EconoNuestra

El espíritu del 45 y el espíritu del nuevo PSOE

Beatriz Gimeno
Escritora y comentarista política

Después de las elecciones que se han celebrado en el PSOE no es necesario ser muy inteligente para darse cuenta  de que el aparato ha entendido que la exigencia de "cambio", supuestamente demandada por las bases tras la debacle electoral, se refería a un cambio de caras y a un relevo generacional. Hago referencia a "supuestas exigencias de cambio" porque los militantes tuvieron opción de votar y se decantaron, claramente, por la opción que menos significaba un cambio real —si es que alguna lo hacía— de las tres que se presentaban. Así que es posible que quizá, efectivamente, el cambio demandado por las bases se refería a esto. Ya podemos decir que se ha desinflado ese mantra que repetía, al parecer sin fundamento, que el PSOE es un partido que hace políticas de derechas pero cuya militancia es de izquierdas. Ha quedado comprobado que este es el PSOE que quieren al menos la mayoría de sus militantes, está por demostrar si los ciudadanos y ciudadanas le encuentran a este partido alguna utilidad. El nuevo secretario general ha concedido varias entrevistas esta semana en las que opina que luchar por la justicia social es populismo, demagogia y "engañar a los españoles". Declaraciones políticamente banales, complejidad intelectual más bien escasa, apelaciones constantes al centro y a la clase media: discurso viejo, repetido,  mascado y ya escupido por esos mismos españoles. Esta ha sido mi desesperanzada impresión.

Para entender lo que está pasando en Europa, para poder tener una cierta perspectiva que nos ayude a impulsarnos hacia adelante, hay que mirar atrás. Este mismo fin de semana he vuelto a ver el documental de Ken Loach Espíritu del 45. Este documental que en Madrid sólo su proyectó en un cine, narra la victoria del partido laborista británico comandado por Clement Attlee en 1945 y la manera en que ese partido levantó el welfare británico que luego se extendió por otros países europeos de la mano de los partidos socialdemócratas. El sistema que el socialismo democrático implantó en Europa tras aquellas elecciones pervivió hasta su desmantelamiento por Margaret Thatcher a partir de los años 80. La idea con las que los laboristas ganaron entonces las elecciones era simple: conseguir para todos los británicos, especialmente para la clase trabajadora, una vida digna.  Ésta se basaba en pocas cosas: empleo, vivienda, sanidad, educación, acceso a la cultura y al tiempo libre. El programa incluía la nacionalización de todos aquellos sectores y actividades que son en realidad monopolios naturales: agua, electricidad, gas, transporte ferroviario, empresas estratégicas... Todos esos sectores en los que no es posible la competencia y en los que la eficiencia y la igualdad en el acceso sólo se garantiza si la propiedad de los mismos y su distribución es común, es decir, público. Con ese programa el partido laborista arrolló a Churchill en las elecciones del 45,  se vivieron muchas décadas de prosperidad social y se construyó la Europa del bienestar que se mantuvo hasta los años 80. Ese programa simple, que se puso en práctica y que dio resultado sería hoy considerado por Pedro Sánchez un programa demagógico y populista; y por los medios de comunicación radical y antisistema. Sin embargo, era el programa que construyó el sistema en el que hemos vivido hasta hace bien poco. Si un partido que se dice socialista ya no puede mantener ese programa básico, ¿para qué sirve?

Margaret Thatcher en Europa y Reagan en EE.UU se dedicaron a destruir este sistema y a sustituirlo por el neoliberalismo. Lo consiguieron, desde luego, pero su mayor éxito no fue sólo el cambio del sistema económico, la destrucción del Estado social y la entrega de la soberanía de los países a los poderes financieros. Su mayor éxito ha sido la imposición del neoliberalismo como único marco económico y social posible. Borraron las ideas socialistas de la faz de Europa y los partidos antaño socialistas se convirtieron en neoliberales blandos en comparación a los halcones más duros. El laborismo, la socialdemocracia europea,  quedó convertida en un partido neoliberal subsidario del original. Para que haya democracia tiene que haber al menos dos opciones, pero ni una sola idea socialista anida en ninguno de los actuales líderes socialdemócratas.

Espíritu del 45 muestra también cómo todo lo que el laborismo construyó se destruyó una vez que las élites económicas decidieron acabar con la experiencia del socialismo democrático. La película nos muestra como todo lo que había sido barato y eficiente, todo aquello que se había creado y conservado para dar servicio a la gente,  se privatizó para convertirlo en negocio.  Se nos muestra cómo comenzó la privatización sanitaria hasta destruir un sistema modélico y cómo comenzó por la limpieza y la lavandería, exactamente igual que aquí. Nos muestra cómo las empresas estratégicas se vendieron, se trocearon, se estropearon y como luego, una vez que hubieron quebrado, hubo que volver a comprarlas para después volver a malvenderlas. Y cómo al final nada funciona mejor: ni el transporte, ni la sanidad, ni la educación, ni las viviendas son más baratas, ni la vida es mejor para la mayoría.  Enormes capas de la población entraban en la pobreza al mismo tiempo que la palabra "pobre" o siquiera "clase obrera" desaparecían del discurso de los antiguos socialistas. Algunas personas se hicieron mucho más ricas, entre ellas todos los líderes políticos de uno u otro partido que fueron claramente cooptados por el sistema al que ahora servían.

