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Incendios forestales 2015: crónica de una catástrofe anunciada

Fernando Prieto
Doctor en Ecología. @futursostenible y miembro de econoNuestra

‪#‎STOPINCENDIOSFORESTALES‬ (si observáis algún conato de incendio o si podéis denunciar al pirómano o incendiario llamar al 062 o al 112)

El clima mediterráneo de la mayor parte de nuestro país, implica como todos sabemos, veranos secos y altas temperaturas. En el resto del territorio también hay épocas donde la vegetación sufre momentos de gran aridez-falta de agua mientras existe fuerte demanda-. Además periódicamente se producen sequías. Esto, se une al cambio climático: un incremento de la temperatura media en España de 0,6 grados en los últimos 50 años, y una mayor irregularidad de las precipitaciones.

La suma de estas variables genera un grave, y creciente, riesgo de incendios forestales. No hace falta ser un lince para entender esto. Bien, en Abril de este año ya alerté de la elevada peligrosidad de este año y de una serie de actuaciones que estaba haciendo mal el actual Gobierno que incrementaban todavía más el riesgo. Repasemos: la nueva Ley de Montes que reduce la autoridad y competencias de vigía y guarda de los agentes forestales - aumentado su precariedad- y permite recalificar áreas forestales tras el fuego, abriendo de nuevo la mano a la especulación. Por otra parte, la torpeza de la administración que ha posibilitado la primera huelga indefinida -en plena campaña de incendios- de un colectivo de bomberos forestales, (que el 18 de agosto seguían en huelga con un 78% de sus efectivos) que ha revelado sus precarias condiciones de trabajo, los exiguos sueldos de 1000 euros y la enorme inestabilidad en sus contratos, y todo en una empresa pública cargada y recargada de privilegios para sus directivos. Además, estos meses se denunciaron las profundas tramas de corrupción de contratos de la extraordinaria, megalómana y desproporcionada maquinaria de extinción de las comunidades autónomas y del estado.

Pero también, y sobre todo, ha seguido pasando lo habitual: olvido total de la prevención y detección. Abandono de los ecosistemas forestales a su suerte. Falta total de cuidados y trabajos silvícolas. Carencia de ayudas a sectores como ganadería extensiva que podía ayudar a controlar la biomasa. Inexistencia de empleo forestal estable. Vigilancia también descuidada: cientos de casetas vacías u ocupadas tan solo en algunos momentos del día o de la campaña.

Este escenario es muy proclive para la aparición de grandes incendios y, si se inician, más difíciles de detener con enormes riesgos para bomberos y agentes forestales (ya ha habido varios muertos). Es evidente que es mucho mayor el costo de la extinción que el de prevención. Y es lo que ha vuelto a suceder. Lo inteligente, más barato y eficiente, es lo contrario: tiene menos coste y menos impacto prevenir que curar.

Causas estructurales
La realidad es el abandono total de los espacios forestales durante decenios ocasionado por la falta de población -que recogía leña y utilizaba los pastos- con una pérdida de los mosaicos de cultivos agrícolas y pastos -que evitan el bosque continuo-, seguida de la invasión de la segunda residencia.

Esto, unido a una política forestal y agraria poco inteligente, que no ha hecho los tratamientos silvícolas adecuadas, ni la ordenación de las masas forestales. Las repoblaciones masivas tampoco se cuidaron: se realizaron con muy pocas especies y buscando en muchas ocasiones elevadas rentabilidades. Tampoco se favorecieron las actuaciones necesarias para disminuir la carga vegetal inestable con, por ejemplo, ganadería extensiva, o extrayendo la biomasa con modelos basados en criterios científicos.

La población y los políticos que han gobernado este país no han sido conscientes de los relevantes beneficios ambientales, económicos y sociales y de la importancia crucial que tienen para el futuro estas "infraestructuras verdes", y más en un contexto de cambio climático.

Frivolidad forestal
Ya han sido recorridas por el fuego 7.7 millones de hectáreas en los últimos 50 años. Es hora de reconocer el fracaso e iniciar una nueva gestión. Algún investigador y algún grupo ecologista han lanzado la idea de que el fuego en su régimen actual es bueno para los ecosistemas.

Nadie duda de que el fuego ha estado asociado a la vegetación mediterránea desde siempre, es un factor natural, pero lo que no es natural es la frecuencia, intensidad y extensión con la que se repite. No están adaptados los ecosistemas, ni las poblaciones que habitan en ellos –incluido el hombre- a fuegos sin control de 7.000 hectáreas en 5 días como el de Sierra de Gata, los de Ourense o el resto donde ha habido graves impactos ambientales, económicos y sociales que no han hecho más que empezar: ahora vendrán las tormentas de otoño –tema también previsible- y se producirá erosión, colmataciones de embalses, etc.

La idea bienintencionada, importada de EEUU, (donde en ocasiones se permite dejar arder a los bosques), o de que cualquier incendio es bueno, no es extrapolable a la cuenca mediterránea, donde los ecosistemas han estado trasformados por el hombre desde hace milenios.

