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Indicadores de bienestar y felicidad: claves de las próximas contiendas electorales

Fernando Prieto
Ecólogo

Incluso en estos momentos brutales de creciente desigualdad, paro, pobreza infantil y falta de derechos sociales, muchas personas se preguntan qué es lo que nos hace más felices. Como resultado, cada vez hay un número mayor de ciudadanos y de expertos que exigen evaluar cómo las políticas determinan el bienestar y la felicidad.

La mayoría de la gente reconoce que la buena vida no tiene que ver sólo con el dinero, que los ricos no son necesariamente más felices, y que determinadas actuaciones de las administraciones y de las empresas nos pueden facilitar o dificultar la vida. Por ello se hacen cada vez más necesarios nuevos indicadores que traten de medir más allá del PIB, es decir, que traten de valorar la sostenibilidad mediante índices integrados capaces de evaluar el progreso de las sociedades y, en definitiva, la felicidad de las personas.

Existe consenso en que además de las referencias contenidas en el PIB hacen falta nuevas variables que incluyan las dimensiones ambientales y sociales. Así lo reflejan numerosos informes y lo señalan, expresamente, las recomendaciones de la Comisión coordinada por Stiglitz, Sen y Fitoussi (Commission on the Measurement of Economic Performance and Social Progress). También lo sugiere la OECD, al proponer la aplicación por países de su indicador Better Life Index.

Además, en la conferencia RIO+20 se propusieron varios indicadores para valorar el progreso de las naciones y medir la sostenibilidad y la calidad de vida. Dos fueron las principales recomendaciones de esa conferencia. La primera se refiere al Índice de Enriquecimiento Inclusivo IWI, que es un PIB verde diseñado para reflejar la riqueza de los países y su capacidad futura de crecimiento, teniendo en cuenta los recursos naturales y la evolución de la sociedad. Lucas Wreford, director de política de desarrollo de WWF Reino Unido, afirmó: "Ésta fue una de las pocas cosas útiles a las que los gobiernos de todo el mundo se comprometieron en Río". La segunda gran aportación fue proponer los nuevos Objetivos del Desarrollo Sostenible, que sustituirán en 2015 a los Objetivos del Milenio.

A modo de análisis preliminar, en un documento de trabajo recientemente publicado se recogen los resultados de la aplicación de dos de estos índices a las Comunidades Autónomas (CCAA) españolas, en concreto, el OECD Better Life Index y el Happy Planet Index (HPI). Para ello, se han incluido las variables lo más similares posible a los indicadores propuestos en estas metodologías, con el fin de que sean escalables por regiones y países. Algunos resultados previos pueden presentarse de forma resumida del siguiente modo:

- El PIB por CCAA españolas no coincide con los índices de bienestar.

- Algunas de las CCAA que presentan mayor PIB per cápita no son las que poseen mayor índice de bienestar, destacando los casos de Madrid y Catalunya, con altos niveles de PIB y bajos de bienestar.

- Navarra, País Vasco y Rioja presentan elevados valores de PIB per cápita y de bienestar.

- Extremadura es un ejemplo de lo contrario, con niveles elevados de buena vida y claramente inferiores a las demás regiones en PIB per cápita.

- Por otra parte los Índices de Buena Vida no coinciden con los indicadores de sostenibilidad ambiental representados en el HPI. En este caso destacan Canarias, C. Valenciana, Extremadura, Illes Balears, Extremadura o Andalucía, con elevados niveles de sostenibilidad (HPI), pero menores de bienestar.

- El País Vasco presenta valores relativamente altos en los dos indicadores, si bien baja en el índice HPI por su huella ecológica.

- Madrid presenta un valor muy negativo en el HPI como consecuencia de su profunda huella ecológica y de los problemas de calidad del aire que afectan a los ciudadanos.

Estas conclusiones ­(similares a las obtenidas en otros países) refuerzan la idea de que no necesariamente existe coincidencia entre los niveles de riqueza, la buena vida y la sostenibilidad ambiental. Lo cual, en su expresión más sencilla (aunque siempre matizable) nos recuerda que "la gente más feliz no es siempre la más rica, o que la buena vida no tiene que ver sólo con el dinero".

El principal objetivo de este tipo de trabajos (que habrán de ampliar sus niveles de desagregación para mejorar su capacidad analítica) consiste en destacar la importancia de los enfoques que van más allá del PIB en la medición del progreso y el bienestar, y en subrayar también la conveniencia de aplicar esos nuevos enfoques en todas las administraciones, locales, regionales y estatales. Asimismo, la metodología de este planteamiento lleva a una conclusión clara: es esencial preguntarle directamente a los ciudadanos su opinión y su percepción sobre su forma y su calidad de vida, no sólo cada cuatro años y de manera no siempre directa y no siempre precisa. Es decir, aunque parezca obvio, deberán hacerse políticas para aumentar el bienestar y la felicidad de los ciudadanos y no para otros fines... No en vano, como señala Stiglitz: "Nuestras mediciones son importantes no sólo porque nos dicen cómo lo estamos haciendo, sino porque sirven como guías para la formulación de políticas".

En los próximos ciclos electorales los ciudadanos, informados e inteligentes, valorarán la credibilidad de quienes formulan las propuestas, y exigirán una rendición de cuentas de las promesas realizadas, así como de las iniciativas políticas que puedan mejorar su vida, el bienestar general y, por supuesto, la felicidad de las personas. Como resultado, las diferentes opciones políticas tendrán que estar muy atentas a las demandas de la sociedad, que muy probablemente ya no reclamará grandes infraestructuras suntuarias (aeropuertos sin utilizar, AVE, autopistas, auditorios vacíos, energía cara, etc.), sino empleos dignos, sanidad pública, educación de calidad, guarderías, pensiones decentes, un medio ambiente sostenible, energía asequible y, en definitiva, más transparencia y menos desigualdad.

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