El azar y la necesidad

Macacos de clase media

En un estudio sobre  macacos publicado por la revista General and Compartive Endocrinology y realizada por investigadores de las universidades de Manchester y Liverpool en los bosques de Trentham en Australia se afirma que los individuos situados en las zonas intermedias de la jerarquía son los más estresados. El estudio intenta correlacionar niveles de estrés con el rango social, y el resultado parece en principio sorprendente: los individuos situados en el centro de la jerarquía social tienen más conflictos que resolver, problemas con los que ocupan una posición social más alta y también con los de la más baja. El resultado se verifica con la detección de niveles altos de cortisol ( la hormona relacionada con el estrés) en la clase media de los macacos, asociado a más conflictos, persecuciones, golpes  y disputas sexuales. El macaco de clase media debe afrontar los caprichos de sus superiores y la rebelión y pasotismo de sus subordinados.

Si se analizará los niveles de cortisol de la clase media española, se detectaría unos niveles muy superiores a los de los pobres macacos. Las clases medias sufren en todo el mundo, y en España de forma más aguda, una fuerte presión fiscal y una disminución de los ingresos vía salarial, viven atemorizados por la pérdida del empleo, disponen de una capacidad de ahorro nula  y el futuro les acecha con una jubilación que no cubrirá sus necesidades. En una encuesta de octubre del año pasado, el 55% de los individuos de clase media en España declaraban haber descendido en capacidad adquisitiva y en nivel social, de clase media alta a clase media media, y de clase medida media a clase media baja. Asimismo, el porcentaje de los que caen de las posiciones medias bajas a bajas, o sea a  la pobreza, aun no siendo tan altos,  se incrementan cada año.

Este proceso de caída en la escala social está mucho más acentuado y es más rápido y de mayor envergadura que en las clases más altas y las más bajas. Las clases medias se ven atrapadas entre una clase alta que elude el pago de impuestos con el beneplácito de la ley (sicavs, sociedades de beneficios, amnistías fiscales), y una clase baja que ha tocado fondo y que es receptora de ayudas sociales y que, por tanto, no contribuye al sostenimiento del estado. El aumento del IVA recae directamente sobre el consumo de las clases medias, así como el incremento de las distintas tasas que impone el estado para disminuir su déficit. La presión fiscal en el IRPF ha aumentado para las clases medias siete puntos porcentuales, una presión que se ejerce sobre unos ingresos, mayoritariamente los procedentes de las rentas del trabajo, que no se pueden camuflar. Las clases altas defraudan a Hacienda cantidades astronómicas, y una parte nada menospreciable de las clases bajas hacen lo propio a una escala más pequeña, con unos niveles de economía sumergida muy altos.  Aquello que defrauda un parado haciendo una chapuza que no se declara es poco, pero ese poco resulta una cantidad enorme cuando se multiplica por millones de chapuzas ocultas. Ha de cambiar la percepción moral del fraude, porqué las ayudas sociales son imprescindibles para quien las reciben, y para poder sostenerlas no son compatibles con la defraudación, venga de donde venga.

La clase media, que no es otra hoy en día que la clase trabajadora, está siendo esquilmada por dos grupos de defraudadores antagónicos, a escalas distintas pero igualmente delictivas. Los macacos de las jerarquías intermedias del bosque de Trentham soportan con cierto estoicismo y resignación y sin signos de rebeldía, su situación. Nuestra clase media puede que se fatigue algún día de recibir todos los golpes y que acabe rebelándose, o simplemente puede pasar que, al igual que nuestros parientes primates, se resigne y acabe desapareciendo.

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