El azar y la necesidad

2048 (I)

En el año 2048 se cumplirán cien años de la publicación de 1984 de George Orwell, una de las novelas más lúcidas del siglo XX, y en ese año es posible que la distopia de un mundo gobernado por el Gran Hermano se cumpla. Especular sobre el futuro es muy complejo y, a menudo, los que se atreven a ejercer de agoreros corren el riesgo de hacer el ridículo. No es el caso de Orwell, que imaginó un devenir en el que la libertad quedaba  anulada por un estado totalitario, un sistema que impedía al individuo poseer pensamientos propios, incluso los más íntimos. Orwell no tuvo que hacer mucho esfuerzo para imaginar ese futuro amenazador, porque en el año 1948 en los regímenes comunistas del este de Europa se vivía  ya en condiciones muy parecidas a las que se describen en la novela, era el momento en que se llevaban a cabo los grandes juicios por traición en Hungría, Rumanía o en Checoslovaquia, en muchas ocasiones contra comunistas que demostraban tener una mente abierta o alguna idea propia.

Los regímenes comunistas han desaparecido, pero la amenaza de un futuro totalitario, orwelliano,  persiste, ahora bajo una forma más sutil que la del tosco método estalinista.  Aparentemente aún no nos dirige un gran hermano, ni se nos tortura en la habitación 101, ni circula por las calles una policía del pensamiento, sólo aparentemente, porque las herramientas para controlar la población ya existen ahora y  en el futuro serán más sutiles y sofisticadas. El control de la población, el estudio de sus hábitos de comportamiento, de sus formas de ocio, incluso de sus ilusiones y esperanzas, se ejercerá, y de hecho se ejerce ya, desde las grandes corporaciones, los productores de bienes de consumo, los de la energía, los servicios. La herramienta para ejercer ese control tiene un nombre, el marketing, un arma de descerebración masiva que no tiene por objeto conocer los deseos de consumo de la población, su misión es crearlos y hacer que penetren en las mentes de los ciudadanos.

El poder lo ejercen los grandes núcleos de producción mundial y la utopía de ese poder es convertir a los ciudadanos en meros consumidores, individuos que trabajan como esclavos para satisfacer necesidades que les han sido impuestas, en un círculo sádico y mortal.  En el año 2048, dentro de 34 años, el mundo habrá aumentado en complejidad  y para hacer frente esa complejidad el poder nos irá restringiendo cada vez más la libertad. Nuestra capacidad de decisión se limitará a elegir una opción de consumo, sin opción a planificar nuestro futuro, ni el individual ni el colectivo.

Si no queremos que este futuro orwelliano se nos imponga en el 2048 o en cualquier otro momento, debemos empezar a cambiar nuestros hábitos como consumidores, hacernos más autónomos e independientes y tener fuerza para imponer democraticamente un cambio de rumbo en las decisiones políticas que se nos imponen desde los grandes centros de decisión económicos. Algunas de las decisiones más importantes que afectarán a nuestro futuro se realizarán en el ámbito energético. No podemos ser libres ni independientes si alguien dispone del botón que alimenta nuestras necesidades energéticas. Más en la próxima entrega.

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