El azar y la necesidad

Can Vies: madurez y responsabilidad.

Vivo a dos manzanas del barrio de Sants en Barcelona, y el pasado jueves, atormentado por el rugido de los helicópteros en horario nocturno que me impedían conciliar el sueño, decidí acercarme a ver qué pasaba. De hecho no pude ver gran cosa, policías arriba y abajo, grupos de curiosos, jóvenes corriendo,  humo y llamas de algún contenedor venido a menos. Hablé con algunos vecinos, y la mayoría de ellos estaban en contra del desalojo de Can Vies y de la acción de la policía y,  aunque no les gustaba la respuesta violenta de algunos de los manifestantes, mostraban su comprensión hacia ellos. En el barrio de Sants, y en muchos otros barrios, la gente está harta, harta de todo en un sentido amplio, y ven en el fuego un elemento purificador y quizás renovador. La gente quiere que pase algo, y que pase ya, porque su capacidad de resistencia ante el infortunio está ya colmatada.

Sagasta dijo en su momento que "en cuando se cierran las puertas de la justicia se abren las de la revolución" y desde una óptica nada revolucionaria, Cambó afirmó que había dos caminos para llegar al desastre, uno pedir lo imposible, el otro retrasar lo inevitable.  Pero cuando se retrasa lo inevitable suele pedirse lo imposible. No sé en qué punto está la ciudadanía de nuestro país,  si el clima es el oportuno para una revolución, pero lo que parece seguro es que los políticos de los principales partidos son reacios a cualquier cambio y retrasan sine die lo inevitable,  atrincherados y temerosos de perder su statu quo.

Yo también estoy indignado, en un grado alto, o muy alto, y  no apruebo el uso de la violencia que se hace desde el poder, cerrando un centro de actividades en el barrio, haciendo un uso desmesurado de la fuerza contra los manifestantes. Me repugna el uso de la violencia, la que se ejerce desde el poder, claro, y la que se ejerce irracionalmente desde algún sector de manifestantes. La violencia es reprobable por una convicción ética, pero también por un análisis razonado: la violencia es una estrategia estúpida, poco inteligente que conlleva a resultados distintos de los buscados. Si queremos un cambio necesitará del concurso de mucha gente, y el uso de la violencia como instrumento para atacar el poder aleja a muchos ciudadanos de las opciones más radicales, entendiendo radicales aquellas que de verdad proponen cambios reales  a favor de la ciudadanía. Los poderes se regodean ante las respuestas incendiarias  porque con la extensión de la violencia, que ellos mismos han provocado, pueden calificar a sus opositores de extremistas y alborotadores, de descerebrados que sólo piensan en destruir.

La mañana del viernes pasé cerca de Can Vies y seguí con mi encuesta particular, sin ningún criterio científico, claro, y detecté algo curioso, cuanto más me acercaba a la calle  Jocs Florals, -donde se encuentra el centro de Can Vies-, más oposición encontraba a la gestión del centro. Algunos vecinos de la misma calle se quejaban del ruido, de no poder dormir algunas noches, y de la suciedad y los olores.  Sabía que en Can Vies se celebraban debates, -había asistido a alguno en un par de ocasiones-, se daban conferencias, se presentaban proyectos y se impartían clases de distintas disciplinas, y el público que me había encontrado era muy transversal socialmente, pero desconocía que se celebraran fiestas ruidosas.  La policía urbana me confirmó las numerosas denuncias de los vecinos de la calle por ruidos y alborotos. La autogestión no ha de ser sinónimo de cachondeo, ni de descontrol. Me informo de que algunos de los responsables de Can Vies disponen de un proyecto para insonorizar el edificio y disminuir las molestias, y eso está bien, pero me pregunto confundido... ¿Por qué no cesan sus actividades ruidosas hasta que tengan lista la reforma? ¿Tan difícil resulta dar muestras de madurez y de empatía con los vecinos? Espero que el centro de Can Vies pueda volver a abrirse en su ubicación actual, que continúe siendo un centro autogestionado, pero también espero y deseo, que la autogestión conlleve un buen ejercicio de responsabilidad y de madurez, para demostrar a todos los ciudadanos no sólo que se pueden cambiar las cosas, si no que se cambiarán para bien.

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