El azar y la necesidad

El cambio climático es imparable

La última cumbre de Doha sobre el cambio climático ha despejado todas las dudas que sobre el futuro del clima del planeta se pudieran albergar: el desastre climático es inevitable.  El punto de partida era de por si muy deficiente, ya que el protocolo de Kyoto afectaba tan solo a un grupo de países responsable del 15% de las emisiones mundiales de CO2.  La renovación del protocolo firmado en Kyoto para el periodo 2013-2020 es la constatación de un sonoro fracaso, los protocolos que se firmaron en Kyoto pretendían frenar el incremento de temperaturas en 2ºC a finales de siglo, un objetivo que no se podrá alcanzar. Vamos inevitablemente hacia a un escenario de incremento de las temperaturas de entre 4 a 6 ºC. Para hacernos una idea de la magnitud de estos incrementos térmicos, estaría bien recordar que muchas de las glaciaciones supusieron oscilaciones de temperatura  entorno a los 6ºC.

Las consecuencias no por anunciadas son menos catastróficas: subida del nivel del mar hasta entre 0,5 y 1 metros, lo que supondrá migraciones de millones de personas en el Asia, desertización y sequía en África, América y en el sur de Europa, decremento de las cosechas en estas latitudes, dificultad del acceso al agua potable, deshielo, cambios ecológicos a gran escala, desaparición de especies, advenimiento de plagas, etc. Una catástrofe de dimensiones bíblicas. Pero los gobiernos miran hacia otro lado, y el de Rajoy a juzgar por las caras del ministro Cañete durante la cumbre, al limbo. El gobierno es disimuladamente escéptico en materia de cambio climático, pero España será uno de los grandes afectados en un futuro, porque el incremento de temperatura afectará a dos de las principales actividades económicas del país, la agricultura y el turismo. Con una subida de las temperaturas en el centro y norte de Europa, los competidores turísticos aumentaran exponencialmente, y muchos de las hortalizas y frutas primerizas que exportamos, podrán ser producidas "in situ", en los lugares de consumo. Los escépticos del gobierno de Rajoy  harían bien en leer las predicciones del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change)  del año 1999. En ellas auguraban un incremento entre 0,7º y 1.5 para el año 2030, y de entre 0.35 y 0.7 º C para el 2010. Las observaciones del año 2010, han confirmado las predicciones, con una subida de 0,39º. EL cambio climático está en marcha.

Los costes del cambio climático fueron evaluados en su momento en el informe Stern, publicado en el año 2006 por encargo del gobierno británico, y dirigido por el economista sir Nicholas Stern. Sus conclusiones, nada sospechosas de ser catastrofistas, señalaban disminuciones del 20% del PIB en los países afectados, una cifra que dejaría en una ridiculez a la actual crisis económica. La inversión para frenar el aumento de las temperaturas, en cambio, supondrían una inversión anual de alrededor del 1% del PIB. Hay algunos economistas que cifran en un 3.5% del PIB, el coste anual del cambio climático en el presente año.  Los dirigentes mundiales conocen estas cifras pero miran hacia otro lado. La crisis económica ha hecho cambiar la percepción sobre un problema de ámbito planetario y las inversiones en tecnología de reducción de emisiones han caído substancialmente. Una de las  razones de la falta de inversión es la caída de los precios en el mercado de CO2, en parte por la falta de demanda generada por caída de la actividad industrial a causa de la crisis,  en parte por los stocks de CO2 adquiridos por los países europeos en un pasado reciente, por miedo a una alza generalizada de los precios. En el año 2008 se pagaron hasta 30 euros por tonelada de emisión, en este momento está alrededor de un euro. ¿Para que invertir en tecnología si el intercambio de certificados de emisión está tan bajo? Los afectados directos de esta bajada de los precios han sido los países vendedores de CO2, los países menos desarrollados,  que han visto caer drásticamente sus ingresos por este concepto. El Fondo para la Adaptación surgido de los protocolos de Kyoto ha financiado en estos últimos años decenas de proyectos de desarrollo limpio en los países menos desarrollados. La caída de los precios de los certificados de emisión de CO2, amenazan la existencia misma de este fondo que se nutre del 2% del valor de transacción de estos certificados.  Es importante señalar que, en el año 2009, el Banco mundial calculó en 100 mil millones de dólares al año el coste para la adaptación al cambio climático sólo en los países en vías de desarrollo. Una cifra que en la actual coyuntura no se puede garantizar.

En un futuro no muy lejano, nos preguntaremos cómo fue posible que conociendo el problema, sus causas y las políticas de corrección o de atenuación a llevar a cabo, no se hiciera nada. El caso de la inacción ante el cambio climático amenaza con convertir a nuestros actuales dirigentes políticos en paradigmas de la estupidez humana en los libros de historia del futuro.

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