EconoNuestra

Cuestión de fe

Julián Maganto
Economista, miembro del círculo 3 E de PODEMOS y de econoNuestra

El próximo domingo los catalanes eligen sus representantes en el Parlament.

En un año electoralmente intenso como éste, en el que se han producido cambios ilusionantes en el tablero político como consecuencia de las recientes elecciones municipales y autonómicas y a las puertas de las generales, el resultado que salga de los comicios en Catalunya tiene un interés especial para todos los habitantes del Estado, que esperan expectantes comprobar si los vientos del cambio llegan también al palacio de Sant Jaume.

Pero es que además estas elecciones presentan una singularidad que las hace diferentes de todas las anteriores desde que acabó la dictadura: la concurrencia de la candidatura Junts pel Sí, de la que forman parte partidos políticos tan dispares como CDC y ERC, cuyo objetivo es la declaración de independencia de Catalunya y que presenta una hoja de ruta para alcanzarla de forma unilateral si es necesario.

Desde hace meses y sobre todo durante la campaña electoral, el debate se ha focalizado de forma insistente y creciente sobre esta pretensión, esgrimiendo partidarios y detractores argumentos de todo tipo a favor y en contra mientras que los temas relacionados con la pérdida de derechos sociales, la precariedad laboral y el paro, la corrupción, la esquilmación de lo público, la represión y otros muchos que afectan al día a día de las personas, con independencia del lugar en que estén empadronadas, han quedado relegados como algo mucho menos importante. Como no podía ser de otra manera, este debate ha trascendido del ámbito territorial catalán y es cabecera permanente de los medios de comunicación de toda España.

Desde la supuesta asepsia que otorga no tener que decidir el día 27, pueden realizarse las siguientes reflexiones:

Las decisiones humanas se orientan esencialmente por dos vectores, igualmente válidos, que pueden solaparse en determinados momentos: el análisis racional y las emociones. Las primeras se basan en información, en datos; las segundas en sentimientos. Los nacionalismos sinceros pertenecen en gran medida a ese segundo grupo.

Si se cree en los principios de libertad, igualdad y fraternidad que impulsaron los cambios sociales en el mundo moderno y en virtud del primero de ellos es ineludible aceptar que la gente tiene el derecho irrenunciable a decidir sobre cualquier asunto. Esa es la base de la democracia actual y del empoderamiento del pueblo. El segundo principio obliga a la extensión de ese derecho de forma universal, ya que las decisiones de unos pueden condicionar a otros y está íntimamente ligado con el tercero, que implica la solidaridad, también con carácter universal.

Los estados actuales son artificios que crearon las sociedades para organizarse en función de unos determinados momentos históricos y de unas correlaciones de fuerzas y de poder, muchas veces injustas. Sirvan como ejemplo presente los casos kurdo o palestino o de muchos países africanos. Es por tanto lógico no considerar esas estructuras, a las que precedieron otras, inamovibles.

Todo pues debe ser modificable (fronteras, sistema económico, modelo de Estado) siempre que se decida democráticamente y se respeten los principios citados. El problema se presenta cuando las emociones vencen al análisis racional y a los principios. Esa fue la sensación que transmitió el líder de ERC cuando dijo que se consideraba antes catalán que de izquierdas.

Es innegable y comprensible que la nefasta actitud del PP respecto a Catalunya (por estulticia o intencionadamente) ha impulsado a una parte importante del pueblo desde el catalanismo al independentismo. Esa es otra más de las responsabilidades que los amantes de la patria, los nacional-españolistas, tienen con la gente corriente al añadir un problema más a los muchos que hay que resolver.

Pero para resolver los problemas comunes que tienen los habitantes del Estado hay que conseguir primero que se vayan los que han ejecutado las políticas más dañinas contra la gente corriente, los que han roto las expectativas de vida de muchas personas, los que además lo han hecho sin temblarles el pulso mientras las comisiones y la corrupción reinaban en sus partidos. Los Mas y los Rajoy. El 27 de setiembre es la primera ocasión y en diciembre la otra.

Inmediatamente después, hablemos, resolvamos los problemas con libertad, igualdad y fraternidad. Todo es posible.

Pero mientras tanto es conveniente controlar las emociones que, en muchos casos, al igual que las creencias religiosas, no admiten contrastación. Son cuestión de fe.

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