Un bosque que lleva formándose durante cientos de años no se puede sustituir por una repoblación. No es lo mismo. No podemos ir reforestando por una esquina mientras arde por la otra, como si fuera una película de los hermanos Marx. Ahora en otoño, y esto también era previsible, como en verano que iba a hacer calor, se suceden las grandes tormentas con graves impactos sobre el suelo, originándola pérdida de miles de toneladas de recurso suelo, que en caso de haber bosque hubieran quedado protegidas.

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Qué hay que hacer
La solución pasa por una nueva política forestal, que tiene que apostar, entre otras acciones, por las siguientes:

i) La sociedad y los políticos deben valorar los ecosistemas forestales. Producen madera, leña, carne de calidad, miel, etc., además de los beneficios de los servicios ecosistémicos: agua limpia, fijación de suelo, mejora del microclima, biodiversidad, etc.; pero, además, son imprescindibles en un escenario de cambio climático.

En este país la política agraria se ha centrado en las ayudas a grandes explotaciones de cultivos agrícolas, olvidando las pequeñas explotaciones agropecuarias más cercanas a la naturaleza y en las cuales las adecuadas y nada complicadas medidas agroambientales permitirían ser zonas de transición más naturales.

Se ha olvidado la financiación de trabajos culturales en los montes privados donde, en muchos casos, no se hace prevención. Para ello se ha de integrar el valor productivo, cultural y de servicios ambientales en la Contabilidad Nacional, permitiendo al sector forestal y ambiental reclamar una parte de la riqueza que están generando. Si financiamos la construcción y mantenimiento de infraestructuras de transporte ¿cuál es el motivo de que en pleno siglo XXI para no financiar las infraestructuras naturales o verdes que nos proporcionan la vida?

ii) Fijar población y empleo en el sector forestal, integrando desarrollo rural y conservación de los ecosistemas. Se debe subsanar el abandono rural de estos últimos 50 años, revitalizándolo con una población que habite, aproveche los recursos agrícolas, ganaderos y cuide los bosques.

Se trata de dar una vida digna a la población que quiera vivir en el medio rural y, a través de una adecuada planificación, realizar una gestión diferenciada valle a valle y sierra a sierra. Esto implica aumentar los exiguos presupuestos asignados. Recursos que sí dan a infraestructuras "grises" (cemento). Tenemos grandes autopistas y rapidísimas vías de AVE –totalmente sobredimensionadas- pero desde luego no grandes infraestructuras "verdes" bien conservadas.

Además estas inversiones fijarían población y crearían empleo. Tan solo una persona habitando y cuidando 100 hectáreas forestales generaría 270 mil empleos que contribuirían a producir materias primas y crear esos bienes y servicios estratégicos como el agua de calidad. La sociedad debe apoyar la gestión y prevención activa todo el año y la vigilancia extrema en los periodos peligrosos. Esto permitirá ahorros en extinción. Es decir, lo contrario de lo realizado hasta ahora. Por ejemplo, la biomasa ha demostrado ser alternativa a los combustibles fósiles. Las quemas controladas hechas por los servicios forestales, las trasformación "en monte alto", la creación de dehesas, de mosaicos, se han mostrado como elementos eficaces en la prevención.

La ganadería tradicional extensiva debe ser potenciada en la conservación y desbroce de espacios forestales. Las repoblaciones protegidas permiten compatibilizar ganadería e incremento de masas forestales.

iii) Cambiar de mentalidad respecto a los recursos comunes. La sociedad debe cambiar la sensibilidad hacia los bosques y re-aprender a valorarlos. Debe haber una vinculación personal y anímica de la gente que vive el territorio, es algo suyo y su conservación también. Y es esta sensibilización la que se está perdiendo y hay que recuperar. Hay que educar seriamente en la conservación de los comunes a jóvenes y adultos. Es algo de todos que hay que conservar. El papel del voluntariado, que ha de estar apoyado por la Administración, es imprescindible para aumentar el compromiso en comunidades rurales.

Algunas causas inmediatas, hay que subsanarlas. Temas como la reubicación de astilladoras y calderas cerca de los bosques o la vigilancia en las cosechadoras en áreas agrícolas son medidas efectivas para disminuir el riesgo de incendios.

Finalmente recordar la falta de criterio del PP y el mal momento escogido para cambiar la Ley de Montes (9 de julio). Cambio totalmente innecesario salvo para desproteger las superficies incendiadas y desmotivar a la gente que se encarga de la vigilancia y habrá que seguir las declaraciones de interés general de "cambio de cultivo" de las superficies ahora quemadas...

No olvidemos que un bosque tarda en formase cientos de años pero su desaparición se produce en tan solo unos minutos. Si preparamos y propiciamos una catástrofe, puede suceder. Y es lo que ha pasado. Extrememos las precauciones en lo que queda de verano y cambiemos la política forestal para los próximos cincuenta años este otoño.

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