La película demuestra que aunque el neoliberalismo es un claro fracaso en términos sociales, aunque el resultado del mismo es un enorme desempleo, pobreza, desinversión, e incluso hambre, las ideas neoliberales siguen siendo las dominantes y no encuentran apenas oposición en la política institucional, entre otras cosas porque se ha hecho un inmenso trabajo político que ha vaciado al socialismo de cualquier idea socialista.  Ken Loach nos  recuerda no sólo cómo se hizo aquella revolución socialista, sino lo más importante, con qué ideas: ideas de solidaridad, redistribución y justicia social; ideas acerca de que no es el mercado quien debe gobernar, sino que se debe gobernar en función de la solidaridad, la democracia y la responsabilidad social. Es fácil darse cuenta viendo esta película que se ha producido un desplazamiento no sólo de rentas, sino sobre todo ideológico. Todo el espectro político se ha movido a imitación del sistema norteamericano, donde nunca ha habido socialismo. Los conservadores de antes, liberales con al menos un cierto sentido de la ética pública, son ahora rufianes amorales o extrema derecha ideológica, mientras que los antiguos socialistas son ahora liberales  puros.

Veo la película y leo las declaraciones que hacen Matteo Renzi,  Hollande y ahora Pedro Sánchez. Leo sus propuestas de "austeridad flexible" y veo que no hay una sola propuesta socialista en sus programas sino, al contrario, un intento de consolidar —por las buenas o por las leyes— un férreo bipartidismo al estilo norteamericano que acabe para siempre con el aliento del socialismo democrático. Para ocultar el vacío de sus discursos todos ellos hablan, eso sí, de "cambio". Pero el cambio al que se refieren es un mero cambio generacional: cambiar lo viejo por lo nuevo. Ninguno de los líderes de esta supuesta izquierda pronuncia ni una sola de estas expresiones, antaño socialismo básico y ahora convertidas en tabú: vivienda pública, revertir privatizaciones, creación de una banca pública,  nacionalización de algún sector estratégico, fuerte inversión en sanidad pública, ni una sola persona privada de medios de vida. Ni una sola de estas propuestas existen en sus programas; eso es a lo que ellos llaman populismo. Las primeras declaraciones de Pedro Sánchez avanzan exactamente en la dirección opuesta: fomentar la competencia (por ejemplo en el sector de la electricidad) es su idea para bajar los precios, por ejemplo. La palabra "redistribución" es también un tabú y las prometidas y tibias reformas fiscales no servirán de nada si no hay un combate real y contundente contra los paraísos fiscales que por supuesto nadie está dispuesto a hacer.

Nada de satisfacer las necesidades básicas (a eso Susana Díaz le llama despectivamente "gratis total"). Todos hablan de clase media y de acercarse al centro,  ninguno de ellos habla de clases trabajadoras o populares ni tampoco de pobreza; esas realidades siguen ocultándose debajo de la alfombra a pesar de que la pobreza es ya una realidad en la UE y que la clase media está desaparecida y ha vuelto a ser lo que siempre fue: clase trabajadora venida a más y ahora a menos. Nada de acabar con las puertas giratorias que han provocado que nos gobiernen los bancos y las empresas.  Mediocridad intelectual, palabras rimbombantes que ocultan un inmenso vacío.

Para orientarnos, veamos las cuatro líneas rojas que dice Pedro Sánchez que no está dispuesto a cruzar. Lean, lean:

1"La soberanía nacional reside en el pueblo español". (¿Y el art. 135? ¿Y la Unión Europea? Y en todo caso, ¿qué quiere decir exactamente esto?)
2. "Garantizar el principio de igualdad de los españoles vivan donde vivan". (Esto, ¿en qué se concreta? ¿Si los jubilados no pueden comprar medicamentos en Madrid, se garantiza que tampoco puedan hacerlo en Navarra, por ejemplo? ¿Igualdad en qué y para qué?)
3. "Solidaridad entre los pueblos de España". (¿Se refiere a la cuestión de Catalunya? ¿No es lo mismo que la anterior propuesta?
4. "El reconocimiento a la rica diversidad del país". Muy bonito. Reconozco que al leer esta frase lo primero que se me vino a la cabeza fue una frase del testamento de Franco, que me aprendí de pequeña de tanto como nos machacaron con él. La frase llamaba a exaltar  "la rica multiplicidad de las regiones españolas como fuente de fortaleza". (No comparo, sólo llamo la atención sobre una frase que no implica nada, que no quiere decir nada, que se queda en la superficie, que no asume que hay un problema político).

Estas son las líneas rojas de Pedro Sánchez... en realidad, nada. Rajoy podría decir lo mismo, y Berlusconi, y Cospedal y Matteo Renzi y Hollande. Estas son las líneas rojas que no le importan a nadie de un político que no tiene una sola idea.  Haga una encuesta a la gente a ver si comparte esas líneas rojas. Me parece que saldrían otras líneas rojas: nadie sin vivienda, nadie sin sanidad, nadie sin una buena educación, nadie sin trabajo, nadie sin comida, nadie sin ayuda. Claro que esto sería tachado de demagogia y populismo. Sin embargo, estas propuestas de justicia básica trajeron a Europa una época de bienestar sin precedentes.  Por eso es especialmente urgente poner nuestras propias líneas rojas y romper esta realidad paralela que se han montado estos políticos; como si no pudiera haber otra política, otra vida.

Si alguien quiere saber lo que fue en su día el socialismo democrático que cambió Europa y que permitió a los europeos vivir dignamente durante varias décadas que vea El espíritu del 45. Y que comparen con el PSOE de ahora mismo, con las declaraciones e intenciones de sus líderes. Y en esto llegó Podemos. Lo de menos es cómo se llame, lo importante es que se vuelvan a escuchar palabras de justicia social.

Vean, vean: http://www.teledocumentales.com/el-espiritu-del-45/

Más Noticias