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Los años perdidos del PSOE

David Hernández Martínez
Graduado en Relaciones Internacionales (UCM) y estudiante del Máster de Economía Internacional y Desarrollo (UCM)

El PSOE está viviendo uno de sus peores momentos de la democracia. No es tanto por disputas internas o la falta de un liderazgo incuestionable, sino sobre todo, la sucesión constante de malos resultados electorales.

A todo ello, hay que añadir la irremediable sensación de falta de coherencia y cohesión de su programa político. No son pocas las contradicciones de Ferraz en distintos temas en los últimos años, también las controversias de los diferentes barones regionales sobre cuestiones significativas.

Sin duda alguna, el segundo problema, la falta de un programa coherente y particular, se debe a dos razones fundamentales. Por un lado, el Partido Socialista no ha sabido construir un discurso propio sobre cómo afrontar la crisis, problema que hereda de la profunda crisis ideológica que vive toda la socialdemocracia europea. Por otro lado, los socialistas se han visto sacudidos por una sucesión de jornadas electorales, que los ha evocado a centrarse exclusivamente en ganar, o más bien, en no perder presencia institucional. Lo que ha hecho que vayan postergando en el tiempo la discusión y elaboración de un nuevo marco ideológico.

Sobre el primer problema, los malos resultados electorales, el PSOE está sufriendo una constante sangría de votos. Incluso en algunas comunidades como Andalucía, Asturias o Extremadura, donde consiguió resultados favorables, éstos se dieron principalmente por una caída mayor del PP, ya que los socialistas también perdieron votantes.

Y a todo eso, se añade que el famoso tablero político ya no es sólo de dos, sino que hay otras fuerzas, lo que dificulta aún más la situación socialista. La derecha está ocupada por el PP, la figura intermedia está siendo cada vez más marcada por Ciudadanos, y Podemos se alza como el emblema de la izquierda, a parte de algunas fuerzas de convergencia.

El PSOE no tiene posibilidad de salida, si torna al centro o se aproxima al PP, su potencial electorado, identificado con valores de izquierdas, le abandonará. Por otro lado, tiene difícil volver el discurso de izquierdas, que ya está monopolizado por Podemos, al que no le pesa ni la gestión de la crisis y ni haber formado parte del sistema durante 40 años.

Visto lo cual, las posibilidades futuras del PSOE, por ejemplo para las próximas elecciones generales, son francamente malas. La indefinición de su discurso, en momentos en que la gente reclama medidas concretas, más una marca deteriorada, así como unos competidores políticos que han sabido interpretar mejor la situación social y política del país, crea un contexto complicado para los socialistas.

En este sentido, se pueden vaticinar varios años perdidos para el PSOE, desde las elecciones de 2011, contando con un 2015 poco propicio, le esperaría la incertidumbre de otros cuatros años más en la oposición y sin ser ya un referente para el electorado de izquierdas y centro.

Por tanto, lo único que les queda a los socialistas es construir una estrategia de supervivencia para los próximos años. Dicha solución pasa, primero, por recobrar el prestigio y simpatía de la gente, a través principalmente de la gestión que se haga en las autonomías y municipios donde se ostente el poder, así como de limpiar el partido de la mancha de la corrupción.

Segundo, el PSOE necesita construir, de una vez por todas, un discurso propio, válido para todo el ámbito nacional, alejado de vacilaciones y ambigüedades. Lo que supondrá remover y reconfigurar profundamente su soporte ideológico. Y esto no se hace en un congreso de un fin de semana.

Tal vez, después de un tiempo de dura supervivencia, el PSOE dentro de algunos años, puede volver a replantearse una estrategia ganadora, que por ahora parece muy improbable.

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