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Sector público y demanda agregada

Fernando Luengo
Profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid. Miembro de Podemos (círculo de Chamberí)
https://fernandoluengo.wordpress.com
@fluengoe

Hay que ser conscientes que los problemas a los que se enfrentan en la actualidad las economías europeas son muy diferentes de los que se trataban de acometer en las décadas anteriores. En lugar de una deriva inflacionista, se encuentran amenazadas o están instaladas en la deflación; y en lugar de unos tipos de interés elevados, ahora están próximos a cero o incluso son negativos.

Sí, es cierto, existe un problema de demanda agregada, pero de signo radicalmente opuesto al que, al menos en teoría, justifica las políticas de ajuste presupuestario. Su debilidad  se explica por una diversidad de factores, entre los que cabe destacar: el elevado endeudamiento público y privado y las estrategias de desapalancamiento seguidas por familias y empresas; el cuantioso volumen de recursos absorbido por el sector financiero, que no revierte a la economía social y productiva; los altos niveles de desempleo y la política de represión salarial con la que, erróneamente, se perseguía mejorar la competitividad externa; y la incertidumbre e inestabilidad que acecha la evolución de los mercados.

Pues bien, en lugar de crear las condiciones para superar la crisis, las políticas de ajuste presupuestario, de carácter procíclico, han acentuado la debilidad de la demanda agregada, atrapando a las economías que las han aplicado –las periféricas, en mayor medida- en un bucle del que es muy difícil salir. Estas políticas, además, han destruido mucho capital productivo y social.

Si los resultados han sido tan decepcionantes, ¿cómo se explica que la lógica de la estabilidad presupuestaria se haya mantenido contra viento y marea? Se trata de una pregunta cuya contestación exige considerar y sopesar diferentes factores. Pero estoy convencido que una explicación convincente debe poner sobre la mesa los intereses de los poderosos –las oligarquías económicas, las elites políticas, los países con mayor potencial competitivo- que las han encontrado, antes y ahora, muy rentables para consolidar sus posiciones de privilegio.

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