El azar y la necesidad

Algo huele mal en Dinamarca

Dinamarca ha endurecido en los últimos meses, las condiciones para dar acogida a los refugiados. El objetivo, disuadirles de pasar sus fronteras, o de pedir asilo político.  La medida sometida recientemente al dictado del parlamento contempla la incautación a los refugiados de los bienes materiales que lleven encima por un valor superior a 10.000 coronas (unos 1340 euros) y una suma de dinero equivalente.

El primer ministro danés, Lars Rasmussen, del partido liberal, afirmaba sin ruborizarse que el proyecto de ley había sido el más malinterpretado de la historia de su país. Lo cierto es que la ley viene a contentar a los miembros del ultranacionalista Partido del Pueblo Danés,  que obtuvo el 21% de los votos en las últimas elecciones y que sostiene al partido de Rasmussen.

Desde hace ya años, los refugiados que llegan a Suiza, han de dar a las autoridades todos los bienes que superen los 1000 francos suizos ( unos 900 euros). Los bienes son retornados al interesado si abandona el país antes de siete meses. En caso contrario quedan en propiedad del estado. Además, si la persona refugiada consigue un trabajo, se le retiene el 10% de su salario hasta que acumula la cantidad de 15000 francos suizos.

En un reportaje reciente de la RTS (Radio Televisión Suiza) se denunciaba esta practica con el testimonio de un ciudadano sirio al que le habían retenido 1000 euros. El refugiado afirmaba delante de las cámaras que había reservado esa cantidad para comprar ropa a sus tres hijos cuando llegaran al destino. La aportación que recibe del estado suizo le da, ahora, justo para la manutención diaria.

La normativa suiza, y la danesa si llega a aprobarse, no tiene como misión contribuir al sustento de los refugiados, tan solo humillarles. En el año 2015 los bienes requisado por las autoridades suizas supusieron un total de 210.000 francos, una cantidad ridícula, en un país que acoge cada año unos 30.000 refugiados.

Las opiniones públicas de los países europeos son muy manipulables por el populismo de la extrema derecha, y buena prueba de ello son las declaraciones que ha hecho hoy la cancillera Merkel en la cumbre de Davos, en las que ha insinuado que su gobierno está estudiando medidas parecidas. La extrema derecha europea  sabe que no necesita gobernar, porque los partidos tradicionales ya copian y  aplican obedientemente  sus políticas discriminatorias y racistas. En este sentido, la ONU ya ha advertido que todas estas medidas confiscatorias atentan contra la dignidad de los refugiados, vulnera el convenio del refugiado del año 1951  y avivan la xenofobia.

Resulta paradójico que un país como Suiza, que ha dado gentilmente  acogida a  las fortunas de vividores, sátrapas, dictadores, asesinos, corruptos y delincuentes diversos,  necesite confiscar los relojes  de los refugiados para cuadrar sus cuentas internas. Los suizos han llevado su afición a los relojes, en este caso los ajenos,  demasiado lejos.  Resulta cómico que Dinamarca, unos de los países con la renta per cápita más elevada del planeta, se tambalee después de acoger 12.000 refugiados, si lo comparamos con su vecina del norte, Suecia, que acogió 160.000, o con la del sur,  Alemania, con más de un millón. Esperemos que algún príncipe danés escuche de boca de algún centinela de palacio llamado Marcelo, que algo huele mal en Dinamarca. Porque algo huele mal, muy mal  en Dinamarca y en toda Europa.

Más Noticias