, pero eso ya es algo que dependerá de la iniciativa particular de alguna universidad o de algún instituto del C.S.I.C. Por descontado, casi todas las opciones que encuentres serán de nuevo con fecha de caducidad, faltaría más.

Décimo y último piso. Has conseguido regresar y, tras pasarte unos cuántos años con contratos temporales –a lo que ya estás acostumbrado-, aspiras a una plaza con contrato indefinido -no a una beca, no a un contrato vinculado a un proyecto-; incluso, si los dioses te han sido propicios, ¡persigues una plaza de profesor o investigador permanente! Pues por el momento, pierde toda esperanza, ya que la última planta está cerrada por obras. No olvides que nos hemos empachado de ladrillos y ahora estamos haciendo la digestión, que consiste, entre otras cosas, en que ya no se construyen casas o que las que estaban empezadas no se terminan. Así que vuelve al séptimo piso, con un poco de suerte alguien te ofrecerá otro contrato -temporal, por descontado- y puedes seguir otros añitos cruzando los dedos esperando que haya suerte y el cielo se despeje. Pero recuerda la advertencia de Nietzsche: "la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento de los hombres".

En otros países, cuyos gobernantes no son tan necios como los que nos gastamos por aquí, encontrarás bastantes más oportunidades, de manera que puede que todo el dinero que el Estado invirtió en tu formación (unos 200.000 €) lo aprovechen por ahí fuera. Pero no hay ningún problema, ya que, según la "doctrina González Pons", ese imaginativo político popular, trabajar en la Unión Europea es como hacerlo en casa.

 

Cuando escribí el borrador de éste artículo, pensaba terminarlo así:

Bien, pues a pesar de todo, si decides afrontar éste trabajo digno de Hércules, ¡adelante! Si habitualmente los tiempos son malos para la lírica, tampoco los ha habido buenos para la ciencia en éste país; todos los que un día decidimos subir a la décima planta nos encontramos escaleras sin terminar, vanos con ascensores inexistentes, pisos llenos de escombros...Nadie ha tenido las cosas fáciles. Pero no conozco a ningún colega que a la pregunta ¿volverías a hacerlo? me responda que no.

Al releerlo ahora, me entran dudas, muchas dudas.

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