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Hollande y la Hidra de Lerna

Fernando Heredia García
Máster en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid

"España incumplirá el pacto de estabilidad europeo para luchar contra la degradación de su sanidad y educación públicas." Este titular periodístico, a día de hoy, sería difícilmente hallable en cualquier rotativo. No obstante, un país vecino nuestro sí se ha atrevido a incumplir, por enésima vez históricamente, dicho pacto de estabilidad, aunque con notables matices. El pasado martes, el presidente de la república francesa François Hollande confirmó que ignorará el pacto de estabilidad (según el cual, entre otras medidas, se prohíbe a cualquier gobierno superar el umbral del 3% en términos de déficit público) en aras de "garantizar la seguridad nacional ya que, en la situación actual, el pacto en seguridad prevalece sobre el de estabilidad".

A pesar de que la tergiversación e intencionalidad del lenguaje político en materia de defensa y seguridad nacional merece un capítulo aparte, esta decisión política es susceptible de analizarse desde varias perspectivas.

En primer lugar, se trata de una prueba más de la total descoordinación existente en materia de política exterior que a día de hoy impera en el seno de la UE. Es muy significativo que Francia se haya asociado con Rusia con la intención de crear un "frente común de intervención", mientras que ejecutivos como el alemán, italiano o español han presentado reiteradamente sus reticencias a inmiscuir a sus ejércitos nacionales en un nuevo episodio bélico.

De igual forma, el hecho de que Hollande afirme que Francia está actualmente en guerra es cierto, pero a medias. Más allá de lo espectacularmente mediático que supone frente a la audiencia mundial mostrar a la aviación francesa bombardeando Raqqa, una ciudad que en 2013 quedó prácticamente destruida a causa de la guerra civil, dicha acción militar tiene poco de efectiva. La nación gala lleva participando en actos bélicos varios años atrás: desde 2011 en Libia y desde 2013 en Mali, por citar sólo algunos casos. La diferencia fundamental es que, debido al claro interés político, el presidente francés prefiere presentar un acto de terrorismo en suelo francés como un acto de guerra, mientras que sería difícilmente esperable que hiciera lo mismo con las intervenciones bélicas galas en suelo extranjero, donde más veces de las humanamente deseables hay "daños colaterales" en la población civil. Una vez más, siguen existiendo conflictos (y fallecidos) de primera y de segunda categoría.

Por ello, los paralelismos entre la actuación inmediatamente posterior del gobierno de Hollande y la que en su día llevó a cabo la administración Bush tras los ataques terroristas del 11-S en 2001 son alarmantes, más aún cuando la mayoría de la ciudadanía a ambos lados del Atlántico conoce de primera mano las nefastas consecuencias políticas y humanitarias de la intervención militar estadounidense. Más de una década después de intervenir en Irak y Afganistán, y tras un lustro de guerra en Siria, queda bastante patente que optar por la fuerza militar como solución a un problema eminentemente político no parece ofrecer resultados exitosos. Así las cosas, ahora más que nunca adquieren una relevancia crucial la actuación de países potencia, esencialmente Rusia y China, con enormes intereses geoestratégicos en países de la región como Siria (con Tartús como única base militar rusa en suelo extranjero) y Libia (donde China se convirtió en 2011 en el primer país en materia de inversión extranjera en el sector gasístico, desbancando a Francia).

Asimismo, la reacción de "gallo del corral" que ha tenido el presidente francés no hará más que añadir gasolina al fuego ya creado: ISIS está consiguiendo, con gran éxito, lo que buscaba; esto es, más motivos frente a sus potenciales adeptos para seguir llevando a cabo su campaña de terror basado en la concepción más fundamentalista del Islam. Por ello, la miopía (intencional o no) que están presentando los gobiernos europeos y estadounidenses ante el fondo real del problema es gravísima. No están actuando en consecuencia a una comprensión racional y sensata del conflicto. Esto es, el terrorismo yihadista, encarnado en este momento histórico en ISIS, no es más que la confluencia de una serie de dinámicas político-económicas que aquí sería demasiado extenso de explicar. En ellas, determinados países de la región árabe han jugado y juegan un papel fundamental (destacando a Arabia Saudi, estado absolutista con el que tanto EEUU como la UE mantienen excelentes relaciones comerciales, principalmente en materia de compraventa de arsenal militar).

Consecuentemente, la lucha contra el terrorismo yihadista debe abarcar varios frentes. Lo que es seguro es que la solución militar al conflicto no debe ser la primera, y mucho menos la única opción. Comprender profundamente el problema lleva inevitablemente a situar las vías de financiación en un destacadísimo lugar. Sin embargo, la complejísima correlación de fuerzas que sostiene y alimenta el conflicto reduce el margen de maniobra sustancialmente. Solo por citar un breve ejemplo, Turquía, un país abiertamente a favor de incorporarse al bloque político-militar europeo, ha evitado posicionarse repetidas veces a favor de una intervención contra el ISIS debido a que la propia actividad de este grupo impide el aumento de la influencia kurda en territorios turcos del este.

Por ende, la reciente escalada de acontecimientos no debe hacernos perder el norte. Entonar, por parte de los países occidentales, un mea culpa alto y claro es un requisito indispensable para abordar con sensatez y amplitud de miras el problema en su conjunto, ya que obviar la verdad no es más que otra forma de mentira. No tiene ningún sentido que occidente se autoproclame el estandarte de la libertad y el respeto a la democracia mientras que, por citar un solo ejemplo, en el propio Consejo de Seguridad de la ONU están los mayores exportadores e importadores de armamento del mundo. A fin de cuentas, después de un lustro de conflicto bélico sirio, ni desde Europa ni desde Estados Unidos se sabe por qué o a favor de quién se lucha. Y es que, a fin de cuentas, la irracionalidad y el salvajismo no es sólo cualidad del fundamentalismo más reaccionario.

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