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¿Las deudas siempre se pagan? Alemania y los países periféricos de la eurozona

J. Rodríguez y Antonio Sanabria
Economistas, miembros de econoNuestra

El propósito de este artículo es desmontar mediante una simple recopilación de datos y repaso histórico dos mantras que se han repetido en las últimas semanas, conforme se complicaban las negociaciones de la antigua troika con Grecia y el referéndum heleno del 5 de julio pasado. Estos dos mantras repetidos en diferentes versiones: 1) El mito, como explicábamos aquí o se recordaba aquí, de que las deudas soberanas siempre se pagan, y; 2) Los Estados "serios" del Norte de Europa siempre han honrado ejemplarmente su deuda, frente a los indisciplinados del Sur continental, más proclives ellos al incumplimiento.

Ambos factores harían injustificada cualquier posibilidad de reestructuración ni quita de deuda pública como ahora se plantea con Grecia. Sin embargo, baste un mero repaso a los datos recopilados por Carmen Reinhart [1] para un período histórico desde el año 1800 hasta la actualidad, para ver la extrema falsedad de estas dos afirmaciones.

La deuda es simplemente el resultado de un crédito concedido con un compromiso de pago futuro. Este depende de la generación futura de ingresos, que obviamente está sujeta a incertidumbre, y por tanto a riesgo. La evaluación de dicho riesgo puede ser más o menos afortunada para el acreedor, pero el riesgo de crédito siempre existe y en ocasiones se materializa por diferentes causas. De hecho, en el ámbito privado diariamente se dan multitud de episodios de impago, default, quitas y reestructuraciones de deuda ante la imposibilidad de generar flujos de ingresos por parte del deudor.

En el caso de deuda pública, el flujo de ingresos está condicionado a la generación de ingresos públicos, fundamentalmente vía impuestos. Pese a contar con estas fuentes de generación de ingresos también se pueden producir dificultades de reembolso, que se traducen en impagos que, como veremos a continuación, son episodios relativamente frecuentes en las economías capitalistas, tanto desarrolladas como en desarrollo, si se considera una perspectiva histórica amplia, no limitada a la última década. Un ejemplo de esta miopía es suponer que Grecia es un caso aislado y anómalo respecto al resto países europeos. No lo es en absoluto en perspectivas histórica. Veamos.

Desde el citado año 1800, Grecia ha tenido un total de 6 episodios impago o reestructuración de deuda soberana, de lo que 5 de ellos fueron defaults de deuda soberana externa y 1 de deuda soberana interna. Pero tal cifra, como se puede observar en la siguiente figura, no es muy distinta de la de Alemania, que tuvo 5 episodios de impago o reestructuración de su deuda pública en los últimos 200 años y de los que 4 fueron de deuda externa. Entre los países europeos, actualmente en la eurozona, el que más episodios de impago o reestructuración ha tenido en los últimos 200 ha sido Austria con 8 episodios, de los que 7 de ellos fueron de default de su deuda externa.

Lejos del número de episodios de impago de Alemania, España, Grecia o Austria, se encuentran países como Italia y Francia con sólo 3 episodios y 1 respectivamente:

Figura 1

Si observamos un período de tiempo más reciente, en el último siglo el número de años en impago o reestructuración de deuda soberana son 33 en el caso de Grecia. No obstante, es necesario destacar que los siguientes en la lista de número de años en default son Alemania y Austria, con 22 y 18 años respectivamente, como muestra el gráfico a continuación:

Figura 2
En conclusión, si se analiza con suficiente conocimiento y perspectiva histórica los impagos de deuda soberana no son un factor excepcional en las economías capitalistas. En segundo lugar, países como Alemania o Austria han tenido un historial de impagos y reestructuraciones de deuda soberana similares a los de países como Grecia, y muy superiores a países del sur de Europa como Portugal, Italia o Francia. En tercer lugar, la reestructuración y sobre todo las condiciones de ésta dependen de múltiples factores, entre los que la capacidad real de pago de la deuda desde el punto de vista exclusivamente financiero es solamente uno de ellos y habitualmente no el más relevante. Otros factores, como la correlación de fuerzas entre acreedor y deudor, el grado de dependencia de este último con respecto al sector externo, o factores geopolíticos (como muestra el ejemplo de la reestructuración y alivio de deuda a Alemania en 1953) son más determinantes de las reestructuraciones de deuda soberana y de sus condiciones.

En el caso actual de Grecia es obvia la insostenibilidad de la deuda soberana desde el punto de vista financiero y económico a la luz de los ingresos público generados presente y futuros. Pero ya lo era en 2009, como reconoció incluso el FMI.

Sin embargo, la reestructuración de la deuda soberana se enfrenta a una dificultad política debido a la fuerte asimetría de poder entre los Estados acreedores y Grecia. A ello se añade la contradicción que le supone a las élites de los países acreedores asumir concesiones a un gobierno como el de Syriza, que cuestiona abiertamente el statu quo de las recetas neoliberales en el seno de la UE, así como los efectos desastrosos de las medidas de austeridad exigidas a la república helena (tal como explicábamos aquí). Ello explica la campaña de acoso y derribo, tanto mediático como desde instancias comunitarias contra Syriza, especialmente a partir de la convocatoria del pasado referéndum del 5 de julio. Una votación que tan solo pretendía (y logró) reforzar internamente al gobierno griego dado el riesgo de fractura en su seno ante el dilema de asumir las exigencias de los acreedores. Unas condiciones que, conviene recordar, están más orientadas hacia la insostenibilidad política del gobierno de Syriza que a la sostenibilidad técnica de la deuda griega.

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[1]  "This Time is Different Chartbook: Country Histories on Debt, Default, and Financial Crises", NBER Working Paper 15815, marzo 2010.

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