El azar y la necesidad

¡Tiempo!

El conflicto entre el Estado central y el Parlament de Catalunya requeriría, a la manera de un partido de baloncesto, de una pausa táctica, de un tiempo pedido al unísono por los entrenadores de ambos equipos, si ambos equipos los tuvieran, que en este momento no es el caso. Lo requeriría el conflicto político, y lo agradeceríamos los ciudadanos, que al margen de nuestro posicionamiento sobre esta cuestión, vivimos algo conmocionados, mareados, montados como estamos sobre la vagoneta de una montaña rusa desde hace unos años.  El tiempo es imprescindible para entender lo que ocurre en Catalunya, para valorar qué consecuencias pueden derivarse para el futuro de España,  para poder actuar con un poco de perspectiva,  para metabolizar y digerir unos cambios que, sin ninguna duda, afectaran a la estructura del estado en un futuro, sea cual sea el resultado final de la disputa.  Esta demanda de tiempo, de pausa, no debería servir para aplazar sine die una cuestión aparentemente espinosa e irresoluble, sino para abordarla desde la reflexión y el diálogo, con tiempo, y sin condiciones previas. No hay otra forma. Lo que ocurra a partir de ahora, con la declaración política del Parlament de Catalunya, con la previsible y anunciada reacción del gobierno central, tendrán consecuencias en el futuro, en ese tiempo que aparentemente aun no existe, pero sobre el que ya proyectamos hipotecas y obsesiones. Las reacciones de ambos contendientes ahora condicionaran ese diálogo futuro, que, se quiera o no,  marcará tarde o temprano el devenir del conflicto.

El tiempo es una magnitud física, que la experiencia cotidiana percibe como una variable caprichosa,  dotada de la naturaleza elástica de un chicle. Esa percepción humana e intuitiva del tiempo tuvo su certificación en la teoría de la relatividad de Einstein.  Los dirigentes políticos, que entienden poco de relatividad,  dicen estar coaccionados por unos hechos que parecen producirse a la velocidad de la luz, pero, en realidad, son víctimas de sus propios errores de cálculo, de ubicarse en un espacio cerrado y sin fisuras. Algunos políticos están seriamente anclados en el pasado, desafiando a las leyes físicas. Deberían concederse tiempo si no quieren quedar atrapados en él.

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